Plaza Pública

Carta abierta a Esperanza Aguirre, descubridora de la 'Gürtel'

Francisco Javier López Martín

Esperanza,

Llegó por fin el momento. Eras una de las destinatarias de estas cartas desde el principio, pero mes tras mes se me ha cruzado alguien en el camino, de forma que lo urgente me ha impedido atender lo necesario.

Cada vez que miro alguna de esas fotos de hace años en las que aparecemos juntos, me hundo más en mi incapacidad de comprender la condición humana. Por allí andan Gerardo Díaz Ferrán y su concuñado y sucesor al frente de la patronal madrileña, Arturo Fernández. Mi inseparable compañero José Ricardo Martínez. Tus manos derecha e izquierda, Ignacio González y Francisco Granados. El eterno concejal, luego consejero menor en tu gobierno y todopoderoso conseguidor, Alberto López Viejo. Casi todos cuantos aparecieron contigo en esas fotos se encuentran condenados, o cuando menos imputados.

Siempre he pensado que llegaste al poder madrileño, tras aquella maniobra del Tamayazo contra Simancas, cuando deberías haber realizado el gesto de renunciar a dos de tus votos para contrarrestar el transfuguismo inaceptable de aquellos dos siniestros personajes, de los que aún no sabemos qué beneficio sacaron y quién lo pagó. Pero sí sabemos quién se benefició.

Aquel verano, entre intrincadas comisiones de investigación y la repetición de las elecciones, los corruptos de España recibieron la señal inequívoca de que todo era posible y, si no lo era, siempre se podía torcer la voluntad popular hasta que lo imposible se convirtiera en viable y hasta deseable.

Tu Manuel Lamela y tu cachorro Güemes, emparentado con el capo de la corrupción valenciana, se convirtieron en adalides de las privatizaciones sanitarias. No importó que por el camino quedasen profesionales como Luis Montes, recientemente fallecido, pese a demostrarse lo infundado de los casos de asesinatos de pacientes del hospital Severo Ochoa de Leganés.

Nunca enmendaron tus escuderos aquel entuerto. Nunca pidieron perdón, ni tan siquiera disculpas, por los daños que causó aquella denuncia “anónima” contra los profesionales de la sanidad pública, a la que se dio publicidad y credibilidad, siguiendo el más puro estilo inquisitorial. Hoy, aquellos dos pícaros granujas, se ganan magníficamente la vida con lo que aprendieron a tu lado.

Granados parece que se especializó más en poner precio a las concesiones de colegios privados. A Ignacio le apasionaban los negocios del Canal. López Viejo bastante tenía con atender las timbas de Correa y demás. Unos cobraban y otros pagaban. Unos se enriquecían y otros conseguían contratos y concesiones.

Te empeñaste en convertir Telemadrid en una carcasa, en cuyo interior las productoras y los compadres afines a tu gobierno hacían su agosto, alejados del servicio público, pero con pingües beneficios privados. No importaba, tampoco, que los estudios previos dijeran que el MetroSur sería una ruina. Había que hacer más kilómetros de metro que Gallardón y había que inventar nuevos negocios radiales, peajes en sombra y modelos sanitarios privatizadores a la carta, como ensayo general de dónde, cuándo y cómo corre más el dinero desde las arcas públicas hasta los bolsillos privados.

Perdidas en las hemerotecas, han quedado tus aventuras de una Ciudad de la Justicia, tu amigo Sheldon Adelson con su Eurovegas, las donaciones empresariales a Fundescam, el campito de golf en terrenos del Canal, o aquel Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama que dejaste reducido a la mínima expresión.

Los sindicatos éramos una excelente víctima propiciatoria, un gran espectáculo de entretenimiento, una gran cortina de humo. Mientras laminabas la oposición política, llegaste a decirme que nosotros éramos la verdadera oposición y la emprendiste contra los “liberados sindicales”, a cuenta de las supuestas mamandurrias que recibíamos.

El principio de tu fin comenzó cuando quisiste controlar Cajamadrid. Ahí topaste con Gallardón, atrincherado en el Ayuntamiento, con el Partido Socialista y con los sindicatos. El Constitucional te paró preventivamente los pies, durante todo un año, hasta que un acuerdo entre la socialista Elena Salgado y el popular De Guindos, su sucesor al frente del Ministerio de Economía, colocó al inefable Rodrigo Rato al frente de la Caja y relegó a Ignacio González a seguir siendo incierto aspirante a presidente de la Comunidad. En la búsqueda de alguna pequeña venganza personal, le confesaste al propio González, a micrófono abierto, "hemos tenido la suerte de poderle dar un puesto a IU, quitándoselo al hijoputa".

Han pasado los años y, como le pasaba a Alberti, me siento tonto, pero afortunado. Salí del cargo como Secretario General de CCOO de Madrid sin más fortuna que la que tenía al llegar al mismo y nunca entendí que debiera haber sido de otra manera. No sé cómo te sientes tú. Tampoco te juzgo. Imagino que sigues conservando algo de aquella niña traviesa y agitadora de la que hablaba tu tío, el poeta Gil de Biedma, al recordar a sus sobrinas madrileñas.

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Lo cierto es que no tenías sólo un problema de responsabilidad in vigilando, sino un problema de ética política que demasiada gente no quiso ver, ni afrontar. Pienso que, sin tus maneras y sin esas formas que tienes de entender el gobierno (no exclusivamente tuyas, por desgracia), convertidas en receta de éxito empresarial y político, bajo la égida de Aznar, la política española no hubiera caído en este pozo sin fondo de descrédito, corrupción y cinismo en el que nos hemos instalado y del que esperemos que la moción de censura nos ayude a comenzar a salir. No será fácil, por más que me parezca tan urgente como indispensable.

Fuiste, Esperanza, la lideresa de la capital del Ruedo Ibérico, la más castiza imitadora de la Dama de Hierro, la campeona del ultraliberalismo mesetario, eso que más allá del Atlántico llaman Tea Party y en su versión española, Carajillo Party. Aquella que presumió de destapar, ni más ni menos, que el caso Gürtel. La responsable última, en consecuencia, de la caída de Mariano. _____________

Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013​​​.

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