Muy fan de...

Los pirómanos sin cerillas

¿Qué lleva a un ser humano a provocar un incendio? La piromanía es una tendencia patológica a provocar incendios, un trastorno del control de los impulsos. Y cuánto nos cuesta entender que una persona pueda sentir placer al provocar el dolor y el desastre, que disfrute dañando a otros seres humanos, a la naturaleza, a su entorno, a sí mismo. “Cuando el bosque se quema, algo tuyo se quema” decía un eslogan de mi infancia...

Existe otro tipo de pirómanos. Estos no queman bosques, pero abrasan el día a día del personal o, al menos, lo intentan. En lugar de cerillas y mecheros, llevan una sobredosis de rabia interior que debe de quemarles por dentro, así que la propagan y se emplean a fondo en achicharrar la paciencia del paisanaje: “Como yo estoy quemao’ que arda todo”. Muy fan.

En medio de esta situación tan absurda como preocupante en la que estamos sumergidos, con tanto ardor nacionalista y nacional y tanta obsesión por llevar razón, es fácil encender la mecha. Así que los amantes de dar la brasa, los tostadores de la moral ajena, se ponen a ello con admirable perseverancia: en las redes sociales, en las tertulias, en la barra de un bar, en la mesa familiar o en la junta de vecinos. Y les da gustirrinín, deben de estar más calientes que el iPhone de un churrero.

En estos días, me he visto inmersa en uno de esos “fenómenos” propios de las redes sociales. El pasado martes, Ignacio Bárcena, seguidor de mi cuenta de Twitter y oyente fiel de “Julia en la Onda”, publicó un tweet y me citó:

 

A mí me encantó. Después de otro día de trabajo marcado por el monotema del tormentón independentistamonotematormentón –qué difícil es hacer humor sobre la realidad cuando esta es tan complicada de entender y tan preocupante–, el ejercicio de Jaime, el pequeño genio de 7 años, me pareció un soplo de aire fresco y lo compartí.

A los pocos minutos el tweet tenía cientos de retuits  (a estas horas debe de haber superado los cien mil likes) y además de ser compartido, ha sido y sigue siendo ampliamente comentado. La repercusión ha sido inusitada y la discusión que ha provocado, intensísima. Hasta la RAE se ha pronunciado sobre el enunciado, varios medios lo han publicado y a Ignacio le llaman periodistas que quieren entrevistarle, la que has liao’ pollito Jaime. Ante la avalancha de respuesta, Ignacio volvió a tuitear.

 

Como tengo el TL plagado de menciones (como invitada al tweet) leo muchas de ellas y observo la presencia de algún/a pirómano/a. He visto cosas que no creeríais... replicantes que para defender que el enunciado es perfectamente comprensible, utilizan una rabia y una furia incomprensibles. Los hay que se enzarzan con otros para criticar al padre de la criatura, basándose en lo que ellos interpretan que ha pretendido él al colgar el tweet, tirar por tierra la labor de los docentes. Hay algunos que escupen más fuego en 140 caracteres que los dragones de Daenerys en siete temporadas de Juego de Tronos. Alucinante.

Pero son pocos, esa es la verdad. La mayoría de las opiniones van en otro tono. Son legión los que reaccionan a la anécdota con sonrisa, los que aplauden el razonamiento de Jaime y piropean su manera de resolver la cuestión. Algunos, incluso, aportan otras respuestas divertidas de sus hijos. El clima ganador, en este caso y afortunadamente, es de buen rollo.

Confieso que al leer el tweet en la noche del martes, apenas pensé en el profe. Sí me incomodó ese tachón rojo, porque imaginé la cara del niño al recibir un veredicto tan duro sin entender muy bien por qué. Por eso le llamé “genio incomprendido” y añadí un “La vida...” como ejemplo de los muchos planchazos, algunos injustos, que nos toca  merendarnos en tantos momentos de nuestra existencia.

 

Pero, honestamente, lo que me llamó la atención de verdad, muy por encima del tachón, fueron las respuestas de Jaime, el funcionamiento de esa cabecita, la ternura que se desprende de la interpretación del mundo que hacen los niños, a menudo más brillante, más creativa y, en ocasiones, más lógica que la de los adultos. Jaime entendió lo que entendió –más allá de lo discutible de la corrección lingüística del enunciado– y, en ese contexto, fue claro y certero, no falló ni una... ni dos.

El debate que ha suscitado, sin saberlo él, es interesante y poliédrico: podemos reflexionar sobre el modo más adecuado de corregir los errores de los alumnos en la escuela; sobre los métodos educativos más idóneos para enseñarles sin coartar su creatividad, sin limitar su pensamiento lateral; sobre el apoyo social que precisan los maestros para llevar a cabo su labor; podemos aprovechar para analizar la responsabilidad educativa de quienes no son profes, la de los padres, la de los tíos, la de los abuelos, en definitiva, la de los adultos que nos encargamos o contribuimos a la construcción intelectual y emocional de los más pequeños de la manada.

Y, de paso, podemos aprovechar para debatir sobre nosotros, los mayores. Sobre nuestros métodos y nuestros modos de discutir con otros adultos, sobre nuestra afición, por ejemplo, a poner tachones en rojo a las respuestas que no nos gustan sin pararnos a pensar demasiado...

Los artistas ninguneados por culpa del 'procés'

A los incendiarios del buen clima yo les recordaría que cuando el monte se quema, algo suyo se quema. Y a los que optan por la alegría les regalo una de las respuestas que provocó “el increíble caso del tuit de NachoBB”. Como diría el hijo de Laura Garófano, a los adultos nos queda por aprender “un montón”...

 

Nota de la autora: Un abrazo para Galicia, víctima del fuego que destruye, no del que da calor. Dar calor es lo que los gallegos hacen por todos los que pisamos su tierra, vengamos de donde vengamos. No se merecen tanto dolor.

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