Plaza Pública

En memoria de Landelino Lavilla

Meritxell Batet

Landelino Lavilla presidió el Congreso de los Diputados entre 1979 y 1982. El carácter fundacional de su Presidencia y su forma de ejercerla configuraron nuestro Parlamento, al igual que su previa trayectoria política, junto con la de otros miembros de su generación política, configuró nuestro sistema democrático. Por ello, nuestro agradecimiento perdurará tras su fallecimiento con nuestro reconocimiento y nuestro recuerdo. Quienes tras él accedemos a la Presidencia del Congreso, tenemos un constante referente en su ejemplo.

Como presidente del Congreso, pero también antes como diputado y ministro y después como miembro del Consejo de Estado, Landelino Lavilla tuvo la oportunidad de participar decisivamente en muchas decisiones que fueron fundamentales y que, en buena parte, aún hoy mantienen su vigencia, testimonio de su valor. Asumió esa responsabilidad siempre con vocación de servicio y con ilusión por su tarea, con convicción y también con respeto y atenta consideración a los demás.

En tiempos muy difíciles y de intenso enfrentamiento político, supo advertir y recordar que son diversas las formas de definir y defender el interés común; y que esas diferencias no servían para deslegitimar una u otra opción, sino para encontrar consensos o para contraponer con respeto y humildad cada una de las posiciones políticas.

Muchos recordarán hoy al ministro de Justicia de la Transición o al presidente del Congreso de la difícil pero fructífera primera legislatura constitucional. Otros al consejero de Estado siempre activo y despierto cuyas críticas o sugerencias mejoraron tantas normas y decisiones públicas. Yo recuerdo también al hombre generoso y empático que ofrecía su experiencia y su saber para ayudar a quienes se lo pedimos; al hombre que con su trayectoria supo alcanzar la combinación de firmeza y cordialidad que admiraba en su antecesor como presidente del Congreso, Fernando Álvarez de Miranda, añadiendo además sus propias características de trabajo, rigor, responsabilidad y capacidad de diálogo.

Recordaré también a quien a sus ochenta y seis años mostraba más apertura, capacidad de reacción y modernidad que tantos más jóvenes que él. Sus convicciones no le impidieron nunca someter a examen y revisión sus propias aportaciones y asumir los retos de cambio y adaptación que la realidad y las ideas de los otros nos exigen.

Echaremos de menos a Landelino Lavilla y nos faltará su consejo. Pero es ya responsabilidad nuestra mantener el ejemplo de su trayectoria y la vigencia de sus enseñanzas.

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Meritxell Batet es presidenta del Congreso de los Diputados.

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