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En Transición

Dos hombres y un país en convulsión

A las pocas horas de conocerse la muerte de Blesa, compartía mesa y mantel con varias amigas del alma. Apasionadas todas de la política y devoradoras compulsivas de noticias, iniciamos la típica competición para ver quién de las tres había conseguido recopilar más información en webs, radios y tuits sobre la noticia del día, y a continuación coincidimos en considerar algo extraño que se tratase de un suicidio. Las tres sabemos lo mismo de balística, o sea, nada, pero no dudamos en dar por buenos esos argumentos que corrieron por la red cuestionando la posición del arma y el trayecto de la bala. Tras la caña del aperitivo unimos el primer plato con el otro gran tema del día –anterior–, la detención del presidente de la Federación Española de Fútbol y de lo que podía venir detrás. Aquí también la sospecha de enormes relaciones con personas de la mayor influencia dominaron los comentarios. Nuestra información sobre esas relaciones y sobre el mundo del fútbol era la misma que sobre las funcionalidades de un rifle de caza, o sea, ninguna, pero tampoco dudamos en que las altas instancias de los círculos de poder madrileño no estarían muy lejos.

¿Por qué las dos “noticias de la semana” nos remitieron inmediatamente a una turbia y oscura imagen del poder que conecta rápidamente con el atavismo de la España negra? No hizo falta más que encender el ordenador para entenderlo. Fotos de Blesa de safari y cacería, pertrechado de su rifle y junto a una cebra o un ñu, ilustraban las informaciones. Fotografías que retrataban a la perfección a un país que fue, que hizo de la horterada, la opulencia y el lujo el símbolo del poder más rancio, que nos retrotrae a cacerías en fincas de señoritos atendidos por serviles paisanos. Un país que se construyó a base de preferentes y tarjetas blackblack, y que se apoyó en eso que ahora llamamos el "franquismo sociológico" para mantener sus privilegios.

La casualidad ha querido que este desenlace –trágico, como toda la tragedia que ha sido el entramado en torno a Caja Madrid y aledaños–,  haya coincidido con la detención y posterior entrada en prisión del que fuera presidente de la Federación Española de Futbol, Ángel María Villar, su hijo Gorka y el vicepresidente económico Juan Padrón, acusados de ser el epicentro de una red corrupta cuyos detalles, a la medida que vamos conociendo, van incrementando la sospecha de una onda expansiva de enorme magnitud. También ellos representan a una España peculiar: la de quienes consideran normal que se paguen fichajes millonarios a futbolistas estrella mientras se quejan de no poder llegar ni a mileuristas siquiera. La Liga de fútbol profesional en España supone prácticamente el 1% del Producto Interior Bruto, y mueve cada año la friolera de 7.600 millones de euros. Me confieso futbolera y seguidora de los buenos equipos, pero un país que convierte el fútbol en el principal –y casi único– de sus espectáculos, está condenado al "pan y circo".

La coincidencia en el tiempo de los dos casos anima a testar en ellos algunas de las características que los estudiosos de la corrupción han descrito como comunes en el sinfín de escándalos que venimos conociendo de unos años a esta parte. Veamos.

En primer lugar, ambos son fenómenos de corrupción que se han dilatado en el tiempo. Si al primer desvarío no pasa nada, y al segundo tampoco, la sensación de impunidad crece hasta el punto de llegar a dejar un reguero de pruebas de los desmanes. No hay más que leer algunos correos electrónicos relacionados con Blesa o escuchar las conversaciones telefónicas de personas clave en el fútbol nacional durante muchos años.

Por otro lado, ambos entendieron rápidamente la clave de la corrupción: No sin mi red. Nunca solo. La necesidad de contar con cooperadores, cómplices, o simplemente, con quienes miren para otro lado, hace imprescindible que cada cual reciba su parte, aunque en muchos casos no dejen de ser migajas, pero lo suficiente como para encontrarse enredado en la tela de araña. Blesa lo entendió y extendió su generosidad con las blacks entre propios y ajenos; de la misma manera que Villar generó todo un entramado en torno a su persona y la Federación española de fútbol, comprando, según describe el auto del juez, voluntades de líderes territoriales.

Tercera similitud, y a mi juicio la más grave: ambos representan a un país que arrastra complejos, que no ha pasado la página de la Historia porque ni siquiera la ha escrito y que vive lastrado por una parte de sus élites que siguen haciendo gala de la ostentación más hortera como símbolo del poder, conscientes de que el franquismo sociológico que todavía pervive en parte de la sociedad está dispuesto a sostenerlos. Una curiosidad: ¿Os habéis preguntado alguna vez cuáles son los deportes más practicados en España? Si atendemos al número de licencias deportivas, el primero el fútbol, lo cual no es ninguna sorpresa. ¿Y el tercero? Sí, lo han adivinado: la caza.

Sin garantías no hay democracia

La buena noticia es que, mientras todo esto se rompe por las costuras, emergen con fuerza profesionales dispuestos a acelerar la transición: jueces y fiscales que se juegan su carrera –como se ha visto con destituciones varias de quienes estaban investigando casos de corrupción–, periodistas que publican un día sí y otro también pruebas y documentos sin cuyo conocimiento no conseguiríamos entender lo que ocurre a nuestro alrededor, u otros profesionales que plantan cara a todo esto desde su posición.

La no tan buena nueva es que esto no va a ser fácil, y que las herencias y las inercias son difíciles de dejar atrás. Como prueba, un botón: mientras los escándalos relacionados con casos de corrupción se agolpan en los informativos, el fiscal general del Estado ha decidido premiar con un ascenso al fiscal García Panasco, responsable de la Fiscalía de las Palmas, que en el año 2015, en plena campaña electoral, abrió una investigación contra la que era candidata de Podemos, Victoria Rosell, por un asunto de lo más rocambolesco que partía de una denuncia anónima en relación a los negocios de su pareja con un empresario investigado por la magistrada. Hace una semana, el Tribunal Supremo determinó que el señor García Panasco vulneró derechos fundamentales de la magistrada Rosell. Como compensación, el fiscal general del Estado le ha ascendido convirtiéndolo en uno de sus principales asesores.

La vieja España está en convulsión permanente. No le vendría mal una reforma de la administración de justicia, empezando por el Ministerio Fiscal, para ayudarle en su agonía.

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