Plaza Pública

26M: Jim Thompson, Sam Peckinpah y los nombres ilustres del PP

“Yo no creo, te lo digo aquí en privado, entre tú y yo, que haya que hacer más cambio de rumbo que volver a mirarnos a nosotros mismos, recordar nuestros nombres y decirle a la gente los servicios que hemos prestado a nuestro país”. Son palabras del eurodiputado valenciano Esteban González Pons a Pablo Casado, su jefe de momento en el Partido Popular.

Leo esas palabras del nuevamente candidato del PP en las elecciones europeas y me acuerdo de La huida, la fantástica novela de Jim Thompson llevada al cine en 1972 por Sam Peckinpah y protagonizada por Steve McQueen y Ali McGraw. Están preparando el atraco a un banco el gánster Rudy Torrento y su joven y bastante tonto compinche Jackson. Como Jackson no para de decir gilipolleces sobre otros colegas muy poderosos, el jefe le suelta indignado: “Con uno como tú ya no querrían tener más. Esparcirías gérmenes de idiotez a tu alrededor y toda la población se volvería estúpida”.

La conversación entre González Pons y Casado tuvo lugar en València hace unos días, ya metidos en campaña para las elecciones del 26 de mayo. Durante veinticuatro años gobernó en la ciudad de València Rita Barberá, y en la Generalitat Eduardo Zaplana, José Luis Olivas, Francisco Camps y Alberto Fabra lo hicieron otros veinte. Una alcaldesa y cuatro presidentes. Si González Pons se gira con Casado para mirarse en el espejo de su partido lo que verá es una ciénaga llena de podredumbre, de mentiras a destajo, de un cinismo más grande que la cara oculta de la luna que cantaban los Pink Floyd. Si se pone a recordar los nombres de grandes compañeros de partido, sus noches y sus días se convertirán en una pesadilla que no la superan ni los relatos de terror de H. P. Lovecraft.

Por centrarme sólo en territorio valenciano, los expresidentes Eduardo Zaplana y José Luis Olivas han estado en prisión por casos de corrupción. Y Francisco Camps anda metido hasta las cachas en diversas ramificaciones del Caso Gürtel, por una de las cuales –la construcción del circuito de Fórmula 1– fue imputado por el juzgado número 17 de Valencia. Sin olvidarnos de aquellos famosos trajes que desatascaron los desagües de la pestilencia del PP y del escándalo que estalló con la visita del papa Benedicto XVI y supuso la imputación del mismo Camps con, entre otros, su amigo y compañero de rezos y secretos de confesión, Juan Cotino, acusados por la fiscalía de los delitos de prevaricación, malversación y fraude a la administración. No sé si finalmente se librará Camps de la cárcel, pero si lo hace será por uno de esos milagros que alguna vez tuvieron nombres de jueces amigos y la chiripa de un jurado popular que lo salvó por los pelos en el último momento.

Eso en lo que se refiere a los expresidentes del PP en el Gobierno valenciano. Faltan en la lista Rita Barberá y su equipo al completo en el Ayuntamiento de València: todo ese equipo, incluida la jefa, imputados por una corrupción que tiene que ver con el blanqueo de capitales, financiación irregular y hasta con el silencioso aeropuerto de Castellón que se construyó para goce particular el entonces presidente de la Diputación Calos Fabra, quien, por cierto, fue condenado a cuatro años de cárcel por defraudar casi un millón de euros a la hacienda pública.

Y aún otro nombre más para la historia negra del PP: Rafael Blasco. El que fuera hombre fortísimo en todos los gobiernos valencianos del PP fue condenado en 2014 a seis años de cárcel en una de las vertientes -sólo en una y le quedan pendientes unas cuantas- del llamado Caso Cooperación. Desde la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía dirigida por Blasco se tenían que enviar para ayuda a Nicaragua más de millón y medio de euros. Sólo llegaron poco más de cuarenta mil. El resto –según la sentencia– fue a parar a los bolsillos del propio Blasco y algunos de sus colaboradores.

Estos son sólo unos cuantos nombres de los cientos de imputados que el PP tiene –o tenía hasta que olían insoportablemente a chamusquina– en su nómina. No sé si cuando González Pons le decía a su jefe que había que volver a “recordar nuestros nombres” se refería a los que acabo de sacar aquí y tantísimos otros que no cabrían en un millar de artículos como éste.

Y vamos con la tercera sugerencia de González Pons al oído de Casado: “Hemos de volver a decirle a la gente los servicios que hemos prestado a nuestro país”. Pues vale, que empiece a dictar cuáles han sido esos servicios porque a mí sólo me salen los que han convertido nuestro país en un secarral de antiguas ilusiones, en el paraíso de la precariedad, en el mapa obscenamente manchado en rojo de los desahucios, en una calle con la libertad de expresión insoportablemente amordazada, en un paisaje moral y económico donde la austeridad ha supuesto que los ricos se hayan hecho más ricos y los pobres mucho más pobres, en un expolio económico provocado por las fugas de capitales y los perdones del gobierno a los defraudadores, en una cartografía política donde la corrupción acabó por expulsar de su cargo al mismísimo presidente del gobierno y del partido Mariano Rajoy.

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Las palabras de González Pons caen en el saco mal remendado de su partido para las elecciones del 26 de mayo. Es por eso –por esas elecciones– que el PP y Ciudadanos andan a la greña. En cada farola levantan la patita y mean para señalar su territorio. Si no fuera porque la risa hace tiempo que desapareció de nuestros días cotidianos por culpa de gente como Casado y Rivera, la cosa sería para reírnos. Lo que haya de ser o no este país les importa un pito. Sólo desplazar al otro en el escenario oficial de la derecha les importa. Por mucho que quieran disimular, se trata de una lucha entre hermanos, entre viejos camaradas que escenifican para la concurrencia unos leves y descacharrantes rifirrafes. Los dos –con escasos y mínimos matices– significan lo mismo. Por eso cuando pasen las elecciones se juntarán como si nada en aquellos sitios donde su acuerdo pueda desplazar de los gobiernos municipales y autonómicos al progresismo o a la izquierda. Y para completar esos acuerdos –cuándo y donde les haga falta– ahí estará Vox para repetir tranquilamente la foto legionaria de la madrileña plaza de Colón.

Por cierto, que cuando el gánster Rudy Torrento le dice a Jackson que es un imbécil por decir las tonterías que dice, el compinche tonto le contesta: “Lo siento… no quería decir nada”. Y el jefe Casado (digo Rudy Torrento) le contesta: “Y no has dicho nada. Un cero así de gordo, eso es lo que eres”. Y Esteban González Pons agacha dócilmente la cabeza y se va a un rincón oscuro para purgar amargamente sus ridículas y tontas ocurrencias. _________________

*Alfons Cerveraes escritor. Su último libro publicado esLa noche en que los Beatles llegaron a Barcelona(Piel de Zapa, 2018).

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