Plaza Pública

Se acerca un Frente Nacional a España

La derecha española siempre acaba volviendo al pasado. No le gusta mirar al futuro y responder a los nuevos desafíos porque eso exige cambios y lleva a cuestionar el funcionamiento del sistema. De ahí su propensión a actuar en política en favor de la involución, reescribiendo la historia a conveniencia –como cuando protegen los excesos del franquismo de la mano de la Iglesia–, recortando derechos ciudadanos básicos y libertades cívicas y ocultando los sacrificios, sufrimientos y corrupciones cuya responsabilidad fue del Gobierno Rajoy.

No tiene pudor a la hora de tapar lo anterior, tratando de imponer su posverdad sobre la realidad de lo ocurrido. Busca alimentar las pasiones de aquel sector de la ciudadanía resignado al engaño, de su público cómplice y deseoso de olvidar lo más reciente para poder recuperar el protagonismo en la calle a base de campañas de descalificación contra el PSOE.

Esta versión una y trina de la derecha se propone el objetivo de debilitar la democracia y las instituciones. Porque no interesa al poder económico, al que sirven Casado y Rivera –tampoco le interesa a Vox–, una democracia fuerte que refuerce la representación de la soberanía popular. Y cuando el frente de las derechas sale a la calle no lo hace para exigir más democracia o defender los valores éticos, la causa de los pensionistas, la sanidad pública, el acceso a las guarderías, la vivienda en alquiler, la igualdad de género, la subida del SMI o la redistribución de la riqueza. Para nada.

Movilizan tocando la tecla de las emociones para ondear la bandera española con una idea patrimonial de la patria y de la ciudadanía, para mostrar que son más españoles que nadie. Inoculan el odio para confrontar con “el enemigo”, sea este las izquierdas, los migrantes, otros nacionalismos o el Gobierno del PSOE.

Estos días es fácil comprobar, una vez que Aznar ha vuelto y el dictador parece encaminado en santidad a la cripta de La Almudena, cómo los crecidos discípulos de Aznar han salido de cacería al escenario político y ya van preparando el espectáculo para las plazas públicas. Van a por todo lo que se mueva, aunque sea un ratoncillo; no importa, luego dirán que cazaron un elefante salvaje y rojo.

Su obsesión se centra en el desalojo del presidente Pedro Sánchez y la descalificación de todo lo que huela a progreso, porque temen que el próximo ciclo electoral les traiga pésimos resultados. Por eso utilizan, de modo descarado, hasta la Mesa del Congreso para bloquear el proceso de presentación y debate del proyecto de presupuesto del Gobierno para 2019. Su operación es de alcance estratégico, ya que no pueden admitir que se materialice una alternativa al modelo Montoro de cuentas públicas, sin que se arruine o hunda España.

Vivimos ahora en España un proceso de conformación, de modo indisimulado, de un Frente Nacional que se cohesiona en torno a consignas como “España se rompe”, “Sánchez es un okupa de Moncloa”, “nos invaden millones de inmigrantes” o “quieren hundir de nuevo España malgastando nuestro dinero”. Para ello han puesto a vomitar a la brunete mediática, por eso vierten basura en las redes e intoxican el Parlamento con acusaciones falsas. Este Frente Nacional, como sucede en otros puntos del planeta, empieza a vertebrar un discurso de perfiles claros en torno al nacionalismo español, el autoritarismo y el conservadurismo salvaje.

Ante esta estrategia, la mayoría social ha de ser consciente de que el Presupuesto del Estado es una herramienta clave para transformar una sociedad amenazada por las desigualdades. Que la capacidad de acción política de las izquierdas depende de la dimensión del gasto público y, también, de la rigurosidad en el cálculo de los ingresos. Mayores ingresos que deben provenir precisamente de quienes se consideran fiscalmente intocables y de personas que ya mostraron su idea de la solidaridad, en tiempos de crisis, con ocasión de la corrupta amnistía fiscal de Rajoy.

La obligación de un renovado movimiento socialdemócrata, al servicio del interés general, es actuar sobre un sistema cada vez más injusto y que provoca más y más desigualdad, pobreza, miseria moral e incertidumbre vitales. No se puede ceder ante la presión de los poderosos ni dejar de ofrecer nuevas respuestas a los desafíos del siglo XXI. Desafíos que han llegado con la digitalización de la economía, la robotización y la globalización que permite un capitalismo financiero especulativo y desregulado que escapa al control de la democracia.

La respuesta está tanto en los cambios legislativos como en un presupuesto que atienda las demandas ciudadanas, sin romper los compromisos con Bruselas sobre las reglas de la estabilidad presupuestaria, la deuda y el déficit público. Pero, a la vez, sin consagrar parámetros como intocables. La respuesta ha de ir en clave de defender más democracia social y una redistribución efectiva de la riqueza. Sería inadmisible no replantear la política fiscal en un país que mantiene una presión fiscal siete puntos por debajo de la presión fiscal media europea. Es imprescindible pedir más esfuerzo a los ricos y a las grandes empresas que mantienen prácticas tributarias ancladas en la elusión y el fraude fiscal.

Cuando las posiciones de la derecha y la extrema derecha empiezan a no distinguirse, como es el caso, y cuando las banderas de todos se utilizan en un juego partidista, la democracia empieza a temblar. ¡Hagamos memoria! ______________

Odón Elorza es diputado del PSOE por Gipuzkoa

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