Plaza Pública

Carta abierta a Juan Diego

Francisco Javier López Martín

Juan,

Los compañeros del Instituto de Estudios Sociales de CCOO de Castilla-La Mancha acaban de concederte el Premio Abogados de Atocha. Ya lo han recibido antes periodistas como Rosa María Mateo, escritoras como Almudena Grandes, cantantes como Raimon, juristas como José Antonio Martín Pallín, políticas como Manuela Carmena.

Ya en el año 2015 habías subido al escenario del Auditorio Marcelino Camacho para recoger otro Premio que lleva el mismo nombre y que concede la Fundación Abogados de Atocha, promovida por CCOO de Madrid. En aquel momento el premio no era a título personal. Lo recogiste junto a Concha Velasco, en representación de quienes participasteis en aquella impresionante huelga de actores de 1975.

Tienen fijación estos sindicalistas contigo, la verdad. No sé bien qué les das, qué les has dado, qué reconocen en ti que no vean en otros. Bueno, tal vez sí, algo intuyo. Esa mezcla de dureza y fragilidad, o de fragilidad combatida con la voluntad de ser. Hasta cuando te conviertes en tripulante golpista del Dragon Rapide, en señorito insufrible y despiadado de los Santos Inocentes, o en el general Armada del 23-F.

Tal vez también el amor mesiánico, redentor y milenarista que buscamos con la misma intensidad de Juan de la Cruz. O la añoranza de aquel primer blanco y negro Estudio 1 en el que triunfaste haciendo teatro televisivo sin descanso.

Te lo has llevado todo, o casi todo. Los Goyas a mejor actor de reparto y protagonista. Los Max, la Concha de Plata en San Sebastián, Viña del Mar en Chile, Málaga, Turia, ACE en Nueva York, Círculo de Escritores Cinematográficos y, cómo no, el de tus compañeros y compañeras de la Unión de Actores, el sindicato de tantas y tantos jóvenes y no tan jóvenes actores, que sobreviven con frecuencia como camareros y que pocas veces consiguen subirse a un escenario y cumplir un sueño.

En eso que llaman la Profesión te quieren, como se quiere a quien un día se la juega por los compañeros y compañeras. 1975, el dictador no había muerto, la dictadura lo hacía todo para sobrevivirle. El miedo atenazaba a muchas personas. Y ahí estabais vosotros, convocando una huelga para reclamar cosas de puro sentido común. Un día de descanso semanal, el pago de los ensayos, sólo una función al día.

Con un sindicato franquista oficial, aquella huelga suponía jugarse detenciones, cárcel, perder el trabajo y hasta ser acusados de terrorismo. Nada de todo ello faltó. La huelga comenzó en Madrid y se fue extendiendo a cada día más teatros, secundada por los actores de Barcelona, Televisión Española, y otros lugares del país. Hasta los circos y los tablaos pararon.

No fue general, pero fue masiva. Y sí, hubo detenciones, agresiones, presiones de todo tipo, despidos y acusaciones de lo más variadas, incluida la pertenencia a las bandas terroristas FRAP y ETA. Allí estabas, no estabas solo, pero diste la cara y la pusiste ante las cámaras, aún a riesgo de que te la partieran un mal día de esos que abundaban por aquel entonces, cuando tipos como el famoso, incombustible y aún exaltado y premiado Billy el Niño, campaban a sus anchas.

Pareció una derrota aquella retirada a cambio de libertad para los detenidos, con multas duras, despidos directos, despidos encubiertos, listas negras. Pero aquella derrota cambió el mundo de los actores. Os dio confianza, nos llenó de orgullo y, más temprano que tarde, las funciones fueron diarias, los ensayos reconocidos como tiempo de trabajo retribuido, al menos un día de descanso semanal.

Para quienes estudiábamos, trabajábamos y estudiábamos, los que sólo trabajábamos, o buscábamos algo en lo que trabajar, erais espejo en quien reconocernos, encarnabais los personajes que un día querríamos representar, o a quien siempre querríamos desterrar.

Las Comisiones Obreras eran ilegales y sus dirigentes, juzgados en el Proceso 1001, se pudrían en la cárcel de Carabanchel. Los Tribunales de Orden Público habían hecho una escabechina de sindicalistas y militantes políticos, especialmente del PCE. El dictador se aprestaba a morir matando, pocos meses antes de partir hacia Cuelgamuros. El franquismo seguiría matando por las calles y en los despachos de abogados años después de la muerte de su Caudillo.

Hoy, pasados los años, 45 nada menos, cada vez que vemos una película, una serie, o salimos de un teatro, nos seguimos sintiendo orgullosos de gentes como tú. Sabemos que el valor de la fuerza del trabajo sigue siendo olvidado, denigrado, burlado, despreciado, mientras quienes viven de nuestras desgracias, se sienten y se saben los dueños del mundo.

Cada vez que veo ese hermoso vídeo, Muertos de hambre, vuelvo a sentir la misma rabia. Tengo dos hijas actrices, como podrían haber sido otra cosa. Total daría igual en esta España, donde el trabajo, la formación y el arte siguen siendo un desperdicio ni agradecido, ni reconocido, ni pagado. Desde 2008 más de 850.000 jóvenes menores de 30 años se han ido de España en busca de trabajo y futuro. Y eso que sólo aparecen en las estadísticas los censados en los consulados. Parece ser que la cifra real rondaría 1,5 millones.

Tú, no solo tú, fraguando la unidad de muchas y muchos, hicisteis lo que aquel día había que hacer. Esa es la lección y el ejemplo. Los trabajadores y las trabajadoras también hicieron en aquellos tiempos de encrucijada lo que había que hacer.

Hoy, como ayer, así tomados de uno en uno, de una en una, no somos nada, casi nada. Hoy, como ayer, toca defender unidos los derechos, fortalecer la democracia, preservar la libertad, Ninguna de las dos salen gratis, ambas cuestan, no se conquistan para siempre. Siguen siendo nuestro compromiso compartido y necesario.

Gracias Juan y enhorabuena por esos merecidos premios.

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