Plaza Pública

Pasaporte inmunitario para la covid-19: no, gracias

Una investigadora de la Universitat Rovira i Virgili (URV) desarrollando un test de diagnóstico rápido de coronavirus.

Rafael Dal-Ré

Como el lector sabe, hay dos tipos de pruebas o test que nos proporcionan información muy diferente sobre la enfermedad por coronavirus 2019 (covid-19). Una, la PCR, nos dice si la persona está infectada por el virus en el momento en que se hace la prueba: nos revela que el virus está presente en el organismo de la persona. Esta puede estar infectada –PCR positiva– y tener síntomas y, por tanto, enferma, o no tener síntomas, siendo entonces asintomática. Cuando supera la infección, la persona tendrá una PCR negativa.

El otro tipo de pruebas son las conocidas como test serológicos. Estas pruebas nos informan sobre si la persona ha sido infectada –haya, o no, tenido síntomas de la enfermedad– por el coronavirus de la covid-19 y ha desarrollado defensas (anticuerpos) frente al virus. Son de indudable utilidad epidemiológica y en el seguimiento clínico de pacientes. Como los anticuerpos aparecen a partir de los 7-14 días de la infección por el coronavirus, a partir de entonces las personas infectadas por este darán positivo a la PCR y a las pruebas serológicas. Una vez superada la infección, el virus habrá desaparecido del organismo de la persona 0 –será, por tanto, PCR negativa–, pero la prueba serológica –que miden la presencia de anticuerpos– serán positiva.

Cuando España está volviendo a la nueva normalidad tras recoger los frutos del confinamiento de la población, algunos comentaristas, generalmente de la esfera económica y sindical, consideran que se debería saber qué personas tienen anticuerpos frente al virus de la covid-19, lo que se ha denominado pasaporte inmunitario. Esta forma de pensar, que también se ha planteado en varios países de nuestro entorno, tiene como finalidad principal el que un cierto porcentaje de la población pueda incorporarse a todo tipo de actividad sin restricción alguna, lo que ayudaría a la recuperación económica. En España, el porcentaje de ciudadanos que se podría beneficiar del pasaporte inmunitario es de solo el 5% de la población.

La necesidad de un pasaporte inmunitario se fundamenta en que si una persona tiene anticuerpos frente al virus de la covid-19, estaría protegida y no podría reinfectarse, por lo que no podría transmitir el coronavirus a otras personas. Esto, sin embargo, no puede asegurarse. Ya lo manifestó así la OMS en abril y la situación, a este respecto, no ha cambiado.

La mayor parte de las pruebas serológicas disponibles que miden la presencia de anticuerpos frente al virus de la covid-19 no son todo lo fiables que deberían. Así, hay algunos tipos de pruebas que tienen una insuficiente sensibilidad: una baja (menos del 96%) capacidad para producir resultados positivos correctos, es decir, detectar adecuadamente la presencia de anticuerpos producidos frente al virus de la covid-19 –y solo frente a este tipo de coronavirus–. Otras pruebas, tienen una deficiente especificidad: una baja (menos del 99%) capacidad para producir resultados negativos correctos, es decir, de informar acertadamente de la ausencia de anticuerpos contra el virus de la covid-19 de toda persona que no ha sido infectada por él. Desgraciadamente se dispone de pocos tipos de pruebas con muy altas sensibilidad y especificidad, las que proporcionan resultados positivos y negativos correctos en un muy alto porcentaje de casos. Estas pruebas son las únicas válidas pues nos asegurarán que un resultado positivo significa que la persona tiene anticuerpos frente al coronavirus de la covid-19. Así, si una prueba da un resultado falsamente positivo –es decir, la persona cree que tiene anticuerpos frente al virus de la covid-19, pero no es así–, la pondría en riesgo de infectarse –y propagar el virus a sus contactos–, pues dejaría de poner en práctica las medidas sociales de protección como son mantener una distancia de 1,5-2 metros con otras personas, el uso de mascarilla, y el lavado periódico de manos. Personas que han tenido contacto con otros coronavirus –como los que producen el catarro común– pueden dar falsos positivos en ciertas pruebas serológicas frente al coronavirus de la covid-19. Por el contrario, un falso negativo –la prueba indica que la persona no tiene anticuerpos cuando realmente los tiene–, no provoca problemas personales y de salud pública como el falso positivo, pero impedirá que la persona conozca su verdadero estado inmunitario. En España, con un porcentaje de positivos del 5%, hay más posibilidades de encontrar falsos positivos que falsos negativos.

Pero es que incluso si utilizamos una prueba con muy altas sensibilidad y especificidad, la situación no se despejaría del todo por cuanto no se sabe cuál es la cantidad de anticuerpos necesaria para proteger a la persona de una reinfección. Es más, como ocurre con otras enfermedades producidas por otros coronavirus (v.g., SARS, MERS), es de esperar que la cantidad de anticuerpos frente al virus de la covid-19 que esa persona tiene en una fecha determinada vaya disminuyendo con el tiempo hasta desaparecer. Por tanto, en la actualidad no se debería poner en marcha la expedición de pasaportes inmunitarios frente a la covid-19 por razones técnicas que no han sido solventadas: desconocimiento de la cantidad mínima de anticuerpos necesaria para conferir protección y de su evolución temporal.

Hay, además, otra razón de tipo práctico que hay que tener en cuenta. Si un país (o una ciudad o un centro de trabajo) decidiese implantar el pasaporte inmunitario, ¿a quién y cómo lo implementaría? Para actuar de forma equitativa, la prueba serológica habría que hacerla a toda la población: ¿es factible hacérselo a 47 millones de españoles? ¿y a todos los trabajadores de una empresa? Y, como una persona que hoy es negativa podría en unos días infectarse y ser positiva en pocas semanas, ¿habría que repetirla dos o más veces al año? Esto no parece factible –al menos para toda la población y para la gran mayoría de los trabajadores–. Entonces, se podría plantear que la prueba serológica se hiciera, por ejemplo, a las personas más vulnerables (v.g., usuarios de residencias para mayores), y a las que más lo necesitan por su profesión (v.g., profesionales sociosanitarios). Sea cual sea la estrategia elegida, las pruebas se deberían repetir de forma periódica hasta la disponibilidad de una vacuna efectiva.

Exigir el pasaporte inmunitario a personas que procedan de otros países también resulta innecesario y contraproducente. Téngase siempre presente que, hoy por hoy, un resultado positivo es de interpretación incierta. Por tanto, un resultado positivo –la persona tiene anticuerpos– puede producir una falsa idea de protección al propio individuo y a sus contactos. Además, requerir el pasaporte inmunitario podría ser discriminatorio, pues las pruebas serológicas cuestan una cantidad dinero que no todas las personas que viajan pueden permitirse, máxime si, como se ha explicado, habría que repetirlas periódicamente. Es más, teniendo todo esto en cuenta, ¿es lógico exigir el pasaporte inmunitario a turistas y viajeros de cualquier país que se trasladan a otro, cuando solo el 2-3% de la población mundial presenta anticuerpos frente al coronavirus de la covid-19? Y, concretamente, ¿habría que pedírselo a todos los alemanes –cuando solo un 1% tendrían un resultado positivo– que viajan a España, o a los españoles –un 5% darían positivo– que visitan Alemania? No, no parece razonable.

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En suma, al margen de consideraciones éticas (¿habría pruebas disponibles para todas las personas que la requieren?), legales (¿se pondría en riesgo la privacidad? ¿aparecería un mercado fraudulento de pasaportes inmunitarios?) y sociales (¿riesgo de estigmatización?) que habría que tener en cuenta, la ignorancia que la ciencia tiene actualmente sobre la cantidad y duración de los anticuerpos que una persona produce una vez que se ha infectado, desaconsejan la implantación del pasaporte inmunitario para la covid-19. Los esfuerzos individuales y sociales para combatir la pandemia se deben orientar hacia la puesta en práctica de otras medidas que son efectivas.

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Rafael Dal-Ré es doctor en medicina y cirugía.Rafael Dal-Ré

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