Plaza Pública

Octubre octubre, Latinoamérica en la encrucijada

Sergio Pascual

Estado de excepción en Chile, el ejército en la calle, memorias de 1973, 19 muertos y un presidente que dice estar “en guerra” con el pueblo sublevado frente a la enésima agresión, esta vez la subida del precio del metro, el medio de transporte de masas y mayorías en el país andino. En Ecuador, un par de fronteras al norte, toque de queda y revuelta popular contra la subida del combustible y los transportes. Anunciado retorno del kirchnerismo en Argentina, controvertida revalidación del mandato de Evo Morales en Bolivia con una oposición en armas cantando fraude a pesar de perder por más de 10 puntos y no controlar Senado ni Congreso fruto de su propia división. Entre tanto, crisis institucional y cierre del Congreso en Perú, no sucedía desde el autogolpe de Fujimori en 1992.

Estamos sin duda ante el más caliente de los otoños políticos de los últimos años en América Latina.

En sociedades cada vez más interconectadas los movimientos tectónicos en los sentidos comunes, las agendas y los consensos sociales se extienden con creciente velocidad. En aquellos casos en los que opera como amplificador un idioma común, una cultura compartida e incluso grupos mediáticos societariamente indistinguibles, el péndulo bascula con una velocidad pasmosa de un extremo al otro.

En el momento de escribir esta crónica, en Ecuador, un país acostumbrado a que los presidentes caigan por la presión de los movimientos sociales, el presidente Lenin Moreno había huido de la capital y su ministro de defensa había declarado que las “Fuerzas Armadas pueden apelar como cualquier otro ciudadano a su derecho a la autodefensa” una amenaza al conjunto de los ecuatorianos que ya se ha cobrado al menos una víctima mortal y la declaración del Estado de Sitio y el toque de queda en el país. Entre tanto la gobernadora de Pichincha (la región capital), Paola Pabón, está encarcelada y la expresidenta del Congreso Gabriela Rivadeneira ha tenido que buscar asilo en la embajada mexicana. Mientras el Gobierno baja impuestos a importadores y exportadores, la ciudadanía y los movimientos sociales se rebelan contra la subida de los combustibles, un tarifazo que afecta al ya golpeado bolsillo de los ecuatorianos más humildes y que hace recaer sobre los más débiles el coste del ajuste presupuestario.

En Chile, al menos 19 muertos jalonan las imágenes del ejército desatado tomando las calles reprimiendo a una creciente protesta que aúna memoria de las luchas contra la privatización del sistema de pensiones, la ampliación de la educación pública o la jornada de 40 horas. La subida a 1 dólar del precio del metro en un país con un salario mínimo de 423 dólares fue la chispa que incendió la pradera.

Entre tanto en Perú, el Congreso fujiaprista, con sus dos referentes, los expresidentes Alberto Fujimori y Alan García condenados por corrupción (García se suicidó antes de ser detenido), llevaron hasta el extremo su apuesta por secuestrar los poderes del Estado, nombrando en una sesión express a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, lo que derivó en una crisis institucional sin precedentes en la que el Congreso y el presidente de la República se destituyeron mutuamente. Por unas horas el Perú llegó a tener dos presidentes –o ninguno–. Finalmente la ciudadanía se volcó en las calles pidiendo el cierre de un Congreso identificado con la corrupción sistémica en el país, lo que terminó por animar al presidente Vizcarra y a las fuerzas armadas a decantarse por la salida constitucional de convocatoria de elecciones legislativas anticipadas.

Bolivia se despierta hoy incendiada por la oposición, que desconoce el resultado arrojado por el sistema de conteo rápido en las elecciones del domingo: 10,1 puntos de ventaja para Evo Morales, una victoria amplia por más de 10 puntos pero que evita la segunda vuelta electoral por la mínima (la legislación boliviana exige ganar por más de 10 puntos para certificar victoria en primera vuelta), y que hace retroceder una década al país andino en términos de tensión política entre indios (kollas) y K'aras (blancos), entre el oriente autonomista criollo y el occidente quechua y aymara.

En Argentina asistimos al derrumbe del espejismo de la política ficción, del candidato construido sobre el terreno discursivo pero sin apoyos partidarios, de movimientos sociales ni estructuras territoriales. Finalmente en Argentina se ha evidenciado que hay mucha distancia entre hacer buenas campañas y hacer buenos gobiernos, o lo que es lo mismo, como ya se dice en las calles bonaerenses, frigorífico vence a televisión. Todos los estudios apuntan a que los argentinos darán una victoria aplastante al kirchnerista Alberto Fernández y a Cristina Fernández de Kirchner, que volvería a la Casa Rosada como vicepresidenta.

La resolución de las crisis políticas en Ecuador, Chile y Perú y los resultados electorales en Bolivia y Argentina –y quizá en Portugal y España– muestran en definitiva el agotamiento propositivo de las derechas iberoamericanas, incapaces de construir proyectos solventes y viables apenas agotan la capitalización de los errores atribuidos al ciclo progresista de los 2000.

América Latina se enfrenta a una encrucijada. La derecha ha elegido nuevo rumbo, lo marcan Chile y Ecuador con un severo retroceso de libertades y graves violaciones de las convenciones de Derechos Humanos. Del otro lado el escenario electoral apuntaría a una recuperación de las fuerzas progresistas en lo que sin duda es una nueva ventana de oportunidad para estrechar lazos y generar sinergias constructivas entre futuros gobiernos de países cultural, política y económicamente hermanados… De cómo se resuelva este cruce de caminos dependerá que esta región del mundo emboque una nueva década ganada o vuelva a los tiempos oscuros que creímos enterrados en el pasado. ________________

Sergio Pascual es analista de CELAG y fue diputado en el Congreso en las legislaturas XI y XII

 

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