El vídeo de la semana

Ciencia no, gracias

El debate de esta semana no ha tenido ni una sola línea, ni una sola frase, ni una sola propuesta sobre ciencia, educación o cooperación. Creo que medioambiente tampoco, pero de esto último no estoy seguro.

Discursos interminables, ásperas réplicas, otro lío de Rajoy y hasta un voto “telepático”, pero de ciencia o educación o cultura, nada de nada.

No digo yo que nos debamos olvidar de la corrupción o las mentiras, de las cifras de crecimiento o de los logros de gobierno, pero ¿ni una sola propuesta, ni siquiera una reflexión sobre algo que debiera ser nuclear en el proyecto político de cualquiera con aspiración a gobernar?

Entiendo que no es argumento para derribar un gobierno el que haya recortado en tres cuartas partes la aportación a la cooperación internacional, y que no es fácil convertir en arma arrojadiza la sangría de fondos para la investigación, pero quien se ofrece a sustituir a Rajoy acaso debiera haber puesto sobre la mesa alguna idea no ya ilusionante –que eso es mucho pedir– pero al menos correcta sobre materias en las que tanto nos jugamos y sobre las que tan poco nos ocupamos, empezando por los propios medios de comunicación.

¿Qué tiene esto que ver con los Premios Frontera del Conocimiento de la Fundación BBVA? Pues que en ese foro ha surgido de una voz autorizada esa crítica que no es sólo extensiva a los políticos, sino a toda la sociedad española. Y desde allí hay que recogerla, difundirla y si es posible ponerla en valor.

Pedro Alonso, premio Príncipe de Asturias, y reconocido este año por la Fundación BBVA como merecedor del galardón de Cooperación, denunció el jueves en el programa Más de uno, de Onda Cero, desde la propia sede de la Fundación BBVA, la falta de demanda por parte de la sociedad española de políticas de ciencia y cooperación y su traducción en la inexistencia de propuestas sobre esos asuntos en los programas y en los debates políticos.

Alonso, que hoy dirige desde la Organización Mundial de la Salud las políticas globales contra la Malaria, una enfermedad que ha conseguido reducir su acción mortal en casi un 50% gracias a su actuación e investigaciones, se preguntaba en la radio “¿Si no hay ciencia ni educación cuál es el futuro de nuestro país…y si no atendemos a nuestras responsabilidades globales, qué mundo estamos haciendo?”

Pues eso, respóndase usted mismo.

Y sin embargo, la política española sigue jugando al cortoplacismo y la servidumbre de partido, a quedar bien para ganar las próximas elecciones y no salirse del carril no sea que los que dibujan las listas le saquen a uno por díscolo.

Así desde la transición, y a lo que parece, así por los siglos de los siglos con esta tribu y estos gobiernos.

La grandeza de la política está en cambiar las cosas para mejorar la vida de los ciudadanos que el político administra. Aquí esa grandeza sigue brillando por su ausencia, y el personal prefiere trascender él antes que su obra, porque lo de la obra no está claro que se vaya a conseguir, pero la trascendencia personal en este mundo interconectado es casi segura a poca habilidad comunicativa que se tenga.

Nos sigue faltando ciencia, educación, cultura, ecología, las ideas y los impulsos que mueven el mundo y nos cambiarán la vida, lo que no harán los debates sobre los problemas de algún deportista con Hacienda, ni las amnistías alegales, o las corruptelas de cacique de pueblo o si quiere usted las corrupciones generalizadas.

Sostiene el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, otro de los científicos brillantes de nuestro paisaje intelectual,  que un grave error del hombre contemporáneo es creer que la Tierra le pertenece, cuando en realidad es el hombre el que pertenece a la Tierra. Aquí pasaría algo parecido: los partidos españoles una vez han conquistado el voto se consideran autorizados para hacer lo que les parezca con él, incluso malgastarlo en políticas mediocres sin perspectiva de futuro, cuando en realidad lo suyo es un servicio a los ciudadanos que hemos depositado en ellos nuestra confianza para que las cosas mejoren. Y eso todavía no lo han entendido.

Aunque es posible que esto sea así porque, como lamenta el profesor Alonso, este país, nosotros ciudadanos, nosotros medios de comunicación, sigue, seguimos sin tomarnos en serio el valor transformador de la cultura, la educación, la ciencia y la solidaridad.

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