Plaza Pública

Lo malo no es que piensen que somos idiotas: lo peor es que a lo mejor lo somos...

Muchos días te levantas más o menos en paz con el mundo y a los cinco minutos ya estás buscando un refugio donde no te alcancen las primeras noticias de la mañana. Se agria inmisericorde el café con leche, y las tostadas parecen de repente un grumo socarrado, sin compasión, por el desasosiego. ¡Menuda manera de empezar el día! Pero haces de tripas corazón y decides ser valiente y convertir el miedo en coraje, como escribía Benedetti. Adelante con los faroles, pues, y a ver si fuera del refugio existe algo que te ayude a que la vida sea algo más soportable que los telediarios. Eso sí, has de andar sorteando sabiamente las boñigas que, madrugadora ella, ha ido desperdigando por las calles y los cafés esa prensa –casi toda– que vive de anunciar cada día el apocalipsis si el PSOE y Unidas Podemos (y no te veas si con la ayuda de los independentistas catalanes) se juntan para intentar, aunque sea tibiamente, que los bancos y las empresas multimillonarias no gobiernen del todo este país.

Ya sé que la noche del 28 de abril los gritos a las puertas de Ferraz eran más claros que la voz de Elton John en esa maravilla canción que es Your song: ¡Con Rivera no! Pero esos gritos no tienen el teléfono directo de Pedro Sánchez y los barones socialistas y los del Banco Santander y la CEOE sí que lo tienen. Por eso, a estas alturas, el PSOE sigue escurriendo el bulto a la hora de decidir con quién se junta para formar gobierno. Y es ahí, y en ese instante, cuando su mirada bizquea más que la niña de El Exorcista. No hay manera de que se decidan a tener criterio propio. Siempre hay alguien que los llena de miedo. No se convencen de que alguna vez han de dar un paso al frente y convertir en verdad lo que pone en los carteles que colocan detrás de sus actos públicos y en sus mítines: “Somos la izquierda”.

¡Pues venga, dejen de mirar a Ciudadanos de una vez y arriesguen a que les monten un pollo de campeonato los amos de la Patria y su prensa recién salida del túnel de la bruja!

No sé qué más ha de hacer Ciudadanos para que sea considerado un partido de la derecha dura. No sé qué más han de hacer, su líder y el coro que lo acompaña siempre y a ratos lo sustituye, para que los metamos sin dudar un solo segundo en el saco de las derechas duras, o extremas, o como ustedes las quieran llamar. O sea, hablando claro y más raso que un día de sol por las montañas de mi pueblo: PP, Vox y Ciudadanos son las tres derechas, tanto monta monta tanto, que intervienen en la política de este país, un país que, como decía al principio, tarda en agobiarse lo que tarda en empezar el primer informativo de la tele. Y, sin embargo, ahí están los de Rivera, Arrimadas y el Ibex 35 paseando su figura por los platós como si fueran los hechiceros de una tribu en bancarrota permanente y sin remedio, salvo si el remedio lo sacan ellos como sacan en el circo los conejos de la chistera los magos.

Cuando dicen que no quieren saber nada de Vox y que sólo negocian gobiernos con el PP es que piensan que somos tontos, que nos lo creemos todo, que nos emboban con la palabrería hueca de los vendedores de crecepelos falsos en las películas del Oeste. No me explico, de verdad que no me lo explico, el respeto que aún tanta gente le sigue dispensando a esa tropa que llega a creerse, por el tono de sus intervenciones, que la democracia no existía hasta que su líder cambió la chaqueta abombada de los pijos y el saludo fascista brazo en alto por la desnudez de su cuerpo en los principios de su aventura política. Hablan, sin que se les mueva una pestaña, de lo que este país necesita para salir de todas las crisis. O sea: este país necesita imperiosamente a Ciudadanos.

No han quedado los primeros en ninguna de las últimas elecciones, pero ellos dicen que son los primeros en el mapa que han dibujado los resultados de esas elecciones. Si recorremos lo que hacen los tres partidos de la derecha, ¿qué profundas diferencias hay entre ellos? Muy pocas, casi ninguna. Son socios naturales los tres, diga lo que diga Ciudadanos. Allá donde puedan salvarse unos a otros harán lo imposible para salvarse. Allá donde puedan impedir que gobierne la izquierda, harán lo imposible para impedir que pueda formarse ese gobierno progresista o de izquierdas. Y es evidente que, visto lo visto, los tres partidos son cada vez más de extrema derecha que de derechas a secas: ¿o no?

Pero lo malo no es que Ciudadanos crea que somos idiotas, es que a lo mejor lo somos. Si no, no me explico que les demos tanta bola y nos mareemos tanto a la hora de poner adjetivos más o menos amables a ese partido cuyo mejor símbolo habría de ser una veleta. Es claramente Rivera, quiera o no quiera, colega en el tango mano a mano de Casado y Abascal. Por eso no sé qué tarda el PSOE en dejar de mirar hacia la derecha de una puñetera vez y hacerles caso a quienes la noche del 28 de abril gritaban bajo el balcón donde estaba Pedro Sánchez que con Rivera no.

Pero qué quieren que les diga. No sé si el jefe hará caso a esas voces cristalinas o una vez más seguirá las órdenes que siempre dan los dueños del dinero. “Decepciónate tranquilamente”, escribe la poeta griega Kikí Dimulá. Pues no sé cómo puedes decepcionarte tranquilamente si al final ya no te caben en el cuerpo más decepciones. Ni más desasosiego. Pero, a pesar de ese desaliento y otros muchos, hemos de seguir -y seguiremos- dando la vara para que la vida política en este país deje de ser una oportunista y cínica timba de tahúres.

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