Al igual que sucedió tras el 11-M, los recientes
atentados terroristas de Cataluña han vuelto a traer al primer plano del debate político en nuestro país el pasado de al-Andalus. Las declaraciones posteriores al 11-S del número dos de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, ya pusieron claramente de manifiesto que
ese pasado iba a ser una poderosa arma ideológica utilizada para legitimar el presente, algo que ha corroborado con posterioridad el autodenominado Estado Islámico, cuyos instrumentos propagandísticos superan con creces a los de sus predecesores. Así lo demuestra de manera rotunda el
reciente vídeo protagonizado por un yihadista de origen cordobés que profiere amenazas en español.
Aunque resultan frecuentes los análisis periodísticos y académicos relativos a la forma en la que dichas organizaciones terroristas manipulan el pasado de al-Andalus para adaptarlo a sus objetivos, se olvida con frecuencia cómo
esos mismos procedimientos vienen utilizándose, desde hace mucho tiempo,
por parte de ciertos sectores en nuestro país, un fenómeno muy preocupante por sus importantes implicaciones políticas e ideológicas.
En septiembre de 2004, el por entonces ya expresidente del gobierno español, José María Aznar, pronunció en la Universidad de Georgetown una conferencia titulada
Seven thesis on today's terrorism en la cual afirmó que, para entender los atentados sucedidos unos meses antes en Madrid, había que "remontarse no menos de 1.300 años atrás, a principios del siglo VIII, cuando
una España recién invadida por los moros se negó a convertirse en una pieza más del mundo islámico y comenzó una larga batalla para recuperar su identidad. Este proceso de Reconquista fue muy largo y duró unos 800 años".
No mucho tiempo después, el propio Aznar volvió a convertirse en protagonista con unas declaraciones en las que venía a exigir a los musulmanes que
le pidiesen perdón por haber conquistado España y haberla
ocupado durante ocho siglos.
La apelación a la Reconquista como explicación de los atentados y la reducción de los habitantes de al-Andalus a la condición de meros
okupas de un territorio que, en realidad, no les pertenecía, tuvieron un amplio eco mediático, pero no resultan, en absoluto, novedosas, sino que se enmarcan en el contexto de un discurso sobre el pasado que
hunde sus raíces en la más rancia historiografía nacionalista del siglo XIX, un discurso según el cual, como el propio Aznar ha escrito en alguna ocasión, la nación española se forjó en la lucha contra el Islam.
Paradójicamente, quien se ha dedicado a manipular el pasado con fines políticos e ideológicos de forma tan manifiesta ha vuelto a ver la paja en el ojo ajeno al afirmar, pocos días después de los atentados en Cataluña, que "el mito de al-Andalus,
tantas veces secundado de manera tan torpe en nuestro país, opera como un poderoso impulso ideológico de la yihad" (
declaración de FAES del día 18 de agosto).
El empeño constante por convertir a al-Andalus en la anti-España y a la Reconquista en el eje central del proceso de formación de la nación española ha sido el objetivo principal de
una lectura del pasado ampliamente difundida entre los sectores sociales, políticos y académicos más conservadores de nuestro país hasta la actualidad y del que se deriva un concepto de la identidad colectiva española que solo puede ser calificado de
sectario y excluyente.
El empeño constante por convertir a al-Andalus en la anti-España solo puede ser calificado de sectario y excluyente
Como realidad histórica, al-Andalus fue una sociedad cuya base demográfica principal la integraban las
poblaciones locales que habitaban en la Península al producirse la conquista musulmana de 711. Esta sociedad experimentó la influencia de la islamización y de la arabización (esta última con efectos, asimismo, sobre cristianos y judíos), dando lugar a la conformación de
un país árabe e islámico llamado al-Andalus cuya existencia se prolonga hasta 1492. A lo largo de esos ocho siglos de historia, los andalusíes establecieron
fuertes vínculos emocionales con el territorio que habitaban, un fenómeno del que existen numerosos testimonios. Así pues, resulta totalmente erróneo considerarlos meros ocupantes extranjeros. No olvidemos que el nombre
al-Andalus ha dado origen al de Andalucía, la segunda comunidad autónoma más extensa de España. Sin duda,
la noción de España era ajena a los andalusíes, como también, en gran medida, lo fue para los judíos, lo cual no ha impedido que los sefardíes sean considerados en la actualidad parte del legado cultural español, como demuestra la reciente legislación que facilita su acceso a la nacionalidad española.
Las citadas declaraciones de Aznar revelan que
la utilización propagandística y profundamente ideologizada de al-Andalus no es, en realidad, una práctica exclusiva de organizaciones terroristas como Al Qaeda o, más recientemente, Estado islámico. De hecho, a la participación de destacados líderes políticos nacionales se añade la contribución de ciertos sectores académicos, un fenómeno de una enorme gravedad, ya que son los encargados de otorgar el marchamo de credibilidad
científica a lo que no es, en el fondo, más que un
viejo proyecto destinado a controlar el pasado con el fin de justificar el presente.
El terrorismo se combate con los servicios de inteligencia y con las fuerzas de seguridad, pero también, sin duda, con
las ideas. Las relativas al pasado de al-Andalus desempeñan un papel fundamental por su enorme carga simbólica e ideológica en el imaginario colectivo tanto de los musulmanes del mundo árabe e islámico como de los que viven en muchos países europeos, entre ellos España.
La perpetuación en nuestro país de un
discurso identitario sectario y excluyente, basado en lecturas sesgadas de ese pasado, constituye una práctica irresponsable ya que, además de representar una clara manipulación de la historia, solo podrá servir para alimentar
ideologías xenófobas e islamófobas, precisamente el caldo de cultivo en el que prospera la propaganda de las organizaciones terroristas.
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Alejandro García Sanjuán es profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva.
En cuanto al "discurso", la carga de la prueba le corresponde al señor Aznar y a sus colegas de FAES (entre otros "iluminados"). Son ellos los que hacen la afirmación tajante, de que España existía en el 711, luego son ellos los que deben de demostrarlo. A nosotros nos corresponde ponerlo en duda y reírnos un rato de estos especímenes iletrados que, como la señora Esperanza Aguirre afirman, sin rubor, que España tiene 3.000 años de historia y que es eso lo que hay que enseñarle a los niños.
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