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Plaza Pública

¿Por qué hacemos huelga el 8M?

Pilar Garrido

Este 8M volvemos a la huelga feminista. Pararemos nuestras actividades, nuestros trabajos, nuestros estudios y también los cuidados. Los trabajos de cuidados son aquellos que sostienen la vida, que resultan imprescindibles para proporcionar el bienestar físico y emocional de las personas a través de vínculos interpersonales.

El movimiento feminista lleva tiempo demandando la necesidad de abordar la reorganización de los cuidados como elemento central para el cambio de modelo socioeconómico actual. El Estado social se sostiene, todavía hoy, sobre la división sexual del trabajo. Las Constituciones sociales reconocieron derechos al trabajador varón asalariado y se olvidaron del trabajo no remunerado de las mujeres. Un trabajo invisibilizado, realizado en el espacio privado, un trabajo de cuidados, que, aunque permanece oculto, contribuye al proceso de acumulación y participa en el ciclo del capital. En este modelo coexistirán siempre, por lo tanto (si no logramos combatirlo), ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda.

La figura del iceberg se suele utilizar para mostrar este modelo. La punta representa las actividades productivas remuneradas y la parte sumergida la del trabajo no remunerado que sostiene la vida, y es esta parte la que mantiene a flote todo el sistema económico. Las sociedades patriarcales capitalistas han decidido poner en el centro los mercados y mostrarse ciegas a las necesidades de la sostenibilidad de la vida.

La crisis económica y financiera del 2008 evidenciará desajustes en el funcionamiento del modelo de la economía global de mercado. La respuesta a esta crisis-estafa será más de lo mismo: seguir profundizando en la lógica de la acumulación, precarizando nuestras vidas, mercantilizando espacios vitales antes protegidos desde lo público. El objetivo es que el capital recupere la tasa de beneficio y esto se hará principalmente a costa de una peor vida para las mujeres.

El resultado es que las mujeres hacemos dobles o triples jornadas y la división sexual del trabajo significa tener los trabajos más precarios y peor pagados.

Para muestra, un botón. En Euskadi, mi tierra, las mujeres ocupan casi el 70% de los trabajos peor pagados. Esta situación de desigualdad tiene varias causas: las mujeres ocupan el 75% de la contratación a tiempo parcial, son las que se acogen a medidas como la reducción de la jornada y su presencia es mayoritaria en los sectores más precarios, con las condiciones retributivas peores del mercado laboral. Estos son sectores feminizados como el servicio doméstico, limpieza, cuidado de mayores, camareras, dependientas de comercios, etc.

Llegadas a este punto toca preguntarse cómo afrontamos un cambio de modelo que coloque la vida en el centro, la humana y la no humana. Al mismo tiempo, debemos estar muy atentas para que no se produzcan retrocesos ni cierres en falso.

Por un lado, existe una corriente ultraconservadora que plantea un proyecto de involución y de pérdida de derechos de las mujeres, ante el que hay que enfrentarse con firmeza y sin titubear. Por otra parte, nos encontramos con políticas implementadas bajo lo que se ha venido a llamar “neoliberalismo progresista”, que combina políticas económicas regresivas con políticas del reconocimiento aparentemente progresistas. El feminismo liberal, acorde a esta ideología, entiende la igualdad de género desde la lógica del mercado, plantea un modelo de mujer triunfadora, de éxito individual, que solo alcanza a unas pocas. Que no nos tomen el pelo: este no es el camino.

Se debe examinar la realidad desde la perspectiva de género y de manera crítica. En ese sentido, resulta esclarecedor cuestionar el sistema desde la posición que se otorga al cuidado de la vida. Como afirma A. Pérez Orozco el verdadero conflicto se da entre el proceso de acumulación del capital y la sostenibilidad de la vida. Las preguntas que nos hacemos no solo se refieren a cómo se reproduce la fuerza de trabajo sino que nos preguntamos sobre cómo se cuida, sobre quién sostiene la vida, sobre la cotidianidad y el bienestar del día a día. El verdadero reto que se plantea ahora mismo es explicitar cómo lo hacemos, cómo transitamos hacia ese nuevo modelo basado en la sostenibilidad de la vida.

Es un largo camino, no cabe duda, y eso nos obliga a resolver primero las urgencias, entre las que podemos citar algunas como la de mejorar las condiciones indignas de las trabajadoras del hogar o la de satisfacer adecuadamente las necesidades de las personas en situación de dependencia. Tras esto, deberemos pensar en políticas de transición que fijen una hoja de ruta que nos conduzca al reconocimiento del cuidado como un derecho colectivo, a su desprivatización y desfeminización.

En este sentido, supondría un gran avance que la Constitución recogiera el derecho al cuidado como derecho fundamental, para garantizar el acceso universal a este nuevo servicio público. Para su desarrollo debería articularse una política pública propia e identificable dirigida a la reorganización social de los cuidados, basada en la corresponsabilidad y dotada de recursos económicos suficientes. Todo esto, junto al fomento de medidas de conciliación apropiadas, como los permisos iguales e intransferibles para madres y padres, permitiría a las mujeres acceder y mantenerse en el mercado laboral en igualdad de condiciones que los hombres. Este 8M empujaremos todos estos cambios desde la calle. La revolución de las mujeres está en marcha. Si paramos nosotras, se para el mundo. _________________Pilar Garrido

Pilar Garrido es secretaria de Políticas sociales de Unidas Podemos.

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