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Andaluces y catalanes dialogando en Barcelona: ¿El mundo es como aparece?

Javier Aristu | Javier Tébar

En el poema El mundo de los demás, que forma parte del Cancionero de romances y ausencias, el poeta Miguel Hernández nos alerta sobre una idea que convendría tener presente: “Nadie me verá del todo / ni es nadie como lo miro / Somos algo más que vemos, / algo menos que inquirimos”. El mundo no es lo que parece, el hoy llamado conflicto catalán no es, ni tal vez haya sido nunca, un conflicto exclusivamente catalán.

En su libro España: historia de una frustración (Anagrama, 2018), Josep Maria Colomer plantea cuatro experiencias históricas frustrantes de nuestro país que podrían subyacer bajo algunos de los acontecimientos actuales. Estos cuatro fracasos serían los de España como Imperio, como Estado, como Nación y como Democracia, de manera que en ninguno de esos conceptos que vienen a significar lo que es la historia de las grandes naciones europeas merecimos buenas notas. No nos ocuparemos aquí del largo debate sobre la normalidad o la anormalidad española contemporánea dentro de la senda europea, pero la historia se puede prolongar más de lo que creen algunos políticos.

En 2019, en cierto modo, continuaríamos sufriendo los efectos de un trayecto histórico de siglos donde los fracasos como sociedad no fueron episodios menores. Por eso mismo no sería justo hablar, aisladamente, del problema catalán. Atinaríamos si nos refiriéramos mejor al problema de España, donde se encuentra como una parte del mismo la cuestión catalana. Hoy además de sufrir las consecuencias de más de un siglo de carencia de soluciones estables y sustantivas a la cuestión de la configuración del poder territorial en España, asistimos a la confluencia de este con otros problemas de más reciente factura y que se deben no tanto al problema territorial sino a la irrupción de unas crisis económica, social, política, cultural y ecológica que ponen en cuestión un modelo de sociedad in toto, que por extensión plantearía una inestabilidad profunda del propio proyecto de la Unión Europea.

La actual crisis catalana es, por tanto, un mix de raíces históricas y de causas contemporáneas. Tratarla con recetas antiguas, extraídas exclusivamente de fracasos pasados, tal vez, lleva al error. Tan inexacto sería confundir esta crisis independentista con la de la crisis de fin de siglo, la de 1898, como pensar que nada tiene que ver la evolución del catalanismo histórico. Insistimos, es una crisis original y a la vez eco de unas crisis históricas anteriores.

En este contexto, desde hace unos meses nos empeñamos en un proceso de intercambio de ideas y propuestas a partir de las realidades sociales y culturales de Cataluña y Andalucía, dos comunidades que han sido constituyentes esenciales de la España histórica y del actual Estado autonómico. Llamamos Diálogos a este proceso de reconocimiento entre ambos sujetos. Desde la especificidad y diversidad queremos establecer un proyecto común de convivencia que recoja lo mejor de nuestras propias sociedades y las innovaciones de un tiempo histórico vertiginoso. En estos Diálogos no caben las actitudes emocionales, emotivas, llamadas a excitar el componente más irracional e irreflexivo de la ciudadanía. Tampoco apostamos por reclamos identitarios excluyentes que solo esconden el miedo y el temor al encuentro con el diferente. Ni nos gustan las banderas exclusivistas ni nos emocionan himnos que exaltan valores esencialistas. Nos impulsan palabras como razón, encuentro y pensar en común. El diálogo como instrumento de civilización. Ingenuidad para algunos, para nosotros son hoy necesarios optimismo y voluntad. Para ese indispensable camino que hemos de realizar juntos catalanes y andaluces nos hemos convocado en Barcelona, los próximos días 5 y 6 de abril, en el Palau Macaya del Paseo de Sant Joan. Allí nos vamos a reunir más de cien profesionales e intelectuales de ambas comunidades dispuestos a dialogar, hablar, intercambiar ideas y debatir, tareas más necesarias que nunca en nuestro país.

Porque es necesario volver a pensar y hacerlo de otra forma. Hacerlo de manera abierta. Utilizar argumentos razonados, siendo capaces de superar esquemas rígidos basados en viejas doctrinas como la “conllevancia” y el “cuanto peor mejor”. Situarnos lejos del esquema de los vocablos del antagonismo, la separación o la divergencia como frontispicio de una política que solo puede llevar a otra nueva frustración histórica. El problema actual es de una enorme gravedad y necesitamos actitudes abiertas y formas prácticas donde el “todo o nada” deje espacio a una concepción estructural de acuerdos parciales. Solo desde una visión compleja será posible acometer un proceso que va a ser largo, sinuoso, complicado y marcado por avances y retrocesos, donde cada paso adelante será posiblemente parcial pero repleto de un significado positivo.

Porque se hace cada vez más necesaria la apertura de un marco de diálogo estable, sometido exclusivamente a los principios de la pluralidad de opiniones y de la racionalidad de las propuestas. Y ese marco debe darse en el plano de la política, territorio en el que seguimos creyendo a pesar de sus actuales deficiencias y sus históricos errores, pero también en el plano de la sociedad civil. Diálogo por arriba, por en medio y por abajo que propicie una corriente y que conecte cada uno de estos espacios.

En este mundo global e interdependiente donde las soberanías nacionales vienen siendo desde hace tiempo reemplazadas por otras, los procesos de separación pueden ser en un principio una forma de reforzar pretendidas “identidades”, aunque luego y rápidamente puedan conducir a un resultado más frustrante de aquel que se pretendió superar. Miremos con atención lo que está ocurriendo en el Reino Unido con el Brexit porque es posible que en ese proceso estén contenidos algunos de los elementos de nuestro propio devenir futuro como catalanes y españoles si no corregimos el rumbo. El posible paso adelante ante esta situación hoy tiene un nombre: Europa como un proyecto de unidad política con el requisito y el reto imprescindible de convertirlo en un espacio plenamente democrático.

El poeta de Orihuela decía también: “Algún suceso de todos/pasa desapercibido./Nadie nos ha visto. A nadie/ciegos de ver, hemos visto”. Pues bien, este puede ser un motivo, entre otros muchos, para que esta iniciativa de diálogo catalano-andaluz en el espacio público fructifique y mantenga su continuidad en un futuro. _________________Javier Aristu es profesor de Literatura y Javier Tébar es historiador. Son los coordinadores de los Diálogos Andalucía Cataluña que se van a celebrar en Palau Macaya (Barcelona) los días 5 y 6 de abril.

Javier AristuDiálogos Andalucía Cataluña

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