Plaza Pública

Eusebio Leal, el historiador de La Habana y el padre del patrimonio caribeño

Eusebio Leal en una imagen de archivo en 2016.

Javier Rivera Blanco

Eusebio Leal Spengle (La Habana 11 de septiembre de 1942 – La Habana, 31 de julio de 2020) falleció el pasado viernes en su adorada ciudad. En la Cuba que tanto amó. Conocido en todo el planeta con un sencillo título: "La oficina del historiador de La Habana". Creó un método de intervención y valoración del patrimonio que hizo sentirse orgullosos de su pasado a todos los cubanos. Su trabajo consistía en crear redes de gestión en La Habana vieja, en Camagüey, etc, en las que la dirección la lleva un historiador o conservador de la ciudad. De esta manera consiguió que las ciudades fundadas por los españoles en los siglos XVI y XVII fueran rescatadas de la ruina y declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, convirtiéndose en unas de las más bellas por sus valores históricos, artísticos, pero también por estar vividas por los cubanos que unen en sí las herencias de África, Europa y América creando un auténtico patrimonio material impregnado de un rebosante patrimonio inmaterial y social.

Leal a la revolución de Fidel Castro, del que fue amigo personal y de quién rechazó cargos políticos de alto nivel, incluido el de ministro, fue siempre amigo de España y admirador de la herencia que dejamos en el Caribe defendiendo siempre la importancia de la cultura hispana que dejó en aquellas tierras además de una lengua, universidades, hospitales, ciudades y muchos elementos de progreso y avance humano.

También fue admirado en España, a la que venía con frecuencia a dar conferencias, cursos o a realizar actividades relacionadas el patrimonio. Estuvo en la Universidad de Alcalá, en el salón de restauración de Ifema, en AECI y en Acción Cultural Española hace dos años, cuando se celebró el aniversario de la fundación de La Habana ya aquejado de una grave enfermedad, mal que ha acabado con su vida.

Su gran ilusión por el patrimonio la sabía transmitir a todo el mundo sin fronteras, sin ideologías, valorando solo la herencia cultural y el valor contemporáneo. Así consiguió que regiones españolas, diputaciones y gobiernos de distintos colores políticos, de derechas y de izquierdas, asumieran la restauración de un palacio, unas casas antiguas, un lugar histórico, para ayudar a su empresa, salvar La Habana, Camagüey o el Caribe. Su verbo encendido y apasionado enamoraba a los jóvenes que eran su punta de lanza en la concienciación de la salvación de los bienes culturales.

Sus discursos capturaban la atención de todos y su mensaje patriótico. Siempre citando a Martí y Fidel, como a la España que creó aquellas ciudades, mostraron siempre un singular patriotismo real visible en lo concreto de la utilización del patrimonio como garante de trabajo y sociedad, como ha destacado la catedrática camagüeyena Lourdes Consuegra, mi buena amiga y gran colaboradora del maestro.

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En nuestro país fue muy admirado y querido. Ayudó a mi Universidad de Alcalá allí y aquí, y le visitamos varias veces con nuestros rectores a los que nos recibía en un sencillo curto del palacio de los Capitanes Generales, su primera restauración en la capital cubana. De formación autodidacta llegó a ser doctor en Ciencias Históricas y maestro en Ciencias Arqueológicas. Los españoles le galardonaron en la membresía de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio (2011), la Gran Cruz de Isabel la Católica (2017) y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III (2019), entre otras muchas más.

Para todos nosotros fue un faro en el que mirar para aprender su metodología y aplicarla para convertir el patrimonio, sin medios económicos, sin personal, pero con enorme ilusión en una fuente de empleo y de recursos.

Javier Rivera Blanco es catedrático de la Universidad de Alcalá.

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