Plaza Pública

La democracia no es sólo el sufragio universal

Miles de personas en la Puerta del Sol, durante el nacimiento del movimiento 15M en 2011.

Christine Lewis Carroll

Igual que la paz no es sólo la ausencia de guerra y un hombre feminista no es un hombre no machista, la democracia es mucho más que el sufragio universal.

En las últimas semanas hemos oído en diversos medios de comunicación a politólogos y demás eruditos reducir la democracia al acto de votar. No pretendo ni soy capaz de mejorar el análisis realizado por José Ovejero (El desencanto y la rabia) y Ramón Lobo (Por desgracia no somos Portugal) del porqué estamos donde estamos; no obstante, quisiera señalar algunos elementos menos obvios pero sin duda mejorables de la democracia en España.

Con ocasión del movimiento de los indignados que surgió el 15 de mayo de 2011, uno de los lemas más recordados era “Lo llaman democracia y no lo es”, aun sin haberse producido en ese momento lo más duro de los recortes. En el mundo del trabajo, por ejemplo, poca democracia hay. A los grandes capitales sólo les interesa el beneficio y que no se cuestionen sus privilegios. No es casualidad que los medios de producción, la organización del trabajo y la salud laboral estén exclusivamente en manos de los empresarios. Las empresas no son democráticas ni solidarias, ni es posible la responsabilidad social corporativa o el capitalismo ético, aunque sí podemos aspirar a cambiar el sistema capitalista en el que se cimienta todo el tinglado.

También me pregunto hasta qué punto las instituciones del Estado entienden la esencia de la democracia: un chat de la policía municipal cuyos integrantes deseaban que hubiera muerto la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en la matanza de los abogados de Atocha; un foro de policías que dedica insultos machistas y racistas a miembros del Gobierno y Unidas Podemos, según Miquel Ramos en La Marea; un cuerpo policial todavía militarizado como es la Guardia Civil; jueces que preguntan a mujeres violadas cuánto se han resistido; exmilitares que quieren fusilar a 26 millones de “hijos de puta”... Me pregunto de qué nos sorprendemos y qué tipo de enseñanza en los valores democráticos y constitucionales se recibe en las academias de formación e incluso qué hacen los jueces y fiscales cuando no actúan de oficio.

¿Cómo podemos decir que España es una democracia cuando no podemos elegir a la jefatura del Estado o cuando hay representantes políticos catalanes legítimamente elegidos en la cárcel o en el exilio? Todo lo que no sea una dictadura no es necesariamente una democracia.

En mi opinión, estamos donde estamos porque, como sociedad, hemos dejado hacer. Hay muchas voces en la izquierda que defienden que hicimos lo que pudimos en la transición, principalmente porque había peligro de involución. Aun siendo así y habiendo votado la Constitución del 78, reconocer ahora que no la hemos defendido ni exigido su cumplimiento –ni la sociedad civil ni las instituciones– es el primer paso hacia otro horizonte. Un Estado no confesional no puede calificarse de este modo cuando da más dinero a la Iglesia Católica que a las familias vulnerables. También las personas que votamos la Constitución permitimos la vuelta de la monarquía, hecho del que ahora reniego.

La política no se ejerce sólo en las instituciones. Cuando José Mujica, expresidente de Uruguay, dejó sus cargos públicos, dijo que ni por asomo dejaba la política. Qué lección de democracia y compromiso con su pueblo. La sociedad civil –asociaciones vecinales, movimientos sociales, sindicatos– tiene mucho que decir y hacer. Dependemos todavía de la política institucional para legislar y gobernar, pero podría ser de otra manera. La democracia representativa no quiere decir que delegamos en los cargos elegidos. No les extendemos un cheque en blanco y debemos demandar no sólo la rendición de cuentas sobre sus actividades, sino la responsabilidad por las mismas, exigiendo la revocación en caso de incumplimiento de promesas y leyes o malas prácticas. Otro uruguayo ilustre, Eduardo Galeano, decía que debemos escoger a los candidatos más honrados y vigilarlos como si fueran ladrones.

La democracia en España es incompleta y como pueblo debemos luchar para que sea inclusiva y respete los derechos en igualdad de condiciones de hombres, mujeres, menores y minorías. En otros momentos de la historia, las mujeres no hemos podido votar, aun viviendo en sistemas llamados democráticos. Y en estos momentos, las personas que no tienen la nacionalidad española no pueden votar en España –salvo en las elecciones municipales si están empadronadas– aunque pagan impuestos y hacen los trabajos que no quieren los nacionales para sí. El mantra tan extendido de que necesitamos a los migrantes para subir el PIB me parece indigno de una democracia. Las personas migran por muchas razones, siempre lo han hecho, y decidir las personas privilegiadas cómo y para qué les acogemos es, como poco, excluyente. Por otra parte, el Estado de derecho no siempre funciona con justicia, pero si los políticos profesionales y los medios de comunicación mayoritarios lo critican, no sólo se exponen todos los fallos sistémicos que hacen incompleta nuestra democracia, sino que se cuestionan sus propios privilegios.

Volviendo al 15M y teniendo en cuenta la actual crispación política, hubo una reivindicación del sorteo (insaculación) como método para escoger a nuestros representantes políticos. No es tan descabellado y se ejerció en el Atenas antiguo. Se dificulta la corrupción porque no subyacen otros intereses que no sean el servicio al pueblo; es pedagógico porque los cargos están obligados a aprender y dejarse asesorar; todos los elegibles gozan de las mismas oportunidades; se desconcentra el poder, desigual por naturaleza, y fomenta la participación colectiva.

Vacunación y mascarillas

Vacunación y mascarillas

Si queremos llamarnos demócratas y parar el fascismo, debemos fortalecer la democracia, tratándola con más respeto y entrega.

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Christine Lewis Carroll es socia de infoLibre

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