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Plaza Pública

Libertad de rebaño

Aglomeraciones en Barcelona tras el fin del estado de alarma.

Antoni Cisteró

¿Llegó el efecto rebaño a la cumbre el 4M? La respuesta fácil sería: “abducidos por el populismo, se dirigen airosos al desolladero”. Fácil, pero no cierto. No van airosos, simplemente están ahí. Y tampoco van hacia el final, sino hacia un ir “tirando como siempre”. Menospreciar dicho efecto, la impermeabilidad del rebaño a todo análisis ecuánime, podría ser una argucia de la izquierda para justificar su desidia en el pastoreo, pero tampoco cubriría una explicación consistente.

Que quede claro: escribo desde un respeto absoluto hacia el ciudadano de a pie (y de los sentados). Aquél que solo se hace visible días antes de unos comicios. Aquél que va tirando como puede, lidiando con sus ardores de estómago, las notas de los hijos, el vencimiento de la hipoteca, la pérdida (o exceso) de lívido o la suegra gruñona. Aquél al que de repente se le dice: el martes a votar.

Un país que ha pasado de la megalomanía de las Azores a la buena fe campechana, para seguir con el dontancredismo y la abulia y acabar con un ejército de espadachines luchando contra el alien Covid, ¿qué es lo que tiene en la mente?: pues su estómago, las notas, la lívido o la suegra... ¡ah!, y la omnipresente hipoteca. Y desde luego, la mascarilla y el miedo y la fatiga. En su caletre no caben ya ni los discos duros formateados a martillazos, ni las corruptelas, ni las mentiras emponzoñadas, ni las policías patrióticas. No tiene resuello para entrar a sopesar el falso dilema de decidir qué vale más: la vida de unos cientos de abuelos o el mísero sueldo de unos miles de camareros. El país, mal que bien, mande quien mande, va tirando, poco se puede hacer y en cualquier caso “no voy a ser yo quien me meta en el berenjenal del análisis sosegado”. Si a ello añadimos el factor Bruselas que aleja el foco de la atribución razonada de responsabilidades, comprenderemos que la atención se fije en el día a día: ¿ganará el Atlético la liga? Y por disonancia cognitiva, pasar a confundir el sobrevivir con el vivir en libertad. El muerto al hoyo y el vivo al botellón.

¡Qué poco se ha promovido el reflexionar (y actuar en consecuencia) sobre los programas propuestos en la campaña de Madrid, apenas aireados¡ Y menos aún en la de Cataluña de hará tres meses, donde solo importaba el teñido amarillento del mensaje! Sirva un ejemplo: Desde la Generalitat se anunció que la legislatura estaba acabada en enero del 2020, y hasta quince meses después seguíamos sin saber quién cogería las riendas. Y sin embargo, cada día sale el sol, los autobuses pasan más o menos a la hora, ¡y hasta se vacuna! ¡Qué importa quién gobierne! Mi hipoteca siempre llamará dos veces. Y añado: Y la política solo cada cuatro años. Y cuando, infinidad de oportunidades perdidas después, se convocaron en Cataluña, cientos de miles votaron a quien había mantenido en vilo a todo el mundo, en plena pandemia, gestionándola con los pies, ocupado como estaba en entretener a sus fieles con gestos de saltimbanqui.

Cuatro años (o menos, que para el caso da igual). ¿Qué se ha hecho durante este periodo entre comicios? Sí, claro, gobernar. Pero ¿cómo llegar a los millones de ciudadanos que bastante tienen con lo suyo? A los que si se les llama una semana antes del voto, hasta les ofende el olvido del que se dan cuenta entonces. Les han ido calando los exabruptos demagógicos, fáciles y hasta divertidos, pero no la tarea cotidiana de tirar el país adelante. ¿Saben los barceloneses que los ediles de Barcelona en Comú se recortan el sueldo, y que con dicha diferencia se nutre un fondo llamado Filadora que subvenciona con 100.000€ proyectos culturales?Filadora Lo saben los que no necesitan saberlo para votar dicha opción, los insiders. Pero no los outsiders: la inmensa mayoría de los votantes. ¡De qué poco servirá que alguien lo airee ante sus seguidores días antes de la próxima votación!

Se dice que en cualquier decisión hay una pugna entre razón y emoción. Y es cierto. Pero a menudo se olvida un tercer factor clave: que todo ello sucede sobre un sustrato determinado. El carácter, la formación, el estado anímico y físico, las relaciones sociales van recibiendo una lluvia fina que va calando imperceptiblemente: Aquel comentario en aquella tertulia, aquel hecho, aquella mentira, aquella verdad, se van entreverando en el interior de la idiosincrasia del individuo. Es ahí donde se libra el pulso, ante un reto determinado como puede ser decidir un voto, y es ahí donde la izquierda ha desertado de su obligación y tradición de impregnar el día a día de conciencia social. Al tratarse de una contienda a corto plazo, es evidente que la emoción tiene muchas más posibilidades que la razón, que requiere sosiego, conocimientos, voluntad y esfuerzo. Al no haberse cultivado el terreno, pues crece lo que crece.

La organización política se ha complicado muchísimo en los últimos tiempos. Hay mucho en juego y a tantos niveles que es prácticamente imposible para el ciudadano hacerse una opinión que no sea puntual y segmentada. En el momento de verse impelido a “mojarse” (con un voto, por ejemplo) solo cabe acudir a la emoción del momento o mirar alrededor la dirección de la mayoría (sea cierta o simulada). Los chascarrillos, las exageraciones, y peor aún, los exabruptos y los insultos (y también la falta de un análisis previo), le ponen entre la espada y la pared: “Vamos ya: decide de una vez”. Al fin y al cabo, todo seguirá igual. Y si en aquel momento está deseando salir de noche: pues vota “libertad”.

Ante ello, la izquierda se autoengaña basándose en su convicción (a la que me sumo) de que sus principios morales son buenos para el pueblo. Y deduce erróneamente que éste, al constatarlo, se acercará diligente a su luz, haciendo innecesario darle la mano para guiarle. Cuatro años en barbecho impiden que dos o tres semanas de siembra puedan dar sus frutos. Por parte de la derecha, lo fácil: dar carta de naturaleza al ir tirando sin reparar ni en el gobierno, ni en los efectos que puedan tener sus decisiones sobre el día a día. ¡Qué lejos está la úlcera de un decreto de privatización de un hospital! ¿A qué sombra va a cobijarse el acalorado ciudadano? Pues a la que le confirma que no está loco si decide seguir sobreviviendo sin mayores análisis y con el menor esfuerzo. Y puestos así, ¿nos extraña aún lo que ha pasado en la villa y corte? Y volviendo a mi querida Cataluña: ¿Nos sorprende el esfuerzo realizado en denigrar cualquier decisión gubernamental o en degradar el papel aglutinador y regulador del Parlament?, ¿que haya gente que siga fielmente el mantra de “cuanto pero mejor”? Lo dijo Puigdemont y parece que se va saliendo con la suya.

La deriva es peligrosa, por imperceptible y por dónde nos lleva. Trump, con su histrionismo, nos ha permitido visualizarla, pero creo que no se percibe lo suficiente el efecto llamada en el ámbito mundial donde se desarrolla. Desde los hechos del Capitolio, la estrategia se hace más evidente: El objetivo no es solo alcanzar el poder (que también) sino acceder a él para socavar el propio sistema democrático azuzando a los fieles seguidores mediante la manipulación de emociones a priori legítimas. Muestra de ello es la apropiación de conceptos, prostituyéndolos, que tendrían que servir de aglutinante y se usan como dispersantes: libertad, democracia, o España o Cataluña. Con ello se está consiguiendo desligar al ciudadano, al votante, de las estructuras institucionales. ¿Cómo puede ser que el tendero de Nebraska, la maestra de Manaos, el jubilado de Vallecas o el oficinista de Igualada hayan votado propuestas de líderes que han demostrado un egoísmo casi patológico y que, no a corto pero sí a medio y largo plazo, ponen en peligro la forma de vida del conjunto de la población? Si no se han dado cuenta de cómo se ha perjudicado a la ciudadanía, desde las residencias de ancianos y el covid hasta la malversación de fondos públicos, ¿cómo van a percibir el lento pero progresivo e implacable descenso hacia el autoritarismo y el olvido de la democracia?

Deriva imperceptible. Cuando uno se va a la cama: ¿Puede determinar el momento exacto en que se duerme? No, la propia modorra impide la percepción. ¿En qué instante se pasa de la democracia, imperfecta pero funcionando e intentando mejorar, al autoritarismo esquilmador?, y una vez arraigado éste, ¿hasta dónde puede llegar? Progresiva y sigilosamente (o no), va penetrando como un virus. Sin generar síntomas de rechazo, va calando la estrategia afinada que desarrollan los QAnon, Faes, Opus Dei, Vox y tantos otros, y que siguen ciegamente millones de personas adormecidas por el calorcillo que astutamente se transmite al rebaño. Ni experiencias recientes sacan a la gente de su modorra: Ni los muertos por la gripita del Brasil, ni los ocasionados por los recortes en sanidad pública tan cercanos… ¿A qué desapercibido derrumbe nos van conduciendo? En el pasado, ni gente tan avisada como Stephan Zweig intuyó en sus inicios los males que se avecinaban. Nos dice en El mundo de ayer: "Todas las barbaridades, como la quema de libros… que pocos meses más tarde ya eran hechos reales, un mes después de la toma del poder por Hitler todavía eran algo inconcebible incluso para las personas más perspicaces. Porque con su técnica del engaño sin escrúpulos, se guardaba muy mucho de mostrar el radicalismo total de sus objetivos antes de haber curtido al mundo”. Sí, evolución arteramente paulatina, disfrazada con palabras secuestradas y aprovechándose del alejamiento del día a día ciudadano de los planteamientos no ya de izquierdas, sino de una democracia razonada.

Lamento el tono y extensión del artículo. En Cataluña tenemos ya la sociedad partida por el eje, con heridas que en el mejor de los casos tardarán décadas en sanar. Ahora Madrid, quizá pronto Murcia o Andalucía, en consonancia con una tendencia a escala universal de separar de cuajo los “buenos” de los “malos” para dominarlos a todos. Y como música de fondo, la demagogia simplista que va subiendo como una marea, induciendo al sueño. Pero ¡ojo!: cuando despertemos, la democracia ya no estará ahí.

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Antoni Cisteró es es sociólogo y escritor. También es miembro de la Sociedad de Amigos de infoLibre

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