Plaza Pública

La estabilidad corrupta: los riesgos de una moción de censura

Pablo G. Perpinyà

Una nueva bandera ondea en el mástil del cambio, es la bandera de la moción de censura. Como si de un elixir todopoderoso se tratara, este mecanismo parlamentario se ha situado en el centro del debate político tras el anuncio de Podemos, tanto en la Asamblea de Madrid como en el Congreso de los Diputados, de recurrir al mismo ante los últimos escándalos de corrupción en el PP. El parlamentarismo toma la calle, se cuela en las charlas de café y riega de esperanza a quienes pensaban en la irreversibilidad de los gobiernos del PP en España y en la Comunidad de Madrid. Veremos a dónde nos conduce.

En nuestra reciente etapa constitucional, la moción de censura ha sido un instrumento poco utilizado, hasta el punto de haber caído en el desuso. La última vez que se recurrió al él fue hace treinta años de la mano de Hernández Mancha (Alianza Popular) el cual logró apenas 67 votos favorables (UCD y Unión Valenciana). En aquella ocasión los proponentes no lograron el apoyo ni siquiera de la oposición, que se dividió entre el voto en contra y la abstención. La moción de censura tuvo, en aquella ocasión, consecuencias negativas para sus impulsores en la medida en que no lograron debilitar al Gobierno socialista, escenificaron la ausencia de una alternativa real al mismo y no consiguieron aumentar significativamente la popularidad del líder conservador. Hernández Mancha murió políticamente en aquella operación.

El caso de Felipe González (1980) es diferente. Los acontecimientos posteriores demostraron acertada la decisión de presentar aquella moción de censura contra Adolfo Suárez. La iniciativa, en contraposición a la de Hernández Mancha, sí contó con el apoyo del resto de grupos de la oposición, salvo los Andalucistas y la Minoría Catalana, que se fueron a la abstención. A González le faltaron 24 escaños para ser presidente del Gobierno aquél día, pero indudablemente sembró la semilla de la imponente mayoría absoluta que obtendría en 1982. El líder del PSOE probablemente se convirtió, desde aquel momento, en la alternativa de gobierno de una generación y de un espacio político que empezaba donde terminaba la derecha y llegaba hasta las puertas de los grupos de la izquierda radical. Si no era González no sería nadie y el mensaje caló.

El PP se encuentra inmerso en una de las crisis más profundas que se recuerdan y ello a pesar de la extraordinaria habilidad de sus dirigentes para diluir las responsabilidades políticas y controlar los ritmos mediáticos. En este escenario podría intuirse, que no confirmarse, una cierta indignación entre la población que, con toda seguridad, rechaza las prácticas de los González, Aguirre, Cifuentes y compañía. Ciertamente no estamos a las puertas de un nuevo 15M, pero podría ser el germen de un repunte de la movilización social.

Indudablemente la crisis del PP y el germen de indignación popular que lleva asociado invitan a que una fuerza política que aspira a transformar tome decisiones excepcionales. En ese sentido hay que reconocer a Pablo Iglesias la capacidad que ha demostrado para introducir temas en la agenda y marcar el ritmo de los debates. Que hablen de Podemos y de sus iniciativas es el signo más inequívoco de que existimos e importamos. Pero todo ello no impide afirmar que la moción de censura es un mecanismo ambivalente, efectista en su anuncio y de difícil gestión en caso de derrota. En concreto me preocupan tres aspectos:

 

  1. El desplazamiento del marco de la corrupción y la crisis del PP al fracaso parlamentario de la moción de censura promovida por Podemos. Lo que sería traducido por los medios de comunicación como la ausencia de alternativa creíble al modelo de “estabilidad corrupta” de Rajoy, generando un aura de cierta incapacidad sobre Podemos a la hora de lograr los apoyos para propiciar el cambio. Esta operación ya funcionó tras las elecciones generales de diciembre de 2015 y confirmó que, a partir de este esquema, el PP lograba evitar que los escándalos de corrupción le perjudicaran electoralmente.

 

  1. El carácter constructivo de la moción de censura es contradictorio, en algunos sentidos, con un planteamiento en clave exclusivamente destituyente. Por el momento Podemos sigue poniendo todos sus esfuerzos en retratar al adversario, en popularizar el relato por el cual el PP habría desarrollado una “trama” atravesada por intereses espurios que han terminado por pervertir el sistema democrático español. Sin embargo, lejos de la percepción mayoritaria en la sociedad y me atrevería a decir que entre los inscritos en Podemos, la moción de censura se centra en el candidato a la Presidencia y en su programa de gobierno y no en los hipotéticos desmanes del censurado. ¿Tenemos preparada una alternativa de gobierno sólida? Esa es la pregunta que debemos resolver para encarar con éxito una moción de censura.

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  1. Ante la crisis más profunda del PP de los últimos años, Podemos presenta una moción de censura cuyo principal damnificado es un PSOE inmerso en un proceso interno que les mantiene divididos entre la abstención y el 'no' a Rajoy. Efectivamente obligamos al PSOE a retratarse ante la sociedad, a volver a decir públicamente si están con el cambio o con la mafia, pero desgraciadamente ello no genera ningún desgaste en el PP sino, quizás, todo lo contrario. Nos retrotraemos así a un debate, el que se dio precisamente hace un año, que si alguien ganó fue Mariano Rajoy impidiendo el acceso de Podemos al Gobierno, rompiendo internamente al PSOE y ampliando su mayoría poco después.

Podemos representa la esperanza de cambiar las cosas para millones de personas y de ahí que cada movimiento sea mirado con lupa. La presentación de las mociones de censura es una decisión tomada y que será ratificada por los inscritos sin ninguna duda. La sociedad movilizada quiere movimiento e, indudablemente, se acepta la moción en este sentido. Por delante dos retos: acompañar la iniciativa parlamentaria de interacciones con la sociedad civil para evitar su encorsetamiento en las paredes de los parlamentos y redoblar los esfuerzos para demostrar que más allá de la conveniencia de echar al PP del Gobierno, tenemos una propuesta alternativa que defiende los intereses de la mayoría social. Toca ponerse a trabajar. _________________

Pablo G. Perpinyà es miembro del Consejo Ciudadano de Podemos Comunidad de Madrid.

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