Plaza Pública 8-M

8M: la agenda feminista en marcha

Imagen de la manifestación del 8M en Madrid.

Lídia Guinart Moreno

El Día Internacional de los Derechos de las Mujeres es una de las fechas marcadas en el calendario, con repercusión mundial, que más fuerza y notoriedad ha adquirido de un tiempo a esta parte. El 8M no es lo mismo desde el MeToo, que marcó un punto de inflexión. Como señala Nuria Varela, “el feminismo de las plazas” fue la expresión de la cuarta ola de una manera global y paró el mundo, o casi. Fue la explosión de la indignación y del hartazgo de millones de feministas, en buena parte para hacer frente al avance del neoliberalismo y, por descontado, a la desigualdad entre los dos sexos que suele llevar de la mano.

El capitalismo salvaje, en alianza con el machismo, persigue en estos tiempos la mercantilización del cuerpo de las mujeres, se manifiesta de diferentes formas y ataca por distintos flancos: legalización de los vientres de alquiler, regulación de la prostitución, normalización de una pornografía cada vez más violenta como apoyo de una masculinidad hegemónica en crisis y, cada vez más, diversos postulados que beben de la posmodernidad.

Hace justo un año, la gran manifestación del 8 de marzo en diferentes ciudades de España se celebró días antes de la implosión de la pandemia del covid19. Evidentemente no hubo causa-efecto, en todo caso no más que en relación con otras tantas aglomeraciones propiciadas por la vida cotidiana, en transportes públicos o en mítines como los de la extrema derecha, que se produjeron por aquellas fechas. Porque entonces todavía nadie –insisto, nadie– conocía la verdadera idiosincrasia del virus que ha transformado y trastornado la vida de toda la Humanidad.

Desde entonces, ha pasado un año que parece un siglo, y regresa la cantinela antifeminista y misógina con advertencias de carácter preventivo sobre presuntas manifestaciones como causa de futuros y también presuntos rebrotes de la pandemia. Da igual que haya botellones, manifestaciones violentas o nuevas aglomeraciones de fans de la derecha extrema. La manzana culpable de Eva sigue estando sobre las cabezas de nosotras, las mujeres, aun sin haberla mordido.

Digan lo que digan los agoreros, este día de reivindicación feminista será distinto en 2021, como lo son tantas cosas en pandemia. Necesariamente será un paréntesis en las manifestaciones masivas, lo contrario sería imprudente y hasta temerario. Pero en las reivindicaciones feministas, en el avance de la agenda del feminismo, no hay paréntesis que valga. Que no estemos en las calles, manifestándonos, no significa que nos rindamos al machismo. Que se nos vea solo en lo virtual, no implica que nos callemos la boca. Las feministas del siglo XXI somos imprescindibles, igual que lo fueron nuestras antecesoras del siglo pasado, y del anterior, y del pretérito. Como ellas, somos imparables. Tenemos muy claros los retos a los que nos enfrentamos y no estamos dispuestas a ceder ni un ápice. Porque conocemos al patriarcado y sabemos de sus artes para adaptarse a los nuevos tiempos, para transformarse y hasta para introducirse en el movimiento feminista, camuflado de lo que no es.

Es fácil abandonarse a la tentación del paradigma de la libertad sin darse cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Es fácil porque realmente lo que reluce es atractivo y hay quien se ocupa, y mucho, de revestirlo con esplendorosas indumentarias. No en vano hay mucho negocio en juego. Las nuevas –o no tan nuevas– industrias del sexo, por ejemplo, están detrás de la prostitución pero también de la pornografía y una retroalimenta a la otra, como nos recuerda Rosa Cobo en su último libro. En ambos casos, la mercancía y el objeto son las mujeres. Las que peor parte se llevan en esta pugna que algunos pretenden disfrazar de libre elección, las mujeres más pobres. Porque esto va, sobre todo, de lucha de clases y de privilegios para los varones.

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Queremos ser sujetos y verdaderas protagonistas de nuestras vidas y de nuestras decisiones. Para conseguirlo, es imprescindible la continuidad de la lucha feminista pero también lo es el compromiso político, para que la reivindicación de las calles, o de las redes sociales, tenga su traducción en leyes. Leyes como la de Igualdad, la Integral contra la Violencia de Género, la de matrimonios igualitarios o la Ley de salud sexual y reproductiva. Avances como los planes de igualdad en las empresas o el registro para garantizar la igualdad salarial y combatir la brecha. Realidades como los permisos de paternidad equiparados a los de maternidad o como el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que el Gobierno está desarrollando y dotando. Empeños como la abolición de la prostitución y la lucha contra la trata de seres humanos con finalidad de explotación sexual. La agenda feminista está muy clara y nada nos va a distraer de ella. Ni siquiera la pandemia.

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Lídia Guinart Moreno es diputada por Barcelona, portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.Lídia Guinart Moreno

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