Plaza Pública

En una lógica democrática...

Thierry Maliniak

A quienes estudiamos Ciencias Políticas en la universidad nos enseñaron que la idea de nación no es un concepto jurídico. Es, ante todo, un concepto sociológico: el de una comunidad de gente que tiene tradiciones y características culturales comunes, y pretende también tener un futuro común. Decir a los catalanes que no constituyen una nación porque no lo permite la ley (por más que sea la Constitución), o que tienen la obligación de sentirse españoles también porque lo dice la ley, no tiene, por tanto, mucho sentido. Por lo menos en una lógica democrática.

Hoy, una gran mayoría de catalanes, según todos los sondeos, están a favor de la consulta (lo que no significa que estén a favor de la independencia). Y si choca la ley con el sentimiento mayoritario de la población, lo lógico es que cambie la primera, no lo segundo. Por lo menos, de nuevo, en una lógica democrática. Invocar una Constitución hoy utilizada como cerrojo y momificada por algunos no va a convencer, obviamente, a la mayoría de los catalanes. El Gobierno también lo sabe. Pero el Partido Popular, que ya da por perdida electoralmente Cataluña, juega la carta del inmovilismo porque cree que le dará réditos en las urnas en Castilla, Andalucía o Extremadura. A eso lo llama sentido de Estado.

¿Consideran realmente los catalanes que constituyen una nación diferenciada? Lo ignoramos hoy. Sólo podría permitirnos saberlo una consulta, en la que se pronunciarían los propios interesados: es decir los catalanes. Pretender que voten todos los españoles, o sea que los habitantes de Pontevedra, Melilla o Sevilla digan en las urnas lo que sienten los catalanes parece otro disparate. Como si los habitantes de Vancouver se hubieran pronunciado sobre la autodeterminación de los quebequeses, o los de Manchester sobre la autodeterminación de los escoceses. En Canadá y en el Reino Unido se pudo celebrar una consulta sobre la independencia de una parte del territorio sin que nadie se rasgue las vestiduras, ni en la izquierda ni en la derecha. Era una lógica democrática.

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Seguiremos por tanto sin saber si Cataluña constituye o no una nación. Y seguiremos por tanto sin plantearnos lo que constituye el aspecto más interesante de la polémica: ¿Conlleva el reconocimiento de una nación el derecho automático a constituirse en un Estado diferenciado? Ese sería probablemente el verdadero debate. Por lo menos en una lógica democrática. Por desgracia, no es el que se plantea.

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*Thierry Maliniak esperiodista y fue corresponsal en España de 'Le Monde' y 'La Tribune de Paris'.

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