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Un proyecto "imperial" para Madrid

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Xaquín Fernández Leiceaga

Las elecciones autonómicas en Madrid, al igual que las recientes en Cataluña, interpelan a toda España. No es un problema de peso cuantitativo en lo demográfico o en lo económico, que también. Es porque en ambos casos las posiciones hasta ahora dominantes en cada comunidad implican una alteración profunda de los equilibrios que con tanta dificultad habían sido establecidos en los albures de la democracia española.

Isabel la catódica tiene un proyecto para Madrid, indistinguible del que vocea Vox. Que implica una visión de la organización territorial de España, comporta una política de la excepcionalidad madrileña y encierra un acento neo-liberal mucho más marcado de lo que es común en la derecha española.

Una parte notable de la ciudadanía madrileña desconfía del Estado de las autonomías. Con datos de 2019, aproximadamente un 45% prefería o bien reducir su nivel actual o simplemente pasar a un estado con un único gobierno central. Por utilizar una referencia comparativa, el porcentaje de similares preferencias en Galicia se reducía al 16%. Esta visión neo-imperial sin duda se ha visto reforzada por el desafío de los nacionalistas catalanes, que ha quebrado un consenso básico de nuestro modelo político.

A primera vista esta posición podría parecer irracional. A la Comunidad de Madrid no le ha ido nada mal: ha ganado peso económico en estas cuatro últimas décadas, ha crecido su papel como centro decisorio en finanzas o servicios a empresas y mantiene una notable distancia con la media en renta por habitante. La dinámica del mercado ha sido ferozmente centrípeta, con la acumulación de sedes empresariales, la captación de inversiones foráneas o las migraciones internas de capital humano desde otras áreas españolas. Los servicios de mercado tendieron a la concentración, reforzando el motor madrileño.

La acción del Estado ha sido en cambio equilibradora, impulsando la producción descentralizada de los servicios básicos a la población y las transferencias de renta que reducen las diferencias entre territorios. Con dificultades, ha servido para evitar una polarización regional más marcada.

El proyecto neo-imperial supone la ambición de concentrar aún más todo en Madrid, recortando los poderes distribuidos, con un contenido profundamente social, que hacen que en España estado autonómico y estado del bienestar se confundan. Permitiendo que el mercado opere con plenitud, sin obstáculos.

El excepcionalismo madrileño ha encontrado en el enfrentamiento con el gobierno progresista español el mecanismo táctico perfecto, sobre todo en las condiciones de incertidumbre de la pandemia; y en las prerrogativas e imperfecciones de la fiscalidad autonómica un instrumento para apuntalar su proyecto social y corroer las bases del equilibrio territorial. Un ejemplo muy destacado de ellas es la posibilidad de eliminar la imposición sobre el patrimonio, que permite atraer bases tributarias suculentas, haciendo caso omiso, por insolidaridad, de los efectos sobre el resto de los territorios de un competencia fiscal a la baja. El votante “normal” en Madrid quiere menos impuestos y demanda menos servicios públicos que en el conjunto español. Por razones sociológicas y políticas que convendría explorar. Con sus secuelas de incremento de la desigualdad y erosión de los elementos protectores que también caracterizan el modelo madrileño. Así se configura un modelo que reduce la libertad únicamente a lo que afecta a la cuenta de resultados. Pero que es políticamente competitivo.

Con ilusión o desencanto, pero votemos

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Frente a este proyecto insolidario y que es imposible reproducir en toda España existen modelos alternativos. Madrid tiene la oportunidad de encabezar y dirigir la modernización de las Españas, si reconoce la diversidad que atesoran y hace del necesario equilibrio territorial un requisito para el desarrollo. Y si, hacia dentro de la Comunidad, utiliza la ingente capacidad de generación de rentas y captación de patrimonios para sustentar un modelo social que favorezca la inclusión y el crecimiento sobre fundamentos sólidos y sustentables. Por su potencial, está llamada a ser una de las grandes beneficiarias del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, la palanca básica del progreso en los próximos años. Su ciudadanía tendrá que decidir si prefiere la confrontación estéril o alinearse con las políticas europeas y españolas que estos fondos encarnan.

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Xaquín Fernández Leiceaga es senador por Galicia.

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