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Tres reflexiones más allá de la moción de censura

Muy pocas personas creían que la moción de censura fuera a prosperar. Parecía difícil, desde luego, pero lo que resultaba imposible era ganarla sin plantearla. En ocasiones es conveniente dejar de lado el cálculo o la racionalidad electoral y atender a lo que nuestra obligación moral nos dicta, independientemente de sus consecuencias. A mi juicio el PSOE, como primer partido de la oposición, estaba moralmente obligado a presentar esa moción de censura, una iniciativa que exigía además retratarse a todos y cada uno de los grupos presentes en el Congreso de los Diputados. La decisión, aunque al principio no lo pareciera, aunaba responsabilidad y convicción, aquellas dos éticas tan difíciles de equilibrar sobre las que reflexionara hace cosa de un siglo Max Weber. El resultado salta a la vista: la política española ha recuperado un poco de dignidad.

Ahora bien, con independencia de lo que nos deparen unas elecciones que más pronto o más tarde colocarán a cada uno en su lugar, querría realizar tres breves reflexiones que quizá puedan ayudarnos a ubicarnos en este nuevo contexto.

La primera tiene que ver con la actitud de Rajoy. Que el entonces presidente se ausentara del Congreso una vez confirmada su derrota muestra de nuevo que su forma de entender la política ha sido nefasta para el país. Constata, además, su falta de respeto a la ciudadanía y a sus representantes, y el uso instrumental que él y destacados líderes de su partido han hecho de la democracia (véanse los casos de RTVE, de la Fiscalía General del Estado o del Consejo General del Poder Judicial). A muchos de estos dirigentes las instituciones democráticas les interesan en la medida en que pueden servirse de ellas para conseguir sus objetivos, no como conquistas que merezcan ser preservadas por sí mismas. Cuando sus dictámenes no les convienen los ignoran como si no existieran, y da igual que se trate de una sentencia judicial, de una comisión de investigación o de una moción de censura en el Parlamento. Que la cúpula del Partido Popular desprecie así al resto de pilares de la democracia merece una condena unánime. Tenemos que contribuir entre todos a que lo sucedido con el PP no vuelva a pasar. Hay que confiar en que la salida de Rajoy sirva para regenerar a una organización que va a tener que asumir, de una vez por todas, el daño que le ha hecho a la política española.

La segunda reflexión tiene que ver con el papel desempeñado por Ciudadanos. Se trata de un partido que ha enarbolado como principales reivindicaciones la regeneración, la transparencia y la lucha contra la corrupción. Como indican en su página web, existe en la sociedad “la percepción de que la corrupción goza de cierta impunidad y que no se persigue con suficiente determinación”. Sin embargo, estos principios contrastan con la realidad de sus actuaciones, como pudo constatarse en la moción de censura. Quitando a dos partidos muy vinculados con el PP en Navarra y Asturias, Ciudadanos ha sido la única formación que ha votado “no” a la moción de censura contra Mariano Rajoy y el Partido Popular. Su negativa a sancionar moral y políticamente el robo, el engaño y la mentira en un momento tan importante les perseguirá largo tiempo, pues no se puede denunciar que la corrupción goza de cierta impunidad y después no rechazarla de plano cuando la oportunidad de condenarla se presenta.

Aunque desde Ciudadanos afirman defender los intereses de España y los españoles, resulta evidente que han puesto sus perspectivas electorales por delante de la condena a la corrupción institucionalizada. Pero lo más importante es que han demostrado (una vez más) que prefieren una supuesta “estabilidad” institucional a la podredumbre de esas mismas instituciones. Esta posición no sólo es moralmente reprochable, sino que hermana a Ciudadanos con una ideología compleja y variada que aquí identificaré, de forma simplificada, con el nombre de neoliberalismo.

La principal preocupación de los grandes intereses económicos y financieros es la de contar con un marco jurídico e institucional estable, afín a sus intereses, por medio del cual enriquecerse. El cómo se sostenga ese marco, bajo qué principios morales o democráticos, no es lo importante para ellos. A Ciudadanos le sucede lo mismo: en la tesitura de elegir entre una supuesta “estabilidad” política de la que puedan seguir beneficiándose y una contundente condena de la corrupción institucionalizada, eligen lo primero. Así es cómo, en la fotografía, quedan perfectamente retratados. Aunque últimamente su nacionalismo español haya copado muchos titulares, los principios que guían a Ciudadanos son propiamente neoliberales. En cierto sentido, ambos fenómenos están muy vinculados: frente a la diversidad, uniformidad; en todos los órdenes y sentidos.

Ecos del pasado

La tercera reflexión tiene que ver con el papel a desempeñar por la izquierda más allá de la coyuntura actual. Cuando aludo a la izquierda me refiero al PSOE, a la confluencia de Unidos Podemos y al conjunto de organizaciones situadas en su órbita. Todas ellas deberían esforzarse por actuar a la par. Hasta que no se entienda ‒e interiorice‒ que el proyecto de la izquierda, con todas sus diferencias y resquemores, ha de ser conjunto, difícilmente prosperará. Lo que la moción de censura ha puesto de manifiesto es que se puede construir desde la discrepancia. Estar de acuerdo en lo que no se quiere hacer es una forma de avanzar.

En un conocido diálogo de Alicia en el país de las maravillas, la joven protagonista le pregunta al Gato Cheshire qué camino ha de tomar, a lo que el minino le contesta: “Bueno, eso depende de hacia dónde quieras ir”. La respuesta del gato, tan sencilla y tontorrona, esconde un atinado consejo que debería ayudar a reflexionar sobre los retos que la izquierda tiene ante sí; unos retos que van mucho más allá de la gestión de unos presupuestos, la elección de unos ministros y no otros, la victoria en unas elecciones o la desconfianza mutua que puedan sentir unos dirigentes políticos entre sí. Me refiero a la transición energética y la lucha contra el cambio climático, a la instauración de un nuevo modelo productivo respetuoso tanto con los trabajadores como con los derechos individuales y colectivos, a la recuperación de la política, entendida como fuerza transformadora capaz de sobreponerse a los dictados de los mercados y las grandes corporaciones. Es tal la dificultad de los proyectos, pero tan urgente su abordaje, que resulta imposible afrontarlos desde la dispersión, desde la incomunicación, desde el aislamiento.

Estos días hemos vivido momentos muy intensos. La democracia ha derrotado, no sin esfuerzo, a la institucionalización de la corrupción y la indecencia. Pero sólo se ha abierto la rendija de una puerta. El camino y la compañía tendrá que elegirlo la izquierda en función de adónde quiera llegar. Si sabe adónde ir, y yo creo que a estas alturas ya debería saberlo, tendrá que hacerlo junta.

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