Plaza Pública

La izquierda confinada o moción de censura

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, conversa con el vicepresidente regional, Ignacio Aguado, durante su participación en el pleno que la Asamblea celebra este jueves.

José Quintana Viar | Alfonso Roldán Panadero | Manuel de la Rocha

De un tiempo a esta parte en la Comunidad de Madrid se ha venido hablando de dos conceptos que a veces se han mezclado. Esto es, realizar un trabajo de oposición más enérgico y llevar a cabo una moción de censura contra un Gobierno que cada día es más inestable. La ausencia de esa energía ha sido disculpada por el portavoz del Grupo Socialista, Ángel Gabilondo, por no adecuarse a su perfil. El transcurrir de los días y la gravedad de lo que está sucediendo en la región, con su indiscutible eco e influencia en el resto de España, hace que ahora sí sea el momento de trabajar seriamente para presentar una moción de censura.

Hacer oposición política es plantear discrepancias, acuerdos y alternativas con guante de seda, pero con puño de hierro. Desde la oposición también se puede gobernar, tanto desde dentro del trabajo parlamentario, como desde fuera, a través de los medios de comunicación, influyendo en el debate público. Escribe el filósofo Daniel Innerarity, en su reciente libro Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus, que “la democracia, incluso en momentos de alarma, necesita contradicción y exige justificaciones (…), una democracia le debe a los críticos tanto como a los gobernantes”.

La Comunidad de Madrid está gobernada por la derecha desde hace 25 años. Cuando la izquierda logró vencer, la respuesta fue el tamayazo, que supuso taza y media de neoliberalismo económico y ultraliberalismo ideológico de la mano de Esperanza Aguirre. En ese tiempo las corruptelas fueron empapando la vida política, convirtiéndose en casos de corrupción que la sociedad ha llegado a asumir como “lo normal”. “Lo habitual” terminó convirtiéndose en normal y lo que hace treinta años era un escándalo, en la actualidad es “otro caso más sin importancia”.

En ese escenario, la región de Madrid ha llegado a tener a todos sus expresidentes y expresidentas del PP imputados judicialmente, alguno encarcelado (Ignacio González), al igual que algún vicepresidente (Francisco Granados). Tan sólo se libró de la quema el sucesor de Cristina Cifuentes, Ángel Garrido.

El PP ha sido el primer partido de la democracia que se ha sentado en el banquillo de los acusados por beneficiarse de la corrupción. El resultado en la región de Madrid fue pasar de abrumadoras mayorías absolutas a perder las elecciones. Con estos antecedentes, el partido mayoritario aunque sin suficientes escaños, el PSOE, ha venido realizando una oposición a veces demasiado moderada, mientras la raíz de quien gobierna sigue estando en entredicho.

Isabel Díaz Ayuso estrenó su mandato con la sombra de la sospecha cuando se destapó que la empresa Avalmadrid prestó 400.000 euros a su padre por una nave escriturada en 26.000 que no fueron devueltos. La empresa semipública, participada por el Gobierno regional, aprobó en abril de 2011 esta operación. El padre de Ayuso poseía el 50% de una compañía que vendía aparatos médicos. Aquello quedó archivado hace unos meses pero los métodos siguen vivos, como se ha podido comprobar en estas dramáticas jornadas de crisis de coronavirus.

La presidenta se alojó, más que sospechosamente, en un hotel de lujo; fichó como asesor principal contra la pandemia a Antonio Burgueño, impulsor de la privatización sanitaria con Esperanza Aguirre, mientras la hija de este ocupó durante 12 días el puesto principal para medicalizar las residencias de ancianos; adaptó en hospital de campaña el IFEMA en una jugada de marketing para ingresar casos poco graves y conseguir que crezcan las cuentas de resultados de las empresas “de siempre”, según denuncian las plantillas de sanitarios, con gastos verdaderamente surrealistas…

A estas “perlas” hay que añadir escándalos como la compra de material sanitario en un primer momento, asegurando que llegaría en 48 horas, con el único objetivo de hacer oposición al Gobierno de España; el “negocio” de los menús infantiles para niños y niñas que padecen pobreza, que finalmente vamos a tener que pagar dos veces y, por supuesto, la espantosa y terrorífica gestión de las residencias de personas mayores que debería tener graves consecuencias políticas, pero también penales. Lo que no es discutible, más allá de las lágrimas de cocodrilo, es el corazón de piedra de la presidenta Isabel Díaz Ayuso hacia la población de Madrid y en particular hacia los más desfavorecidos, los más mayores, las familias que han perdido a sus familiares.

La crisis de Gobierno era evidente y es ya larga. Las desavenencias públicas entre los consejeros de Servicios Sociales y Sanidad resultan vergonzantes. Las dimisiones de segundas espadas se suceden, empezando por la directora general de Salud, por contrariar a Ayuso en la desescalada, hasta el jefe del gabinete del consejero de Políticas Sociales. Todo ello, en medio de un profundo oscurantismo hacia los medios de comunicación y sin rendir cuentas durante interminables jornadas en la Asamblea de Madrid. Eso sí, la presidenta, trasunto hispano de Donald Trump, fue capaz de redactar 124 tuits en diez días y remitir en ese tiempo dos cartas a Pedro Sánchez culpabilizándole de lo que estaba sucediendo en Madrid. Ante esta situación es comprensible que se exigiera cierta energía al trabajo de oposición más allá del perfil del portavoz socialista.

Pero extremadamente preocupante, junto al interminable listado de Ayusadas, como califican algunos medios de comunicación, son las cargas de profundidad de ideología neoliberal cuyo objetivo es seguir hipotecando el futuro de Madrid. Comentaba recientemente Ángel Gabilondo en una entrevista en TVE que el PP no tiene proyecto, pero no podemos estar de acuerdo. Su proyecto se extiende desde hace 25 años y se basa en el ladrillazo, los recortes, las privatizaciones y las bajadas de impuestos a las rentas y patrimonios más altos. Quizá sea el PSOE quien carece de una estrategia consolidada frente al proyecto de Díaz Ayuso y sus predecesores.

Ya a finales de marzo la presidenta de la Comunidad de Madrid había renunciado a sus responsabilidades y nadie se las exigió. Ahora sí es el momento porque hay que parar una nueva ola de pelotazos que ya está claro que van a afectar fundamentalmente a la sanidad y a la educación. Nos enseñó Platón que la política es el arte de gobernar a los hombres (y las mujeres, diríamos en la actualidad) con su consentimiento. También nos enseñó que la democracia podía degenerar en una oligarquía, el gobierno de unos pocos en el que prevalece la búsqueda de riquezas y el culto al rico.

Ese es el camino emprendido por Isabel Díaz Ayuso que no debe contar con la complicidad, por inasistencia, del Partido Socialista. Este Gobierno, fiel seguidor de las estrategias de Trump, puede ir a peor y concluir en una tiranía en la que el tirano -la tirana- lleve “el reino” a la catástrofe, lo cual es la negación de la política. A día de hoy y para evitar cesarismos, el mejor instrumento con el que cuenta la democracia son los partidos políticos. El PSOE de Madrid tiene que volver a ser la mejor herramienta para mejorar las condiciones de vida de las personas.

Por ello, y también porque Madrid es laboratorio y eco de España, se hace imprescindible un cambio en la presidencia. Es tan imprescindible y trascendental que habría que ponerse manos a la obra y hacer un alarde del noble arte de la política. Los socialistas no podemos blanquear a las tres derechas. Ese bloque implica desgobierno e inestabilidad.

El referente francés de Ciudadanos, con Macron a la cabeza, ha visto el resultado de las elecciones municipales con la victoria de verdes e izquierda en las grandes ciudades y un notable retroceso de la ultraderecha. Macron ha tomado medidas ejecutivas urgentes porque el futuro es de progreso, verde y feminista, incluso en el centro derecha. Ciudadanos, en Madrid, debe avanzar por la senda del pragmatismo. Debe ser un partido útil a la sociedad y no a los viejos intereses neoliberales envueltos en corrupciones y corruptelas.

Los gobiernos de la derecha han alejado cada vez más de la ciudadanía a las instituciones democráticas. La política se ha doblegado tanto a los poderes económicos que ya se considera viable en determinados sectores una democracia “sin promesas”, sin compromisos. La corrupción es el cáncer de la Comunidad de Madrid. Abordar, atajar la corrupción significa también abordar el asunto desde el prisma de los corruptores , que no son ajenos a la detestable situación que estas prácticas producen. Ni corruptor, ni corrompido deben librarse del peso de la ley. Para regenerar la democracia madrileña se hace imprescindible un observatorio contra la corrupción que aborde todo lo relativo a contratación, urbanismo, publicidad…

Regeneración democrática

Desde la izquierda, desde el PSOE regional deberíamos optar por contraponer modelos sociales, cambios estructurales de calado, en lugar de simples programas. Ese es nuestro desafío porque la pandemia ha mostrado la verdadera faz de muchos. En este tiempo, la derecha ha estado en permanente provocación llegando a tambalear los cimientos de nuestro modelo de convivencia. No podemos mirar a otra parte y permitir que esos cimientos se resquebrajen. El modelo económico y social del neoliberalismo, encarnado 25 años en gobierno del PP, ha minado las bases del contrato social que hizo nacer la Comunidad de Madrid.

Por ello hemos de abanderar con prontitud un nuevo pacto social. Ese nuevo pacto social debe estar encaminado a blindar los derechos sociales e impulsar una regeneración democrática. Madrid tiene que transformarse y pasar de un modelo de corrupción a un modelo de impulso democrático. Acabamos de ver cómo en España han logrado ponerse de acuerdo sindicatos, empresariado y Gobierno. Ese es el camino. Para avanzar debemos comprometer a todo el tejido social y dinámico madrileño: desde sectores clave como la cultura, al sector agroalimentario de calidad pasando por la economía verde, el turismo, la rehabilitación, etcétera, prestando especial atención a quienes están a pie de tajo en los barrios, en los centros educativos, sanitarios y en el mundo del trabajo.

Es imprescindible acometer un gran acuerdo contra el desempleo, con políticas activas de empleo en el marco de las relaciones laborales y poniendo la negociación colectiva en el lugar más relevante para empujar la democratización de las empresas. El modelo social por el que abogamos debe dar impulso a la educación, derecho fundamental consagrado en la Constitución; pero también a la sanidad y a la salud laboral; a la dependencia, incluidos los servicios sociales; al derecho a la vivienda, con más inversión y gestión pública. La crisis generada por la pandemia nos está demostrando que para blindar estos derechos deben quedar fuera de las reglas del mercado.

Pero también ha quedado meridianamente clara la necesidad de inversión pública. Hasta los más radicales capitalistas han redescubierto la relevancia del Estado y esto implica acabar con privilegios y promulgar una fiscalidad socialmente justa que impida el “dumping fiscal” y apueste por la solidaridad en vez por mantener ese “oasis fiscal” que es la región de Madrid. La máxima neoliberal, “a unos subvenciones y a otros exenciones” tiene que ser abolida.

Como socialistas, creemos en el espíritu federal que debe impregnar a la organización del PSOE y también a una nueva estrategia territorial que descentralice las decisiones de acuerdo al principio de subsidiaridad. El municipalismo debe jugar el papel de vertebrador de la Comunidad. Cohesionar la región implica diseñar una nueva estrategia territorial para afrontar el problema esencial del área metropolitana: la insostenibilidad de un modelo de ocupación del territorio basado en el consumo masivo de los tres elementos básicos del medio ambiente: suelo, agua y energía. La globalización mal entendida es el elemento central de lo que está sucediendo y la clave de un crecimiento que está acabando con los recursos naturales y acelerando el cambio climático.

El cambio de modelo que planteamos no puede esperar, pero más urgente es impedir que ninguna persona quede rezagada por culpa de la crisis que padecemos. Para ello es imprescindible crear fondos de emergencia para abordar los casos extremos de pobreza; hay que establecer una moratoria de los desahucios en la región, desarrollando instrumentos de mediación e intervención públicas para las ejecuciones hipotecarias; hay que abrir comedores escolares e implantar un plan para la infancia en riesgo de pobreza; nadie puede sufrir cortes en el suministro de electricidad, agua o gas por impago. No podemos permitir que desaparezca la Renta Mínima de Inserción porque el Ingreso Mínimo Vital estatal no viene a sustituirla, sino a complementarla. El nuevo modelo social debe solventar estos asuntos, pero también crear cimientos para un futuro sin desigualdad.

El Observatorio Madrileño de Salud, en el que participan CCOO, UGT, asociaciones profesionales, entidades sociales y una veintena de ayuntamientos como el de Fuenlabrada, publicaba recientemente sus conclusiones tras el confinamiento. La Comunidad de Madrid es la región que ha tenido el mayor número de muertes confirmadas por Covid19 durante la pandemia en España (8.420 según datos oficiales a 27 de junio de 2020) pese a ser la tercera comunidad autónoma en población y la decimotercera en cuanto a porcentaje de población mayor de 65 años. El Observatorio Madrileño de Salud asegura que la privatización y el negocio han facilitado que el COVID19 nos haya conducido a esta catástrofe de consecuencias inhumanas en las residencias de personas mayores. No son simples cifras, hablamos de cerca de 6.000 personas fallecidas en residencias por Covid19 o por sintomatología asociada.

La progresiva privatización de la sanidad madrileña tiene visos de continuar sin ningún pudor, tal como ya está apuntándose en el Hospital Niño del Niño Jesús; en externalizaciones como el Gregorio Marañón, sólo parada por la presión sindical; con la oscura construcción de un nuevo hospital para pandemia mientras no hay plantillas de personal sanitario en atención primaria; mientras los MIR (médicos internos residentes) inician una huelga indefinida porque están siendo explotados sin ningún miramiento después del admirable trabajo realizado y con la incertidumbre de que pueda vuelva a suceder.

La izquierda no puede seguir confinada mientras el neoliberalismo, trasnochado en todo el mundo, avanza sigiloso en Madrid. El objetivo neoliberal lo conocemos: concluir un Estado mínimo en el que sólo sobrevivan los más fuertes. Para ello siguen empeñados en bajar impuestos, infrafinanciar los gastos sociales, recortar los servicios públicos, mercantilizar la vida social, atacar sin matices “lo público”, desprestigiar a las administraciones públicas y sus plantillas. Prueba de todo ello es centrarlo todo en el pelotazo urbanístico e ir avanzando en la privatización de la sanidad, de la educación en todos sus niveles, de la venta del patrimonio público a fondos privados.

La izquierda debe impedir ya que avance el empeño neoliberal por devaluar la política, la “res publica”, la cosa pública, el bien común hasta el extremo de sostener que el único interés posible es el privado. Pongamos a funcionar la política, emprendamos acuerdos para presentar una moción de censura que desbanque a Isabel Díaz Ayuso de la presidencia de la Comunidad de Madrid.

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José Quintana Viar fue alcalde de Fuenlabrada en 1983 y 2002 y es el actual presidente de la Agrupación Socialista de Fuenlabrada

Manuel de la Rocha también fue alcalde Fuenlabrada entre 1979 y 1983 y diputado socialista en la Asamblea de Madrid y en el Congreso de los Diputados

Alfonso Roldán Panadero, periodista, fue director de Madrid Sindical (CCOO de Madrid) entre 2008 y 2018

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