Plaza Pública

El reto de la fraternidad

Daniel Fernández López

“O bien, hermanos, se dirá…”[1]

Friedrich Nietzsche

  En los últimos tiempos, se ha oído a varios líderes de Unidos Podemos aludir a la fraternidad: Pablo Iglesias, Rita Maestre, Íñigo Errejón, Alberto Garzón o Juan Carlos Monedero han valorado en público la oportunidad de la misma. La pregunta que ha de formularse es: ¿sabemos cuál es el significado político de la fraternidad? A fin de responder, es preciso recuperar a dos de sus grandes valedores, ya que son autores estudiados en profundidad por los primeros: Maximilien Robespierre y Karl Marx.

En las postrimerías del siglo XVIII, el joven político jacobino pensaba que en la patria gala había un padre opresor, el rey Luis XVI, y una serie de privilegiados –el Primer y el Segundo Estado–, presencias que vulneraban la igualdad política en Francia. Ya que era obligado presentar oposición, el 18 de diciembre de 1790, en la Sociedad de los Amigos de la Constitución, propone una ley que habría de recoger en su punto 16 los tres elementos que aún hoy siguen siendo el lema de la República: los agentes de la Guardia Nacional, dice Robespierre, “llevarán sobre sus pechos estas palabras grabadas: ‘El pueblo francés’; y debajo: ‘Libertad, igualdad, fraternidad’”[2].

El líder de la Montaña sabía que los avances pasaban por dar presencia política a le menu peuple, de ahí que pensara principalmente en los fámulos, es decir, siervos de los dos sexos que habitaban la propiedad del pater familias y que no gozaban de personalidad jurídica propia. La solución de L’Incorruptible fue la universalización de la libertad republicana vía propiedad y ciudadanía, de forma que, al decir de Antoni Domènech, los fámulos ganaron la oportunidad de no “necesita[r] del permiso de otro para poder vivir”[3].

La Revolución puso en práctica un proceso de igualación política representado por la fraternidad en virtud del cual, al tiempo que le menu peuple gana reconocimiento político, la Asamblea liquida “los títulos de rango social”[4] en el verano de 1790 y la Convención ultima el paso del rey por la guillotina: “No se puede reinar inocentemente”[5], dice Louis Antoine de Saint-Just; “Luis debe morir para que la patria viva[6], ratifica Robespierre.

Años después, Karl Marx sigue desde Colonia la represión del proletariado parisino, en junio de 1848, orquestada por Louis-Eugène Cavaignac, general de la Segunda República. El papel de los “gobiernos nacionales”, escribe el autor de El Capital después de la sangría de la Comuna de París, es el mismo que el de las clases poseedoras: ser “uno solo contra el proletariado”[7]. La respuesta de Marx sigue los pasos de la de Robespierre: el pensador germano, que a principios de 1848 había gritado “¡Proletarios de todos los países, uníos!” en la última línea de El manifiesto comunista, pide en 1864, al calor de la Asociación Internacional de Trabajadores, que dicha unión se produzca siguiendo un principio: “La emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión[8].

Hay un cambio del primero respecto del segundo: donde Robespierre había visto en la fraternidad un ideal político en el que la igualdad de la ciudadanía era la protagonista, Marx opina que la misma es un vector de unión. Ello se debe a que piensa que las “clases productoras”[9] son víctimas de “un sistema de esclavitud”[10][9][10] en auge: el trabajo por salario. La servidumbre del Ancien régime había dado paso a la del Nouveau. De ahí que el fin de la fraternidad à la Marx sea unir a los obreros por “la abolición de todo dominio de clase”[11], la principal promesa de la sociedad comunista que habría de venir.

Por decirlo con Domènech una vez más, si en 1790 la solución de Robespierre había sido “la universalización de la libertad republicana por la vía de universalizar la propiedad privada”, desde 1848 la salida de Marx es luchar por un “sistema de apropiación en común, libre e igualitaria, de las bases materiales de existencia de los individuos”.[12] En una palabra: según el primero, la fraternidad era razón de igualación; según el segundo, de unión.

Volviendo al presente, no ha de sorprender que Pablo Iglesias y Alberto Garzón alienten la posibilidad de una república, especialmente en los últimos tiempos[13], a sabiendas de que la presencia de un rey, por mucho que sus poderes se vean limitados por una constitución –el mismo caso que Luis XVI–, lastra la igualdad política. O que la línea programática de Unidos Podemos se oriente a la “gente trabajadora”, una vez que el logro de “avances democráticos” pasa por “apuntarla su fuerza”[14]. En 2019 no hay fámulos de la forma que los había en la Francia de finales del siglo XVIII, sino que los ciudadanos y ciudadanas en España son sui iuris y no alieni iuris, es decir, personas por derecho propio. El problema hoy son los rigores agudizados desde la crisis de 2008, que no hacen sino profundizar en el sistema de servidumbre vituperado por Marx en 1875 –no es el único, ya que su postura goza de una honda raigambre en el pensamiento republicano–, una vez que no se es libre si no se cuenta con la oportunidad de valerse por uno mismo, por una misma. De ahí que la renta básica sea una petición que vuelve periódicamente con el argumento de garantizar el droit à l’existence.

El punto es que la fraternidad, según las pensaron Robespierre y Marx, generó problemas. El precio pagado en Francia por la Revolución fue el más alto: no es solo que la violencia lastrara el proceso, sino que luego se perdieron gran parte de los avances logrados durante el mismo. Después del golpe de Estado que saca del poder a la Montaña el 9 Termidor, el Directorio vilipendia el voto universal de los varones y vuelve a uno censitario; en 1802, Napoleón rescata la esclavitud en las colonias después de que hubiera sido suprimida en febrero de 1794; los Borbones regresan en 1815 con Luis XVIII y se olvidan, de facto y de iure, los derechos humanosde facto de iure, y, según María Julia Bertomeu, después de la Declaración de 1791 no vuelven seriamente al vocabulario político hasta 1948[15].

De la misma forma, el proyecto de Marx no resultó: la Comuna de París, en la que Friedrich Engels vislumbró un episodio de dictadura del proletariado[16], no logró resistir y fue ahogada en sangre por el gobierno de Adolphe Thiers. Sesenta y dos años después, en 1933, una pesimista Simone Weil, con la vista sobre la Unión Soviética, escribió: “Siempre se puede creer que el socialismo vendrá pasado mañana (…) mientras se vaya entendiendo por pasado mañana dos días después del día siguiente”[17].

Es por ello que Hannah Arendt alertaba contra el “humanitarismo” presente en la fraternidad, del que hizo gala Robespierre al poner el foco sobre los pobres. Según ella, la compasión es una pasión peligrosa en política, ya que responde a las urgencias de la población más pobre, por lo que el riesgo de perder de vista la fundación de la libertad, que pasa por la admisión en el espacio público –en su opinión, el lugar de la libertad, no de la necesidad–, sería elevado. La propia Arendt se preguntaba cuál podría ser el papel de la libertad en la utopía de Marx: una vez que, al decir de Engels, “el gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción”[18], se agota la posibilidad del espacio público.

La fraternidad es un principio contra la opresión, igual que la sororidad, pero lo propio es que se guarde de su versión más oscura. Ahora que podría salir del eclipse que había advertido el profesor Domènech[19], se presenta la oportunidad de elegir qué fraternidad vindicar. Los hermanos y las hermanas han de cuidarse: Agamenón capitanea a los griegos en la guerra contra Troya después de que Paris hubiera secuestrado a Helena, esposa de su hermano Menelao, de la misma forma que Electra se pone del lado de Orestes cuando el pueblo de Argos se preparaba a lincharle; en lugar de vengarse, según habían hecho Caín con Abel y los mayores con José en el primer libro de la Biblia.

En política, ello significa que a la liberación debe seguir la libertad, por lo que el reto de la fraternidad –y el nuestro–, en el caso de que alivie los agravios a los que se opone, es procurar espacios de libertad à la Arendtà la en los que los hermanos y las hermanas operen: participación política, rotación de cargos, puesta en común, virtud pública. Ello se debe a que, o la ciudadanía hereda el poder que resulta del litigio contra los padres opresores, o el resultado se habrá limitado a un cambio de tutela.

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Daniel Fernádez López es doctorando en Ciencias Políticas (UCM)  

[1] NIETZSCHE, Friedrich: Aurora, José J. de Olañeta, Palma, 2017, p. 574.

[2] Véase ROBESPIERRE, Maximilien: “Sobre la organización de las Guardias nacionales”, en Por la felicidad y por la libertad. Discursos, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, p. 64.

[3] DOMÈNECH, Antoni: El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicaba de la tradición socialista, Crítica, Barcelona, 2004, p. 59.

[4] HEATER, Derek: Ciudadanía: una breve historia, Alianza, Madrid, 2007, p. 148.

[5] SAINT-JUST, Louis Antoine de: “Sobre el juicio de Luis XVI”, en La libertad pasó como una tormenta. Textos del período de la Revolución Democrática Popular, El Viejo Topo, Barcelona, 2006, p. 57.

[6] ROBESPIERRE, Maximilien: “Sobre el proceso del rey”, en Por la felicidad y por la libertad. Discursos… Op. Cit., p. 174.

[7] MARX, Karl: “Manifiesto del Consejo General de la Asociación General de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871. A todos los miembros de la Asociación en Europa y los Estados Unidos”, en MARX, Karl; ENGELS, Friedrich; LENIN, Vladimir Illich: La Comuna de París, Madrid, Akal, 2017, pp. 34 y 68.

[8] MARX, Karl: “Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores”, en MARX, Karl y ENGELS, Friedrich: Obras escogidas (Volumen 1), Akal, Madrid, 2016, p. 397.

[9] MARX, Karl: “Manifiesto del Consejo General de la Asociación General de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871. A todos los miembros de la Asociación en Europa y los Estados Unidos”, en MARX, Karl; ENGELS, Friedrich; LENIN, Vladimir Illich: La Comuna de París… Op. Cit., p. 32.

[10] MARX, Karl: “Crítica del Programa de Gotha”, en MARX, Karl: “Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores”, en MARX, Karl y ENGELS, Friedrich: Obras escogidas (Volumen 2), Akal, Madrid, 2016, p. 22

[11] MARX, KARL: “Estatutos generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores”, en MARX, Karl y ENGELS, Friedrich: Obras escogidas (Volumen 1)… Op. Cit., p. 398.

[12] DOMÈNECH, Antoni: “La metáfora de la fraternidad republicano-democrática revolucionaria y su legado al socialismo contemporáneo”, Revista de Estudios Sociales, Número 46 (agosto de 2013), p. 21.

[13] https://www.cuartopoder.es/espana/2018/11/03/iglesias-frente-a-la-corrupcion-no-decimos-viva-el-rey-decimos-viva-la-republica/ y https://www.eldiario.es/politica/Garzon-Andalucia-primer-republica-federal_0_831867012.html

[14] Ibídem (Pablo Iglesias)

[15] BERTOMEU, María Julia: “Familia humana y fraternidad (política) en la Declaración Universal de Derechos de 1948”, Daimon. Revista Internacional de Filosofía, Suplemento 7 (2018), p. 18.

[16] “Últimamente [Engels escribe en el vigésimo aniversario de la Comuna, el 18 de marzo de 1891] las palabras > han vuelto a sumir en tanto horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!” ENGELS, Friedrich: “Introducción a la edición alemana de La guerra civil en Francia, publicada en 1891”, en MARX, Karl; ENGELS, Friedrich; LENIN, Vladimir Illich: La Comuna de París… Op. Cit., p. 95.

Un diario desde la Comuna

Un diario desde la Comuna

[17] WEIL, Simone: “Perspectivas. ¿Vamos hacia una revolución proletaria?”, en Escritos históricos y políticos, Trotta, Madrid, 2007, pp. 80 y 86.

[18] ENGELS, Friedrich: Del socialismo utópico al socialismo científico, DeBarris, Barcelona, 2017, p. 129.

[19] Akal volverá a lanzar El eclipse de la fraternidad en marzo de 2019, con prólogo de César Rendueles y epílogo de Daniel Raventós.

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