Plaza Pública

Qué debemos esperar de la vacuna frente al virus de la covid-19

Rafael Dal-Ré

Durante meses, científicos, médicos, autoridades sanitarias de muchos países y la propia OMS se han referido a la vacuna como ‘la’ solución que nos permitiría volver a una situación prepandémica. Pensaban y, con ellos, todos nosotros, que con una vacuna efectiva (y segura) alcanzaríamos la inmunidad de grupo, por lo que la vida se normalizaría. Ahora la OMS considera que, a pesar de que dentro de poco tiempo se espera que haya vacunas disponibles, la pandemia no estará controlada hasta 2022.

Sabemos que cuando la mayor parte de la población de una comunidad es inmune frente a un germen infeccioso (por ejemplo, un virus), produce una protección indirecta (o inmunidad de grupo) a las personas que no son inmunes a ese virus. Dependiendo de la capacidad infectiva del virus, generalmente se requiere que un 70-90% de personas sean inmunes a aquél para que se produzca la inmunidad de grupo. La mayor parte de una población acabará siendo inmune frente a ese virus si se infecta o si se vacuna.

El porcentaje de personas que deben ser inmunes frente a un virus para que aparezca la inmunidad de grupo depende de la capacidad infectiva de aquél. El número básico de reproducción de casos, R, indica a cuántas personas, de promedio, contagia una persona infectada por el virus. Un R=3 indica que una persona infectada contagiará a 3 personas. Con R0 =1,3; se estima que el virus de la covid-19 tiene una R=2-3: su capacidad infectiva es pues el doble que la del virus de la gripe.

Para conocer qué porcentaje de una población debe ser inmune (P) para que aparezca la inmunidad de grupo, se utiliza la fórmula: P =1─1/R. Si asumimos una R=2,5, la inmunidad de grupo se alcanzará si el 60% de una población es inmune –aunque algunos modelos la sitúan en porcentajes menores basándose en la heterogeneidad de la población, es decir, en que no todas las personas son igualmente susceptibles de ser infectadas–. En todo caso, cuando de calcular la inmunidad de grupo se trata, más vale ser prudente, conservador.

Los estudios de seroprevalencia indican que un 5% de la población española es inmune, tiene anticuerpos frente al virus de la covid-19 –con diferencias notables según territorios (14,4% en Soria; 1,2% en Huelva)–. Aunque el porcentaje de personas inmunes vaya subiendo conforme transcurran los meses y el virus infecte a más personas susceptibles, cuando la primera vacuna esté disponible ese porcentaje estará todavía lejos del 60% necesario para alcanzar la inmunidad de grupo. Aquí hay que señalar que no se sabe cuánto tiempo duran los anticuerpos en las personas que han sido infectadas, ni el papel que representará la inmunidad celular (linfocitos T y B) en la defensa frente a un nuevo contacto con el virus de la covid-19, ni, por tanto, cuál es el riesgo de reinfección.

Según la OMS, a principios de septiembre, hay ocho vacunas–una británica, una rusa, dos estadounidenses y cuatro chinas– que están en la última fase de ensayos clínicos, en la que, de forma aleatoria, se administra a miles de voluntarios la vacuna o un placebo. En unas semanas se pueden empezar a conocer algunos de los resultados de eficacia y seguridad de estas vacunas. Sin embargo, lo correcto será –como se había acordado entre los fabricantes de vacunas que realizan los ensayos clínicos y las autoridades sanitarias que los autorizaron–, a que transcurra un año desde que cada voluntario recibió la segunda dosis de vacuna (o de placebo) para conocer si el efecto protector de la vacuna dura ese tiempo y qué efectos secundarios produce. Es decir, que habría que esperar como poco hasta la segunda mitad de 2021 para conocer si estas vacunas son eficaces y seguras. En cualquier caso, y de forma conservadora, lo ideal sería disponer de una vacuna que alcanzase el 60% de eficacia…siempre y cuando se vacune el 100% de la población. Si se vacunase el 60%, necesitaríamos una vacuna con un 80% de eficacia. Alcanzar un alto porcentaje de población vacunada será crítico. Y aquí empiezan los problemas.

La OMS entiende que una vacuna adecuada para la covid-19 debe demostrar un mínimo de un 50% de eficacia –similar a la de la gripe, que es del 40-60%–. Una eficacia del 50% significa que el riesgo de cada persona de contraer la infección disminuiría a la mitad. Como hay diferentes tipos de vacunas, es probable que la eficacia sea dispar. En todo caso, y como ocurre con otras vacunas, es posible que haya grupos poblacionales que responderán peor que el resto, como los obesos y los mayores de 65 años –que, como ya se sabe, constituyen por sí mismos factores de riesgo para padecer una enfermedad de la covid-19 más grave–. Esto puede tener importancia ya que en España una de cada seis personas es obesa y una de cada cinco es mayor de 65 años –siendo el 35% de éstos obesos, presentando muchos de ellos otras patologías asociadas–.

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Las ocho vacunas antes mencionadas exigirán la administración de dos dosis por vía intramuscular, separadas 14, 21 o 28 días. Cuando se administren masivamente, habrá que tener en cuenta que un porcentaje de personas, por diversas causas, no recibirá la segunda dosis, por lo que entre éstas la proporción inmunizada será menor que entre las que reciban las dos dosis. Si a esto añadimos que las encuestas indican que el porcentaje de personas que están dispuestas a vacunarse varía entre el 70% (España) y el 50% (EEUU, Reino Unido), el panorama es bastante preocupante. Con lo que sabemos ahora, la vacuna, por sí sola, no va a proporcionar la inmunidad de grupo frente a la covid-19, pero contribuirá mucho a ello, y será imprescindible para prevenir la infección (con o sin síntomas) en millones de personas.

Por todo lo anterior, y como ha mencionado la OMS recientemente, incluso después de que se hayan administrado las primeras vacunas disponibles de forma masiva, deberemos seguir manteniendo las medidas sociales de distancia, uso de mascarilla, lavado de manos periódico, etc., durante un tiempo, por ahora, indefinido.

Rafael Dal-Ré es Doctor en Medicina y Cirugía.

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