Plaza Pública

El golpe del 23F y los números redondos

Octavilla de CCOO llamando al paro general tras el 23-F.

José Luis López Bulla y Javier Tébar Hurtado

Lo que llamamos números redondos suelen atraer, por lo general, a la mente. Se establecen de manera convencional como los más adecuados para diferentes actividades: celebraciones, conmemoraciones o ventas y compras en el mercado bursátil. Se acerca uno de estos números: el próximo martes 23 de febrero habrán pasado 40 años redondos desde el intento fracasado de golpe de Estado que se produjo en España en 1981.

Arxiu Històric de CCOO de Catalunya. Fundación Cipriano García

En el actual contexto de turbulencias de todo tipo en el que estamos, cabe esperar que antes, durante y después de ese número redondo —ya saben, la mente humana tiene estas cosas con esas cifras— comience a darse vueltas sobre este asunto. En enero de 1981 se habló del "tejerazo", aludiendo a un antihéroe derrotado como el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, pistola en mano. Un titular que sirvió para ocultar más que esclarecer aquella trama golpista. Se puso fin al continuado ruido de sables desde los años de la Transición, redujo tensión y ofreció una salida a la crispación política. En todo caso, aquel momento fue crucial en la consolidación de la democracia española, dejándose también ésta más de un jirón en la solución judicial del asunto. Aquí no vamos a historiar aquel golpe fracasado. Pero sí queremos recordar que, después de los "felices noventa" —otro número redondo—, hace ya unos años, aquel acontecimiento de nuevo suscitó interés a partir de la particular novela de Javier Cercas, Anatomía de un instante (2009), sugerente pero a la que le faltó, sin duda, tener una información más amplia sobre las respuestas ante el golpe. A esta siguió un producto de diferente signo y formato, el falso documental sobre el 23-F, la "Operación Palace" de Jordi Évole, que en 2014 arrasó en las redes sociales con opiniones a favor y contra. Otro momento, otro contexto, sin duda. Y, no debemos olvidarlo, aparecieron en momentos sin número redondo que lo adornara, por decirlo de alguna manera.

El Instituto Cervantes reflexiona en unas jornadas sobre los retos de la democracia 40 años después del 23F

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En esta ocasión está por ver durante estos días qué uso político del pasado se va a hacer con el yugo y las flechas de los cruzados de hoy, de los influencers de la nostalgia de las corralas mediáticas que van empujando a la "Gran irritación". Estamos expectantes, con o sin razón, ante el desafío que representa integrar aquel nefasto acontecimiento en la “Gran irritación” de esta troupe. Camino, mucho nos lo tememos, del gran nihilismo. Con o sin razón, estamos a la espera de ver cómo las voces "subestatales", en particular en la Cataluña declinante de hoy, se enfrentan a la fecha del 23-F para seguir insuflando el discurso post-procesista que está en clave de guerracivilismo en sus propias filas. También nos suscita curiosidad el modo de "conmemoración" que decidirán todos aquellos que han venido echando mano del espantajo del Régimen del 78, ese constructo disfrazado de categoría huera —de bolero cacofónico— para analizar y comprender el itinerario histórico de la democracia española, como sabemos ya, con nulos resultados. Vamos a ver si la izquierda en el Gobierno es capaz de valorar de manera adecuada y crítica el significado de la superación de aquel golpe de Estado hasta cierto punto estrafalario, pero sólo hasta cierto punto, retransmitido de manera fragmentaria y accidental por RTVE. Nos parece que sería útil que no hubiera ni "conmemoración" ni rápida mención para "cubrir el expediente". En tiempos de populismos irritados o, como dijo Blas, de punto redondo, conviene preguntarse sobre el significado de aquellos acontecimientos que hace cuarenta años mostraron la fragilidad de la democracia, que no es un lugar al que se llega sino un lugar al que se va, que nunca está totalmente construida sino que está en permanente construcción por las reformas necesarias ante el peligro de transformarse en caserones deshabitados o bien en palacios o capitoles de invierno, todos amenazados por la oclocracia (el gobierno del gentío, no de la ciudananía) de la que ya nos habló Polibio hace unos cuantos siglos en su historia pragmática.

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José Luis López Bulla es sindicalista y Javier Tébar Hurtado es historiador.

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