Plaza Pública

80 años atrás

El expresidente Carles Puigdemont y el presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra.

Antoni Cisteró

La historia no se repite, pero algunos tics son, o parecen ser, universales. Repasando la historia de lo sucedido en febrero de 1939 y los meses siguientes encontraremos algunas situaciones que quizá nos resulten familiares ante la actual situación política nacionalista en Cataluña, donde cada escisión se reclama como abanderada de la unidad. Con el máximo respeto por todos los posicionamientos, paso a relatar una breve cronología del exilio político catalán, trufándola con alguna cita relativa a ello.

El 5 de febrero de 1939, el gobierno de la República pasó la frontera por el coll de Lli, a pie, con el aliento de las tropas franquistas en el cogote. El horario se decidió la víspera, pero se comunicó a Companys y Aguirre con dos horas de desajuste, lo que soliviantó a las autoridades autonómicas. Sin embargo, y rencillas aparte, la numerosísima comitiva catalana lo hacía recomendable, en un momento de bombardeos continuos y emboscados peligrosos.

La Generalitat había pasado sus fondos a la República, a regañadientes, durante los días previos, en múltiples y variopintas entregas, ya en plena huida. Sirva un breve ejemplo:

CITA: 2 de febrero (los gobiernos de la República y catalán y vasco se hallan ya en zona fronteriza, que pasarán solo tres días después). "Entrega de cuatro cajas y un saco, que contienen 443.053,805 pesetas oro" (VILANOVA I VILA-ABADAL, (2001). Al dos costas de la frontera. Barcelona, PAM. Página 24. Véase el detalle en un informe de 1945: página 52)

Al parecer no hubo ninguna previsión, a pesar de que el derrumbe se veía venir desde meses atrás. Tampoco las oficinas de compras de la Generalitat, ni de los partidos o sindicatos, que habían manejado fuertes sumas, parecían tener un remanente que sirviera para afrontar el duro exilio. La dependencia de la República era total, una de las razones del comportamiento cainita de los políticos en desbandada. Con el frecuente olvido de la precaria situación de decenas de miles de exiliados arrojados a los campos de internamiento franceses. En los medios catalanes del exilio, era dolorosa la comparación con el gobierno de Euskadi, que contaba con una infraestructura sólida y transferencias económicas regulares por parte de la República. Companys llega a preguntar a Lluís Nicolau d’Olwer, catalán y presidente de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE):

CITA: "¿No es posible obtener un préstamo de los vascos para gastos iniciales de 500.000 francos, a devolver con las aportaciones del Gobierno de la República o de las subvenciones y con la garantía moral de unas personalidades catalanas?" (Comité de Ayuda a España: Notas de Carles Pi i Sunyer, 30.3-1.4.1939), citado en VILANOVA I VILABADAL (2001), Página 28)

La imprevisión llegó hasta el punto de que Companys, después de su caminata por la montaña, al llegar a Les Illes, quiso comer una tortilla que no pudo pagar.

CITA: "En Els Trabucaires, la fonda del pequeño pueblo francés de Les Illes, donde llegó el presidente Companys durante el exilio. Companys se comió una tortilla, gratis porque no disponía de dinero para pagarla".

Las primeras escaramuzas, solo semanas después de cruzar la frontera, tenían dos trazos comunes: la exclusión de los comunistas del PSUC (que formaba parte del gobierno catalán) de cualquier pacto, y el ninguneo de Companys, manteniéndolo, eso sí, en la presidencia de la Generalitat.

CITA: cuenta Companys al anarquista y exministro García Oliver: "De Azaña, como de mí, se abusó excesivamente. Todos querían manejarnos a su antojo, no al servicio de España o de Catalunya, sino de sus partidos y organizaciones" (GARCIA OLIVER, Juan (2015). El eco de los pasos. Biblioteca virtual Omegaalfa. Página 861)

El partido predominante, ERC, se debatía entre varias propuestas de sus prohombres (Tarradellas, Santaló, Sbert…), con las premisas anteriores pero sin agraviar a su única fuente de ingresos, por otra parte insuficientes e irregulares, la República española. Otros partidos sufrían también fuertes desgarros: Estat Català estaba sumida en una profunda crisis interna, Unió Democrática existía solo por la presencia de algún notable y Acción Catalana prácticamente se había disuelto.

Los dilemas se multiplicaban: ¿Qué hacer con Companys?, ¿con los comunistas?, ¿con las propuestas "españolas"?, ¿cómo incidir en el interior, duramente reprimido por Franco? Y, además: ¿Cómo sobrevivir, y a ser posible conseguir salir de la ratonera francesa, país que no veía con buenos ojos a los exiliados, y menos en el inicio de una guerra?

En noviembre de 1939 se propuso la constitución de un Consell assesor, lo más parecido a un gobierno en el exilioConsell assesor, para lo que se pasó a consultar a un amplio abanico de notables, no comunistas, con dos encuestas paralelas. No se consiguió establecerlo hasta ser ya demasiado tarde, el 13 de mayo del 40, cuando las tropas alemanas habían iniciado ya la invasión de Francia, lo que agravaba aún más la situación.

En el periodo 1940-44, había pues diversos focos de acción política catalana, a menudo divergentes, que paso a resumir:

Francia: Lo que quedaba de ERC (Tarradellas) oscilaba a tenor de las fuentes de subsidios (SERE de Negrín o la JARE de Prieto), detentando la presidencia y la gestión de la Generalitat. Continuamente enfrentado a Londres y con los que quedaron o habían regresado al interior de Cataluña. Una escisión de la ya débil Acció Catalana, radicado en Toulouse, propuso crear el Front Nacional, como plataforma "unitaria".

América: Los prohombres que habían conseguido un pasaje a México, Argentina o Chile, eran una fuente esporádica de recursos, pero también presentaban fuertes disensiones entre sus miembros más relevantes. Pretendían un protagonismo que les enfrentaba a menudo con el Consell, ubicado ya en Londres.

Londres: El Consell pretendía coger el relevo de Francia, en especial después de la desaparición de Companys, dado que su situación les permitía mayor facilidad de acción. Se debatían entre el liderazgo de Pi i Sunyer y el radicalismo independentista de Batista i Roca. Mantuvieron constantes encontronazos con lo que quedaba en Francia, sin llegar a la ruptura.

Interior: Con las dificultades propias de una represión inmisericorde, algunos miembros de ERC y otros más a la derecha reclamaban un protagonismo por estar pisando el territorio, proponiendo un Front de la Llibertat, unidad sin Companys ni los comunistas, acercándose para ello al grupo de Londres. ERC mandó un delegado para intentar poner orden, sin gran éxito.

Como vemos, muy someramente, las taifas eran un dechado de unidad si lo comparamos con la política catalana, sometida al gravísimo estrés del exilio, donde cada escisión propugnaba ser el núcleo central de una propuesta unitaria, lo que originaba nuevas fracturas y exclusiones. Si añadiéramos a ello los distintos y enfrentados posicionamientos respecto a la República española en el exilio, fuente principal de subsidios (que surgían a su vez de dos organismos enfrentados entre sí: SERE y JARE), el espectáculo sería aún más deprimente.

Pensando en Pedro Sánchez y sus piedras en el zapato, Torra y Puigdemont con su perpetua política de confrontación, puede ser oportuna una última cita. El 5 de febrero de 1939, cuando Negrín regresaba después de haber acompañado a Azaña y esposa hasta el primer pueblo francés, Les Illes, encuentra a Aguirre y Companys. Zugazagoitia nos cuenta sus reflexiones:

CITA: Lo que no podía esperarme es que a mi ingreso (de nuevo en España), fuese a tropezar con Aguirre y Companys. Los más sorprendidos han sido, naturalmente, ellos, que han debido sospechar que yo abandonaba el territorio nacional sin notificarles mi decisión. El juego de palabras ha sido precioso. Se han ofrecido a regresar conmigo, pero me he negado. Ausentes de Cataluña, tengo una preocupación menos. (ZUGAZAGOITIA, Julián. (1968) Guerra y vicisitudes de los españoles. París, Librería Española. II. Página 228).

Más allá de la desconfianza y recriminaciones mutuas, la frase tenía su sentido. ¿A qué iban a volver los dos presidentes autonómicos, cuando Negrín permaneció solo cuatro días más en suelo republicano para regresar después a la zona Centro desde Toulouse, durante los cuales se debió ocupar del paso de la frontera de las unidades del ejército en retirada, del salvamento de las obras de arte y los fondos de la República, e incluso de asistir a la boda de su hijo con la actriz Rosita Diaz? La oferta de colaboración sonaba a pura retórica. Eso sí, de ello hace más de ochenta años.

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Antoni Cisteró es sociólogo y escritor. También es miembro de la Sociedad de Amigos de infoLibre

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