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Pacto por la Ciencia: Ramón y Cajal, más cerca

Una mujer trabajando en un laboratorio científico

Javier Alfonso Cendón

“Dichosos los hombres que ofrendan su vida a una idea grande, porque ellos perdurarán en ella y por ella”

Santiago Ramón y Cajal

Todos guardamos secretos, pero quizás una de las magnificencias del ser humano es saberlos compartir, como donación al conocimiento, como afán desinteresado que trata de contribuir desvelando las maravillas del propio ser.

Reconozco que las últimas semanas he estado muy influenciado por el legado científico que nos dejó el padre de la neurociencia moderna, el científico más importante de España, Don Santiago Ramón y Cajal. He tratado de acercarme al pensamiento de este hombre brillante, que se atrevió a desvelar los secretos del cerebro a pesar de no contar con más apoyo que el de unos padres que siempre creyeron en su capacidad. Una realidad que se sigue repitiendo más de 100 años después, en un país en el que seguimos sufriendo la fuga de cerebros, uno de los grandes desvelos de las políticas socialistas que siempre hemos tratado de revertir, con inversión y reconocimiento a nuestra comunidad científica, a pesar de las trabas de la derecha que volvía la vista hacia otro lado.

Cajal mostró al mundo los mapas de conexión de las neuronas, una revelación que iluminó la estructura del cerebro y que le hizo ganar el Nobel de Medicina en 1906. También fue pionero y visionario de la vacunación, proponiendo el uso de gérmenes del cólera muertos por el calor en lugar de microbios vivos, dando pie a un nuevo tipo de vacunas que hoy se conocen como inactivadas, tan importantes que se encuentran en los actuales ensayos en humanos contra el covid-19.

Y, aunque su vida da para mucho, no quiero centrarme en las proezas de lo particular de una mente privilegiada, sino en la potencialidad del conjunto, en el éxito de la unión. En este momento, necesitamos una gran alianza y, ciertamente, España está cada vez más cerca de alcanzar un gran Pacto por la Ciencia. Sí, lo digo con orgullo y pleno convencimiento, en el Congreso estamos poniendo todos los medios y el esfuerzo plural para lograr una estrategia común, sostenida y sustentable en el tiempo. Lo precisamos para establecer las bases que forjen un gran acuerdo de todos los grupos parlamentarios, la base de un sistema social más justo, que nos permitirá mejorar la competitividad de nuestras empresas, creando empleo de calidad y mejorando el estado del bienestar.

Ahora, con la vacuna sobre la mesa, parece plausible. Quienes antes se dedicaban a poner palos en las ruedas se encuentran en la parte fácil de la partida, estamos ganando la batalla al virus. Pero, con todo, la dura realidad es que tenemos hondas responsabilidades y asignaturas pendientes, especialmente ante nuestro sector científico, que se merece una investigación más abierta, más útil y una estructura sólida de ayuda al tejido productivo del país.

Uno de los mayores retos económicos de las últimas décadas nos obliga a adoptar importantes reformas estructurales. Y hoy sabemos, más que nunca, lo necesario de fomentar y difundir información científica de calidad, cuya proyección va a mejorar, sin ápice de duda, la participación a la hora de adoptar decisiones relativas a la aplicación de nuevos conocimientos. Eduquemos para la ciencia desde los fundamentos éticos de las humanidades, porque la democracia y la libertad se conquistan, se defienden y se realizan desde la pasión por el saber. No hay marcha atrás.

La pasada semana el Grupo Parlamentario Socialista, junto a Podemos, PP, C’s, ERC y el Grupo Mixto registró en el Congreso de los Diputados una propuesta para la creación de una subcomisión relativa al desarrollo del Pacto por la Ciencia y la Innovación, y el estudio y análisis de la modificación de la Ley de la Ciencia. Y son muy buenas noticias para empezar a corregir las desigualdades de la inversión en ciencia e innovación en nuestro país.

Teniendo presente que en los momentos de crisis es cuando más inversión en I+D+I se necesita, no podemos perder de vista la meta marcada para 2030 por parte de la Comisión Europea para que los estados miembros inviertan el 3% de su PIB en ella y que la inversión pública represente hasta el 1,25%. Se lo debemos a todos aquellos que se han jugado la vida, e incluso la han perdido, para salvar la nuestra. Y tenemos que empezar a pagar ya.

Una base sólida para el acuerdo parlamentario, que ojalá alcancemos en la subcomisión y que después elevaremos al pleno del Congreso, respetando los tres ámbitos que dan sentido al pacto y que son la financiación pública en el medio y largo plazo, la mejora de la carrera científica y la racionalización del sistema de I+D+I.

Sin duda, Ramón y Cajal fue un científico adelantado a sus tiempos: nos legó el testigo de mantener una investigación activa a pesar de las circunstancias, una promesa que todos sus predecesores han mantenido viva de forma vocacional, pero que es justo que hoy dejen en la puerta de los políticos. Ellos y ellas, científicas e investigadores, han contribuido a favor de la investigación española, con sus medios, con su constancia, y con sus asombrosas cavilaciones.

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Por todo ello, sin buscar ningún tipo de reconocimiento, sin que esté en juego un nuevo Nobel, es necesario y muy urgente que sigamos sumando esfuerzos para que la ciencia continúe salvando la vida de las personas y nos dé las esperanzas del futuro que anhelamos.

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Javier Alfonso Cendón es Diputado Nacional por la provincia de León y portavoz de Ciencia e Innovación del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados.

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