Plaza Pública

Acelerar en tiempos de crisis: lecciones aprendidas de la Universidad

Àngels Fitó Bertran

Acelerar es uno de los verbos que necesariamente acompaña las valoraciones, actuales y futuras, que hacemos del impacto de la pandemia. La constatación, individual y colectiva, que durante estas semanas tendencias y procesos incrementan su velocidad de penetración en nuestra vida personal y profesional puede generar la duda vertiginosa sobre la bondad de los recursos y capacidades que disponemos para hacer frente a esta situación.

Si pensamos en dos de las grandes corrientes de fondo que están transformando el mundo –la globalización y la digitalización–, la pandemia ha puesto al descubierto las consecuencias de no haber ponderado o anticipado una mayor exposición a las mismas. Por ejemplo, en el caso de la globalización, el bloqueo a los movimientos de bienes y personas ha destapado los riesgos de depender estratégicamente del exterior. Sin embargo, en relación a los procesos de digitalización, las capacidades tecnológicas han sido críticas para poder asumir desde los domicilios particulares buena parte de las actividades que hasta el momento se llevaban a cabo en entornos profesionales y también educativos.

Si observamos el caso particular de las universidades, el cierre repentino de las aulas ha obligado a cambiar de la noche a la mañana prácticas docentes y evaluativas, ha suspendido los procesos de movilidad de los estudiantes, ha alterado las experiencias de aprendizaje vinculadas al puesto de trabajo, ha entorpecido y a la vez reorientado la actividad de investigación, ha modificado los sistemas de trabajo, ha estimulado la puesta en marcha de acciones de cooperación interuniversitaria, ha despertado la solidaridad y compromiso de las comunidades universitarias y por último, y no por ello menos importante, ha comprometido la sostenibilidad financiera del conjunto del sistema de educación superior. Y todo ello para poder dar continuidad a la actividad académica hoy, sin saber muy bien qué pasará mañana.

Al igual que esta inmersión brusca y repentina de la educación en rutinas tecnológicas ha puesto al descubierto el retraso indiscutible del sistema universitario superior en su propio proceso de digitalización, también en otros muchos ámbitos se han puesto en evidencia las consecuencias de una insuficiente preparación digital individual y organizativa. Ante esta situación vivida y frente a un futuro incierto, la pandemia nos ha dejado un conjunto de imágenes que, grabadas en nuestra conciencia, van a ejercer de disparadores de procesos de transformación digital en la universidad, pero no sólo en la misma.

Por una parte, las imágenes del despliegue de dispositivos informáticos que estos días han normalizado lo digital y han desplazado lo analógico y que han sido especialmente extraordinarios en el ámbito educativo. Por otra parte, las fotos de cielos despejados y aguas limpias que revelan el impacto de eliminar desplazamientos en muchas ocasiones innecesarios. A su vez, las instantáneas que nos va dejando la recesión económica. Fotografías que, por un lado, amplifican la necesidad apremiante de dar acceso a la educación, en general, y a la capacitación digital, en particular, a un número creciente de personas, y que, por otro lado, exigen dar respuesta por parte de las universidades, mediante procesos de formación continua seguramente desarrollados en entornos virtuales. Por último, la imagen de un buen número de profesionales que han trabajado bajo nuevas modalidades laborales y organizativas que, puestas a prueba estos días de confinamiento, parece que inexorablemente van a mantener su vigencia en el futuro.

Pero impulsar no significa necesariamente generar el desplazamiento deseado. De la misma manera que en la universidad generar una estrategia de transformación que se apoye en tecnologías digitales no se soluciona añadiendo tecnología a los procesos educativos, en el resto de organizaciones el problema tampoco se reduce a una sofisticación de las rutinas productivas.

Si seguimos tomando como ejemplo la situación de las universidades, podemos identificar como mínimo tres factores que resultan esenciales para llevar a cabo su transformación digital. Por una parte, el apoyo financiero necesario para realizar una reforma estructural que forzosamente debe formar parte de la agenda pública. Por otra parte, la capacidad de desarrollar, en el seno de cada institución, un conjunto de capacidades dinámicas, que a menudo no son evidentes, ni inmediatas ni necesariamente están relacionadas con la tecnología. Se trata de capacidades sistémicas que deben atesorar las organizaciones para ajustar sus recursos y dinámicas a los entornos cambiantes y que resultan especialmente cruciales en momentos de cambio radical como el que vivimos. Aspectos como la capacidad de la organización para aprender y aumentar el stock de conocimiento disponible, para absorber conocimiento de sus redes internas o externas, para adaptarse y poder dar respuesta a las oportunidades del mercado y para innovar creando nuevas fórmulas organizativas, explican la diferente reacción de las organizaciones ante situaciones de gran inestabilidad como la actual.

Por último, destacar la importancia de mantener una visión estratégica individual (universidad) que en momentos como el actual obliga a revisar o bien reformular las propias propuestas de valor, así como la visión estratégica colectiva (sistema), ya que si alguna lección nos ha dejado la pandemia es que la coordinación y la colaboración de los distintos agentes del ecosistema de educación superior es imprescindible no sólo para sobrellevar situaciones de emergencia como la vivida, sino también en procesos de transformación de largo alcance como el que estamos llamados a realizar como individuos, como instituciones y como sistema.

Universidades: "Si esto sigue así, en la convocatoria de becas 20/21 tendremos una avalancha"

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Nuevos recursos, nuevas capacidades y nuevas alianzas para garantizar la competitividad de las organizaciones. Lección aprendida de la universidad (y no en la universidad).

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Àngels Fitó Bertranes vicerrectora de Competitividad y Empleabilidad de la Universitat Oberta de Catalunya.

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