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Plaza Pública

Del fiasco murciano a la batalla de Madrid

Una terraza en la sierra de Madrid, durante la Semana Santa.

Nicolás Sartorius

I.- Se cuenta que los grandes deportistas del ajedrez, antes de realizar un movimiento, tenían en mente multitud de posibles combinaciones en función de la reacción del contrario. Los practicantes modestos, como el que esto escribe, en sus mejores tiempos, cuando era de los pocos juegos que se podían practicar, era capaz de imaginar cuatro o cinco hipótesis ante la posición del contrincante. En todo caso, se trataba de un ejercicio muy saludable para la actividad política y para el desarrollo reflexivo de la mente. Sin embargo, tengo cada vez más la impresión de que la mayoría de los actuales políticos en ejercicio no son capaces de prever ni tan siquiera el siguiente movimiento de la pieza. Practican la táctica de mover ficha o trebejo y “a ver qué sale”. Una lástima, porque si pensasen, aunque fuese un poco, las consecuencias inmediatas de sus actos/movimientos nos evitarían bastantes disgustos y estropicios.

Viene a cuento esta introducción ajedrecística al reflexionar sobre las recientes mociones de censura y sus resultados. No tengo elementos para dudar de que, en Murcia, después de tantos años de gobiernos de la derecha, las trapacerías y corruptelas habían llegado a un punto que bien merecía, por higiene pública, descabalgar al PP del gobierno de la comunidad y el ayuntamiento. No obstante, conviene tener en cuenta que las autonomías, aunque a veces no lo parezca, forman parte de un conjunto que se llama España y, en consecuencia, lo que acontece en una de ellas puede repercutir en otra u otras, según el negocio de que se trate. Por lo tanto, era obvio de toda obviedad que si C's/PSOE movían pieza para ‘comerse’ la comunidad y el ayuntamiento de Murcia, el contrario a su vez iba a mover ficha en Madrid con el fin de evitar el jaque mate de perder la comunidad de la capital del reino. Y el movimiento único posible, e intensamente deseado desde hace tiempo por la presidenta madrileña, era convocar elecciones en el momento que, en principio, le favoreciese. Para más inri, los promotores de la moción de censura pecaron de confiados o ingenuos, creyendo que una firma en un papel es garantía irrevocable de compromiso. Hay quien sostiene, cínicamente, que todo el mundo tiene un precio, afirmación con la que no estoy de acuerdo. Sin embargo, en los tiempos que corren, con tan poca firmeza de ideas y abundante laxitud moral, junto a tantos negocios multimillonarios en juego, yo sería más precavido en estos lances. Ya tuvimos el golpe del tamayazo, que entregó la Comunidad de Madrid al PP de Esperanza Aguirre, Ignacio González y Francisco Granados durante más de 20 años. Para remate y como expresión de habilidad ajedrecística, tanto el PSOE como Más Madrid presentaron sendas mociones de censura una vez anunciada la convocatoria electoral, lo que los tribunales, con razón, consideraron extemporáneo. Por cierto, una censura que, en mi opinión, quizá debería haberse presentado hace tiempo, aunque no hubiese triunfado, ante el calamitoso e incapaz gobierno del PP/C's –con el apoyo de Vox– y la necesidad de una alternativa sensata y eficaz que proteja de verdad a la ciudadanía madrileña.

II.- Ahora nos encontramos ante unas elecciones que van más allá del destino, para un par de años, del sufrido pueblo de Madrid. La perspectiva de un futuro gobierno PP/Vox –derecha más ultraderecha– es una posibilidad real, inédita en España y la Unión Europea, cuyos efectos, de consolidarse, podrían ser devastadores. Tanto para los avances sociales y democráticos que España necesita, como para la propia situación futura de la derecha española en el ámbito del conservadurismo europeo, por la crispación que provocaría. Parece que olvidamos que la señora Ayuso y su equipo representan los intereses económicos e ideológicos más cutres, antimodernos y ultraliberales que existen, de la estirpe de los gobiernos corruptos del pasado, con una actitud ante la pandemia y sus efectos en la línea de los Trump y Bolsonaro, campeones mundiales de las muertes por covid-19. Su anticomunismo trasnochado, reflejado en el esperpéntico eslogan ‘libertad o comunismo/socialismo’, no solo es un espantajo que solo a un lerdo puede asustar, sino que quizá denota una animadversión u odio neurótico contra aquellos que más lucharon contra la dictadura. No deberían olvidar que las libertades que disfrutamos y la Constitución que las ampara son obra de comunistas, socialistas y demócratas, de diferente origen, que se dejaron la vida, la libertad y el trabajo para que también las personas que piensan como la señora Ayuso o Vox pudieran expresar y votar lo que les venga en gana.

III.- Por eso mismo, ante eslóganes sin sentido ni sustancia, ante esta campaña siniestra que consiste en sacrificar la salud y la vida para salvar supuestamente negocios, no creo que se deba responder con la misma moneda. Todo lo contrario, no hay nada más demoledor en política que caer en la trampa de las broncas de quien ha hecho de la ineficacia su seña de identidad. Vayamos a los hechos y los argumentos. En estos años la Comunidad de Madrid ha estado gobernada de manera nefasta. Es uno de los lugares con más contagiados y muertos de coronavirus por habitante de toda España, con un debilitamiento consciente de la sanidad pública que roza lo punible. El gasto sanitario por habitante, en 2019, fue de 1.416 euros, es decir, 142 euros inferior a la media española. Madrid es una de las comunidades con menos personas vacunadas en proporción a la población, con los centros de salud cerrados en fines de semana y en Semana Santa, bajo el inaceptable argumento de que hay que dejar descansar al personal sanitario, como si no hubiese sistemas de turno si se contratase más personal, incluso el que se ha ofrecido como voluntario. En Madrid hay 430 centros de salud, que a un mínimo de 36 vacunas diarias por centro supondría haber podido vacunar a 61.920 personas mayores, solamente durante los cuatro días de Semana Santa. Y todo ello cuando la gente sigue muriendo todos los días. Con uno de los gastos en personal y material sanitario más bajo del país –ocupamos el octavo puesto– en proporción de la riqueza, cuando somos la primera región en rentas. Lo mismo ha sucedido en el campo educativo, donde la inversión pública por estudiante es de las más bajas de España, con una enseñanza privada de las más abundantes. Donde el ‘negocio’ de la construcción ha sido un escándalo, con la venta de viviendas ‘protegidas’ a fondos buitre para su reventa, mientras los jóvenes no encuentran habitación asequible. Como decíamos, Madrid está en primer lugar en renta por cabeza y ocupa el décimo en la tasa de pobreza y desigualdad. Igual acontece en la atención a la dependencia, área en que siendo la más rica ocupa el séptimo lugar en facilitar este importante servicio a las familias. Por no hablar de las colas del hambre, una auténtica vergüenza en una ciudad con una renta por persona superior a 35.000€. Desgraciadamente, no está claro que todo lo anterior haya desgastado al gobierno del PP, pues parece que ha hecho fortuna la idea de que la ‘libertad’ es poder irse de cañas. Un acto lúdico, sin duda, placentero, pero que como símbolo de la libertad ciudadana resulta lamentable, pues en la dictadura también se podía ir uno de cañas.

Hacia un destino ignorado

Hacia un destino ignorado

IV.- Estas son las cuestiones que nos jugamos en las elecciones del 4 de mayo. No es desde luego “la libertad o el comunismo” la disyuntiva que está en juego, sino un Madrid que proteja a los ciudadanos en todos los órdenes o continúe la borrachera de la especulación y el agiotismo, que son mucho más peligrosas que las de cerveza o vino. Confiemos en que Madrid sea, una vez más, la “capital de la gloria” que cantaba el poeta, porque de lo contrario conoceremos tiempos oscuros.

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Nicolás Sartorius es abogado y escritor, preside el Consejo Asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro se titula “La nueva anormalidad” (Espasa)

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