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Plaza Pública

Carta abierta a la ministra García Tejerina

Francisco Javier López Martín

Isabel,

Había pensado escribir esta carta a Esperanza Aguirre, con la que he tenido que vérmelas durante bastantes años. Pero todo ha cambiado cuando he leído unas declaraciones tuyas sobre la huelga general del 8 de Marzo, en las que afirmas que “si a mí me preguntan, diría que mi manera de celebrarlo, sería con una huelga a la japonesa, trabajando más horas y demostrando la capacidad que tenemos las mujeres de este país”.

Pasas por ministra discreta y no se me había ocurrido que pudieras llegar a ser destinataria de una misiva como ésta, pero las declaraciones en cuestión tienen lo suyo. No es que yo no haya pensado y hasta defendido, en algún momento, desde mi profesión de maestro, que la mejor manera de hacer una huelga en la enseñanza y, por extensión, en aquellos servicios que combaten la desigualdad sea, precisamente, reforzar el trabajo diario a favor de la igualdad.

En mi caso, me parecía especialmente útil una huelga de profesoras y profesores, ocupando los colegios y los institutos durante 24 horas, invitando a las familias a compartir esas horas con debates, sesiones formativas, actos culturales, lecturas de poemas, microteatro, danza; cursillos rápidos de fotografía, autoedición, microeconomía, o sobre modelos de Estado; conferencias sobre arte, nanotecnología, redes sociales, economía del conocimiento, o marketing de la guerrilla; talleres de igualdad de género, elaborando comidas, escribiendo colectivamente comunicados dirigidos a toda la sociedad circundante y a los medios de comunicación.

Creo que en educación, sanidad, servicios sociales, residencias para dependientes y servicios de atención a las personas más desfavorecidas (los Nadies, los últimos, los condenados de la tierra, los pobres, los excluidos, los marginados…), este tipo de huelga podía ser muy exitosa. La verdad sea dicha, nunca tuve demasiada audiencia planteando estas cosas.

Pero tus afirmaciones, ministra, tienen lo suyo. Porque hablas de la huelga feminista. Y en este caso, quienes van a hacer la huelga, se aprestan a combatir la desigualdad de las mujeres que viven todos los días a la japonesa. Mujeres paradas, a menudo con cargas familiares, sin derecho a prestación alguna por desempleo. Mujeres que trabajan y se levantan de madrugada, para cumplir una dura jornada, casi siempre a tiempo parcial, pero partida y a libre disposición del empresario, con prolongaciones de la jornada a la carta, sin cobro de horas extraordinarias.

Mujeres que saben cuándo salen de casa, pero no cuando regresan para engancharse a ese trabajo sumergido, ni agradecido, ni reconocido, ni pagado, de las tareas domésticas y atención a los hijos y a las personas mayores dependientes, que no cubre la gubernamentalmente devaluada y siempre postergada atención a la dependencia.

Mujeres condenadas a trabajar en puestos de trabajo temporales, mal pagados, precarios, sin carrera profesional posible, sometidas al acoso laboral, cuando no al sexual y a la violencia de género. Mujeres que cuando lleguen a la edad jubilación se encontrarán con que no han generado derecho a la misma y cobrarán una escuálida pensión no contributiva, o tendrán derecho a una pensión miserable, de esas que no llegan al Salario Mínimo Interprofesional.

Es cierto que mucho más dura que tú ha sido la también vallisoletana Concepción Dancausa, Delegada del Gobierno en Madrid, que se ha permitido farfullar que ella no la hará: “La huelga es partidista, izquierdista y anticapitalista y yo no soy nada de eso”. Ancestral, pero eficaz argumentario sobre los rojos (en este caso, rojas) con cuernos y rabo. Más prudente ha estado Cristina Cifuentes quien, sin negar los motivos de la huelga, se ha sumado a tu iniciativa de hacerla a la japonesa.

Eres mujer y, por ello, deberías saber mejor que yo que esas mujeres de las que hablamos son mayoría en nuestra sociedad y que, ante ellas, tus declaraciones suenan a lo más parecido a una boutade, una ocurrencia, una extravagancia pretendidamente ingeniosa, que buscaba impresionar y ha resultado provocadora.

Quiero atribuirlo a tu desconocimiento de la vida cotidiana y de la realidad de este país. No lo achaco a falta de estudios. Tu currículum es excelente. Si internet no miente, estudiaste en un colegio de la Compañía de María, allá en tu Valladolid natal. Luego, en la Politécnica de Madrid, Ingeniera Agrónoma. Y Derecho en Valladolid. Un Erasmus en Montpellier. Másteres sobre Comunidades Europeas, de nuevo en la Politécnica y ampliaciones de estudios en Chicago, Harvard, y Davis (California).

Loyola de Palacio se fijó en ti en el 2000 y te contrató, primero como asesora y luego como secretaria general de Agricultura y Alimentación, en el Ministerio de Agricultura. Más tarde te ocuparías de lo mismo con Posadas y al final con Arias Cañete. Con un paréntesis entre 2004 y 2012, años en los que aprovechaste que los socialistas gobernaban, para utilizar una de esas puertas giratorias propias del Ministerio del Tiempo y convertirte en directora de Planificación de una empresa agraria, Fertiberia, perteneciente al Grupo Villar Mir y, de paso, consejera de de la sociedad mixta argelina de fertilizantes Fertial, del mismo grupo.

Allí, imagino, conocerías a mi tocayo, Javier López Madrid, el de Cajamadrid y Bankia, yerno del todopoderoso Villar Mir, consejero delegado del Grupo, vocal en el Consejo de Fertiberia, amigo personal del hoy rey de España y famoso compi yogui de la Reina Letizia. Hoy, caído en desgracia y dimitido de sus cargos, arrastra en su hundimiento al propio suegro, llamado por los jueces a declarar por su supuesta participación en diferentes escándalos de corrupción, sobornos y financiación ilegal del PP.

Ahora, bajo tu advocación de “ministra Tejerina”, has sucedido al “ministro Cañete”. Era cuestión de tiempo que recibieras un premio como éste por tu dedicación. No creas, me encanta que una mujer, sobradamente preparada, ocupe un puesto de tanta relevancia. Somos lo que somos porque antes fuimos el granero imperial. Tienes fama de prudente, pero esta vez, volvamos al motivo de la carta, te has venido arriba, sin necesidad alguna.

Trabajas sin horario y a tiempo completo, por eso ganas más que ningún otro de tus compañeros, o compañeras. Cuentan que los 66.000 euros que cobras como ministra, son una minucia, comparados con los beneficios de tu planta fotovoltaica, a los que hay que unir el rendimiento de tus inversiones en el Banco Santander, Telefónica, Pharma Mar, o Iberdrola.

Y a todo ello hay que sumar la herencia inmobiliaria de la familia vallisoletana, compuesta por sociedades, pisos, locales, acciones y dinero contante y sonante. Además del capital que has ido ahorrando y un sustancioso plan de pensiones. No te falta de nada, Isabel. Hasta ganaste el torneo de esquí de políticos a Cristina Cifuentes. Hasta tu firma es original y mercería un análisis grafológico detenido. Mira, yo creo que, por encima de Soraya (desgastada en cada conflicto en el que el presidente Mariano se lava las manos), eras la esperanza blanca de Rajoy. Este patinazo en el hielo no te va a venir nada bien. O sí. Nunca se sabe.

Isabel, vivimos en un país en el que tiene que haber de todo. Seguro que me equivoco al hablar de ese mundo del que vienes, del que no conozco nada y del que sólo percibo sus consecuencias sobre nuestras vidas de Nadies. Pero convén conmigo que tú tampoco sabes nada de estas tierras en las que viven las mujeres (y hombres) que el 8 de Marzo irán a la Huelga.

Haz la huelga como te parezca. Si es a la japonesa, bien está. Pero deja que sean ellas las que deciden cómo hacen su huelga y cómo los hombres de por aquí apoyamos esa movilización. A lo mejor terminas descubriendo que has vivido una fantasía y que el mundo real, con toda su dureza y con frecuencia dolor, tiene un punto de alegría, un ansia de libertad y un raudal de dignidad humana, que nunca encontrarás en el dinero, ni en el poder, que te rodean y cierran en torno a ti una dulce celda.

Con todo mi respeto, ministra. _______________Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013​​​.

Francisco Javier López Martín

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