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El mitin sigue vivo

Rafael Sánchez

Se acaba de terminar una campaña electoral y está a punto de comenzar otra, y de nuevo habrá mítines por toda España. El mitin es sin duda un evento de propaganda política imprescindible en las campañas electorales. Si echamos la vista atrás comprobaremos que mientras los debates electorales dependen de la decisión de los candidatos el que se celebren o no, los mítines no se ponen en cuestión porque, más allá de que en la actualidad ya no se llenen grandes recintos, su repercusión en los medios de comunicación –especialmente en la televisión– y en las redes sociales aporta un gran rédito electoral a los partidos políticos.

En los años noventa hubo agoreros –entre otros el periodista Carlos Estévez– que vaticinaron que el mitin había muerto. Sin duda le inducía a hacer esta aseveración el éxito de los dos debates electorales que mantuvieron Felipe González y José María Aznar en 1993. Pero parece evidente que la crónica política de las últimas décadas, y por supuesto la realidad actual, desmienten claramente este vaticinio. Otros, ya en época más reciente, argumentaron también que con la llegada de Internet se había terminado el mitin. Pero nada más lejos de la realidad. Se hacen precisas en cualquier caso algunas puntualizaciones.

El mitin ha evolucionado sustancialmente desde el retorno de la democracia a nuestro país. En los primeros años de la democracia y hasta mediados de la década de los noventa, la televisión –incluso después de la aparición de los canales privados– ejercía una función informativa y de altavoz de los mensajes que lanzaban los líderes políticos en los mítines de las campañas electorales. En esos años las crónicas electorales de las televisiones recogían amplios resúmenes de los principales mítines, en ocasiones celebrados el día anterior. No había, por supuesto, conexiones en directo con los escenarios de estos eventos, y además el control sobre este tipo de información política lo ejercían las televisiones y los profesionales que cubrían las campañas electorales.

A mediados de los años noventa, en concreto en la campaña de las elecciones municipales de 1995, el PSOE utilizó por primera vez equipos de televisión propios para la grabación y difusión en los canales de televisión de sus principales mítines de campaña. Es lo que se conoce como señal pool o señal institucional. En las elecciones generales de 1996, el PP incorporó a sus mítines los mismos medios utilizados por el PSOE. Esta importante novedad marcó un antes y un después en la evolución del mitin en nuestro país. A partir de este momento eran los dos grandes partidos los que ejercían el control sobre la información de sus mítines que emitían los canales de televisión, fundamentalmente porque disponían de recursos y estrategias para conseguirlo. En estos años, y se puede decir que hasta la campaña de las elecciones generales de 2011, tanto el PSOE como el PP llenaban plazas de toros y grandes recintos deportivos. La exhibición de esta gran capacidad de convocatoria de los dos principales partidos era importante porque las imágenes de estos mítines multitudinarios reforzaban en televisión el apoyo masivo que tenían sus candidatos.

En las últimas campañas, y especialmente desde la aparición de Podemos y Ciudadanos, la asistencia a los mítines ha disminuido. Hay que reconocer que Internet y la extensión e influencia de las redes sociales han tenido algo que ver. Pero a pesar de ello no se puede admitir, como mantienen algunos expertos, que las redes sociales han sustituido a los mítines. Siguen existiendo por y para la televisión. Los candidatos no lanzan sus mensajes sólo para los miles de personas que asisten a estos eventos, sino para los millones de espectadores que reciben la información de las campañas electorales a través de la televisión. Esta es una realidad incuestionable y el mitin, a pesar de los avances tecnológicos y de que los partidos ya no llenen plazas de toros y grandes recintos deportivos, sigue siendo una insustituible herramienta de propaganda política. ____________________

Rafael Sánchez es doctor en Periodismo y autor del libro El mitin en España. De la plaza de toros a la señal institucional.

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