Plaza Pública

El peaje a la ultraderecha

Manifestantes en el 8M

Miguel Lorente Acosta

En política no se da puntadas sin hilo, y de la derecha se pueden decir muchas cosas, pero no que actúe sin planificación ni estrategia para apuntalar su modelo y reforzarlo ante los embates de los vientos de cambio que siempre han soplado. Sólo hay que fijarse en dónde estamos (siglo XXI), y cómo estamos (aún en mitad de una cultura machista).

Cuando el Presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, dijo tras el triple homicidio cometido en Úbeda que era un “suceso” y que se trataba de “violencia familiar”, no creo que fuera un error ni producto de la precipitación, menos aún al hacerlo en Twitter. Las redes sociales de los cargos institucionales son gestionadas por equipos de comunicación y en sus mensajes cada palabra tiene un peso especial, y en un tema con tanto debate social y de tanto contenido político como la violencia de género, la elección de las palabras se hace todavía con más cautela.

Este tipo de declaraciones que hacen representantes del PP y de Ciudadanos forman parte del peaje que la ultraderecha ha impuesto a la derecha para mantener sus pactos de Gobierno allí donde se han producido. El objetivo es darle validez y legitimidad al mensaje de la ultraderecha a través del enunciado que lleva a presentar la violencia de género como violencia familiar, aunque luego cambien el mensaje y se refieran a ella como violencia machista, como si nada hubiera pasado. Esa es la trampa, hacer creer que ha sido un error, por eso siempre cambian las palabras sin pedir disculpas ni reconocer que se ha tratado de una confusión, porque no lo ha sido. Es el peaje, una especie de “impuesto revolucionario” para la ultraderecha, porque su éxito está en estas “pequeñas dosis” de sus ideas para que se hable del tema, porque al hacerlo se visibiliza y se refuerza su posición.

Y ahí está la gravedad y la trascendencia de este juego perverso en el que ha entrado la derecha institucional, sobre todo cuando se hace desde la más alta representación, como es la Presidencia de una Comunidad Autónoma.

Reforzar el mensaje de lo que la cultura machista ha impuesto a lo largo de la historia para ocultar la violencia contra las mujeres dentro del contexto familiar es formar parte de la complicidad social que aún hoy la hace posible entre el silencio y la invisibilidad. Hacer el juego al machismo es permitir que continúen sus reglas que hacen que el 70-80% de las mujeres asesinadas no hayan denunciado nunca, y que sólo un 1-3% de la población considere la violencia de género y sus 60 mujeres asesinadas de media cada año, entre los problemas graves de España (Barómetros del CIS).

Al margen del error político y social que supone entrar en su estrategia con ese tipo de declaraciones, el impacto de las palabras del Presidente de una Comunidad Autónoma llega más lejos por dos motivos:

  1. Son palabras que actúan sobre la realidad y las referencias compartidas y asentadas en la sociedad, no sobre algo nuevo y minoritario.
  2. Su posición política es referente y modelo que da credibilidad y legitimidad al planteamiento que se hace desde ella. Y del mismo modo que cuando Donald Trump dijo que la covid-19 se curaba bebiendo detergente aumentaron las intoxicaciones por estos productos, a pesar de lo disparatado de la idea, cuando un Presidente o un representante institucional habla de “violencia familiar” y de “suceso”, se produce un refuerzo de las ideas que ocultan la violencia contra las mujeres dentro de la familia, y de todos los mitos que la justifican, como que los agresores actúan bajo los efectos del alcohol o las drogas, que padecen un trastorno mental, que han sufrido un arrebato… Y, precisamente, de todo ello se habla en el triple asesinato ocurrido en Úbeda.

Todo lo que sea mantener ese contexto social y cultural que utilizan los machistas para maltratar y asesinar a las mujeres, también se utiliza para atacar a las medidas y a las personas que pretenden cambiarlo.

Siempre hemos dicho que no se puede ser neutral ante la violencia de género, y hoy hemos escuchado una frase pronunciada contra el racismo que es aplicable al machismo. El Presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, lo ha dicho a raíz del homicidio de George Floyd, pero la frase es de la líder feminista Angela Davis: “En una sociedad racista no basta con no ser racista. Se debe ser anti-racista”. Pues eso: “En una sociedad machista no basta con decir que no se es machista. Hay que ser anti-machista”.

En una democracia no se pueden pagar peajes a la ultraderecha para mantener la “normalidad” que niega, oculta y justifica la violencia contra las mujeres.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la violencia de género.

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