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El derecho a amar estancado en el Parlamento italiano

Imagen de la fiesta del Orgullo LGTBI de Madrid celebrada en 2018.

Javier Alfonso Cendón

En ocasiones me olvido de que todavía hay quienes se manifiestan en contra de las leyes y los argumentos que pretenden erradicar los crímenes de odio. He crecido bajo la influencia de unos valores democráticos, equitativos y justos, y quizás por eso, y más aún después de lo que a todos nos ha tocado vivir este último año, me cuesta enormemente que se generen dudas sobre aspectos de respeto y dignidad tan claros.

Desgraciadamente, de algunos países con regímenes autoritarios o con la influencia de unas sociedades anticuadas y ancladas en el patriarcado de una historia a la que todavía hoy rinden tributo, la sorpresa puede ser menor, que no menos injusta. Pero no de la mayoría, de los que defienden una mentalidad tan parecida a la nuestra y cuyos ciudadanos todavía parecen encontrar verdaderos obstáculos en el camino para alcanzar una libertad total. Y más todavía cuando se trata de contaminar el discurso utilizando esa palabra en concreto: la libertad. Me refiero a la vecina Italia. El problema con la aprobación de la ley Zan es que, precisamente, algunos detractores ponen en tela de juicio la libertad de expresión de los ciudadanos. Pero, la libertad de expresión ¿de qué?, ¿de quién? Una ley que se opone al odio y a la discriminación y que alarga la red de tutela y protección hacia los colectivos más vulnerables o menos protegidos socialmente, ¿qué mal puede hacer a la libertad de los italianos y de las italianas, honestos y democráticos?

Italia siempre ha sido un país fascinante por su arte, su cultura y, especialmente, por sus gentes, con quienes nos sentimos identificados en muchos aspectos. Por eso en este caso, me remueve que una nación también honesta y democrática tenga que discutir y montar barullo sobre una cuestión tan clara. Una norma que no debería causar un problema dentro del Parlamento. Porque la ley Zan ya está aprobada en la Cámara de Diputados italiana, pero sigue a la espera de la luz verde de la Cámara Alta. ¿Qué juicio político necesita una ley contra la homofobia y la transfobia? Tiene que salir adelante, no hay excusas.

Que se lo pregunten a Jean Pierre Moreno, considerado el adalid de los derechos LGTBI en Italia tras ser agredido por besarse con su novio en Roma, la romántica ciudad del amor, pero donde parece que para algunos un beso no vale lo mismo según el género o la orientación sexual de la pareja.

Italia ha saltado a la actualidad por este desilusionante episodio, pero mi confianza en la sociedad, en la política que no deja de estar formada por hombres y mujeres que representan a un pueblo, me tranquiliza con que la justicia siempre prevalece. En España, si volvemos la vista atrás también podemos catalogar una historia de discriminación hacia el colectivo LGTBI a través de diferentes textos legales que se han utilizado para perseguir y castigar.

Pero el sentido común, el avance de una sociedad moderna cimentada bajo los derechos sociales y promotora del estado de bienestar cambió el curso de las cosas. Aquí, orgulloso, reconozco que el PSOE siempre ha jugado un papel crucial en el impulso de la igualdad de todos y para todos.

A pesar de una extrema derecha que bien entrado el siglo XXI todavía pide recortar leyes LGTBI y acabar con las sanciones que contemplan hacia quienes se atreven a vulnerar los derechos de las personas trans e intersexuales, recordemos que Vox ha llegado a plantear derogar el apartado referente a la concienciación a través de la educación en la diversidad de género, los socialistas seguimos defendiendo que la escuela debe ser un lugar para la inclusión, la tolerancia y la prevención de cualquier forma de violencia. Por ello, seguimos trabajando con especial atención todos los modelos que previenen y abordan la homofobia, la transfobia, el machismo, la violencia de género y la xenofobia. No puede ser de otra forma.

Porque las personas, independientemente de su edad y condiciones, deben tener garantizado el derecho a una vida plena e independiente. Pero la semilla crece a la vez que nosotros, como la educación, y es posible cultivarla. De niños a mayores, combatiendo cualquier tipo de discriminación y consolidando unos servicios públicos que favorezcan el mantenimiento de la salud y el bienestar físico, mental y emocional. Que tampoco lo olvide el Parlamento italiano, las instituciones deben velar por todas las personas con políticas que compensen las situaciones de desventaja en las que se encuentran algunos.

Frente al odio, frente a la violencia, el PSOE siempre ha contestado con democracia, con libertades, sin perder de vista que la clave siempre ha estado en que la propia de cada uno termina cuando empieza la del otro, vaya por delante.

Europa, una larga tarea ilusionante e inacabada

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España es uno de los países más avanzados en materia legislativa de protección hacia la comunidad LGTBI, y seguiremos trabajando por el reconocimiento de todos los vacíos que aún queden en nuestras leyes. Aprendimos mucho de nuestro mayor abanderado, pionero de muchos de los derechos de los que hoy disfrutamos, del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, y esta marea multicolor ya no tiene freno. Tampoco en Italia, donde el turno para castigar a quien se quiere de manera diferente da sus últimos coletazos. Ese tiempo para decidir a quién es legítimo amar dependiendo del país en el que se ha nacido, en nuestro mundo ha caducado hace mucho.

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Javier Alfonso Cendón es diputado por León y portavoz de Ciencia del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados.

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