Plaza Pública

González & Aznar SL

Los veo siempre juntos. Como si la vida les hubiera sido propicia hacia una amistad insobornable. La política los reunió hace años, cuando parecían enemigos. Pero claro, como el tiempo más pronto o más tarde acaba desenmascarando la impostura, se demostró que lo de aparecer públicamente como enemigos era sólo un paripé, la nada sutil puesta en escena de la superchería. Ha habido parejas famosas en el mundo del espectáculo. En la ficción y en la realidad. El Gordo y el Flaco, Sherlock Holmes y el doctor Watson, Gary Cooper y Burt Lancaster en Veracruz, El Dúo Dinámico. Pero, ahora mismo, el oscar es para Felipe González y José María Aznar.

Sería un dúo humorístico, pero el humor es noble, sale del alma de quien lo crea, pone a quien lo recibe en ese atolladero difícil de la media sonrisa y las lágrimas sin trampa ni cartón. Por eso, los dos que aparecen a todas horas en las fotografías no son unos artistas del humor sino de la desfachatez. Les importa un pito lo que de verdad pasa en este país, las penas que lo aquejan. Decía Faulkner que entre la pena y la nada, escogía la pena. La nada es lo peor, dejar de lado lo que está pasando, lo que nos está pasando, el grado cero de la imbecilidad. Pero esos dos, entre la pena y la nada, han escogido la nada. El vacío cínico de dos personajes para los que, como escribía Quevedo, “hablar es morder”. Y a eso se aplican con una complicidad que te obliga a taparte los ojos y la nariz para que la vista y el olfato no te nublen la razón.

¡Y pensar que esos dos fueron presidentes de gobierno durante muchísimos años!

Los ves tan panchos en sus bolos por las televisiones y te aguantas las ganas de estrellar en la pantalla lo que tengas más a mano. De palique distendido, como dos viejos camaradas que trincaron las esperanzas de tanta gente para hacer con ellas ruinas de ilusión y jirones de desencanto. Ahora acaban de aparecer, cogidos de la mano, en un llamado Congreso de la Sociedad Civil, reunido por la grandilocuente idea de “repensar España”. Nada menos: esa sociedad civil que ellos siempre despreciaron cuando gobernaron y esa España que para ellos es únicamente la Patria infame del dinero. Ha dicho González, despectivamente, que la reunión de los gobiernos español y catalán “es una performance”, y el colega, que está “angustiado” por lo que está pasando en España. No se dan cuenta –porque no les da la gana– de que la performance es también algo noble en el mundo del arte y de que la angustia de verdad te retuerce de dolor, como si tuvieras un alien enroscado en las tripas. Pero ellos se mofan de la nobleza del arte y del daño que, como una lapa, lleva enganchado, no sé cuánto tiempo, en las entrañas de un país y una democracia que ya no pueden más con las mentiras que los acosan por todas partes.

Esos dos forman parte de esas mentiras.

Creo que esa sociedad civil se merece, precisamente, algo mejor que la trayectoria política e ideológica de los dos exmandatarios. Su mundo, el de la pareja, es otro muy distinto al de esa sociedad civil que tanto parece preocuparlos. Pertenecen, los dos, a un mundo viejo habitado por espectros de un pasado que ellos se empeñan en rehabilitar, a golpe, eso sí, de suculentos talones bancarios por sus conferencias y de los sueldos extratosféricos que reciben de las empresas que ellos apoyaron cuando gobernaban.

Lo peor es que aún hay gente que se cree lo que dicen. Sobre todo, dentro de sus propios partidos. Una pena. No hay más que mirar las caras de la pareja para darnos cuenta de que, por dentro, se están meando de la risa. En fin…

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