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Plaza Pública

En defensa de una Comisión de la Verdad

Ángel Viviente Core

Me ilusioné hace días al conocer la decisión del actual Gobierno de sacar adelante una Comisión de la Verdad, por la que muchos, aisladamente o en asociaciones y Plataformas, venimos luchando en los últimos años.

No me extrañó la reacción de los ahora en la oposición y, en particular, de su cabeza visible. Atacar a la Memoria Histórica como una forma de “abrir heridas” ha sido siempre su defensa para oponerse a la investigación sobre la Verdad. Saben perfectamente que las heridas no pueden abrirse si aún no están ni han estado nunca cerradas, y lo saben; sin embargo, siguen aferrándose a ese discurso.

No las cerró una Transición, bajo la amenaza de los sables, ni se cerraron en los intentos posteriores por parte de algunos que, por ello, fueron denostados y castigados (el juez Baltasar Garzón entre algunos otros). El tímido intento de Rodríguez Zapatero no fue suficiente y quedó en algo puramente testimonial.

¿Qué conoce el señor Casado sobre esa Verdad? ¿Qué le han contado en los ilustres colegios y universidades privadas por las que ha pasado, durante más o menos tiempo? ¿Qué le han podido transmitir sobre esa Verdad sus mayores-padrinos en el partido que ahora preside y de los que ha mamado su doctrina desde bien jovencito?

Si desease llegar a presidir el Gobierno de un país que vive partido en dos desde hace muchos años por esta razón; si quisiera representarnos a todos, una mínima sombra de duda sobre esa Verdad debería abrir su mente y tal vez sus posturas no fueran tan drásticas al respecto.

No hay ningún cambio respecto a los que le precedieron en el partido, descendientes, al fin y al cabo, de los vencedores de esa guerra civil-cruzada, y cuyo conocimiento de su desarrollo y consecuencias se ha negado a la ciudadanía por tantos años.

No, no me llaman la atención las declaraciones de Casado.

Lo que me preocupa es la postura de algunas personas, no precisamente de ese ámbito, de los que leo recientes declaraciones negando la necesidad de esa Comisión de la Verdad.

Y me refiero en particular a las vertidas por Julián Casanova en este diario recientemente [leer aquí], admirado siempre por mi por sus estudios y grandes conocimientos de toda esa época y de su labor por darlos a conocer.

Sin embargo esa admiración no puede llevarme a estar de acuerdo con lo que en esa entrevista proclama: Las comisiones de la verdad son actos fundacionales de la democracia. Después no tienen sentido*

Y ante esa declaración yo, con todo mi respeto y admiración, le digo:

La Verdad no tiene fecha de caducidad.

La Verdad no debe estar sujeta a condicionantes ni estrategias políticas. La Verdad histórica es básica para el desarrollo de un país que nunca podrá crecer negando y escondiendo una realidad.

La Verdad es fundamental para todos los que sufrieron unos crímenes execrables, aunque ya no estén entre nosotros, pero sí lo están en miles de fosas ocultas en nuestro suelo.

La Verdad es fundamental y necesaria para aquellos que, ya mayores, aún quieren que se visualice algo que solo está en su memoria, ocurrido a sus antepasados y que es imposible que lo olviden a pesar del tiempo transcurrido. La Verdad les daría la oportunidad de reconstruir su propia vida y la de sus descendientes.

La Verdad la necesitamos los que no vivimos esa guerra, pero fuimos aleccionados en lo que luego supimos eran grandes mentiras.

La Verdad es necesaria para construir el futuro de un país. Unas generaciones que no han conocido la Verdad están condenadas a que esas situaciones puedan volver a repetirse.

Y para dar respuesta a todo lo anterior y a muchas cosas más, considero fundamental la creación de esa Comisión de la Verdad.

Yo soy poca cosa, lo reconozco, pero Naciones Unidas, el Consejo de Europa y otros organismos internacionales, analizada la situación de nuestro Estado, han hecho recientemente recomendaciones claras para la constitución de una Comisión de la Verdad por parte del Parlamento español. En ningún caso han puesto ningún impedimento debido al tiempo pasado.

Las razones sobre la Verdad que yo mencionaba anteriormente dan pie a la creación de dicha Comisión como única forma de crear una historiografía de lo ocurrido, aunque tan solo saliera a la luz una parte de ello.

No me valen los razonamientos del tiempo pasado y la desaparición de víctimas y victimarios. Los historiadores utilizarán los pocos testimonios vivos de que se dispone pero, sobre todo, la gran cantidad de datos que existen en archivos hasta ahora ocultos y prohibidos a la investigación, que con una Comisión de la Verdad, con el respaldo internacional, podrían abrirse.

Una Comisión de la Verdad que dé solvencia y verosimilitud a una Historia que se nos está dando en forma parcial y a “tragos cortos”; una Comisión de la Verdad que introduzca los elementos de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición al triste pasado que tan solo parcialmente muchos hemos ido descubriendo.

Hay que reconocer los hechos y, con el conocimiento que se construya, elaborar programas en los diferentes niveles escolares para, sin rencores ni ansias de revancha, divulgar lo ocurrido entre los jóvenes, igual que se está haciendo en otros países, como por ejemplo en Camboya.

El tiempo pasado no es el problema, mi admirado Julián Casanova. Por supuesto que hubiera sido maravilloso y deseable hacerlo al comienzo de la democracia, claro, pero ¿por qué no fue posible? Desde luego los historiadores podréis explicarlo, no tan solo decir que fue una pena.

El tiempo pasado no fue problema para la Comisión de la Verdad en Canadá que estudió y puso sobre el tapete, para que la ciudadanía se enfrentase con su propia historia, el genocidio de los pueblos indígenas ocurridos más de un siglo antes. El resultado fue espectacular en cuanto a reencuentro de una ciudadanía con su pasado y que tantos frutos ha dado para el desarrollo de esa sociedad, ya lejos de sus fantasmas a partir de ello.

Nunca es tarde para cerrar heridas. Nunca es tarde para recuperar la memoria.

Como oí a una admirada y conocida amiga, gran luchadora por la Memoria: Si una persona es imposible que viva sin su propia memoria, menos aún todo un país sin la suya.

Si fuera así, en ese caso, este sería un país mutilado que de ningún modo deseamos.

¿Verdad? _________________Ángel Viviente Core es coordinador General de Convocatoria Cívica

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