Plaza Pública

Elogio de la vejez

Imagen de un anciano leyendo un libro.

Ana Santos Sainz

Ayer pronuncié una frase que no me ha gustado nada. Durante el desayuno conté a mi hijo que había comprado paños nuevos para la cocina porque los que teníamos estaban ya machacados, muy estropeados. “Voy a jubilar a los otros porque son ya viejos y no sirven”, comenté.

Y, de repente, quedé sorprendida, qué horror de expresión, me dije, y pensé que esa era la idea de cuando uno se hace mayor y se jubila. Te conviertes en un desecho que no sirve ya para nada. Y te quitan de la circulación.

Esta expresión, que me salió sin pensar, espontáneamente, es fruto de la imagen social que tenemos de la gente mayor en nuestra cultura.

No acaba ahí el tema. Esa misma mañana pasé en coche delante de un banco que tiene unas grandes fotos publicitarias para colectivos distintos. Uno de los anuncios era para la gente mayor. El hombre de la foto inspira mucha ternura, pero una ternura cargada de pena. Su rostro, su mirada, la forma de sus cejas… Daban ganas de abrazarlo. Esta foto alimenta la imagen de un colectivo vulnerable y sedentario. Pero, ¿a quién le gusta dar pena? ¿No sería preferible transmitir otros sentimientos como dignidad u orgullo?

La imagen estereotipada que existe en nuestra sociedad de las personas mayores no les hace justicia. Resta su valor, sus aportaciones y su potencialidad. Existen muchas ideas tópicas sobre este colectivo que deberían haberse superado porque no son reales y lacran su imagen social.

Tópicos como…

- Que no se enteran de nadaQueno se enteran de nada… Se enteran de lo que quieren y les interesa. Son selectivos. Tienen una mirada inteligente de la que deberíamos aprender.

Que lo tecnológico no va con ellosQue lo tecnológico no va con ello… Porque no les interesa. Y no me extraña. Perder el tiempo durante horas con el móvil o con las redes sociales, a mí tampoco me interesaría. A raíz de la pandemia muchas personas mayores han usado la tecnología para conectarse con sus familias. Cuando quieren bien que aprenden a usar los móviles y los ordenadores.

Que se cansan… En realidad, la mayoría de ellos tienen más energía y vitalidad que muchos jóvenes. Mi madre, de 79 años, se levanta cada día a las 7 de la mañana y no para de hacer cosas durante toda la jornada. Tiene más energía que yo.

Que su ritmo es lento… No lo es. Es pausado y reflexivo. ¿Para qué agitarse y correr todo el día, si puedes hacer lo mismo con un espíritu tranquilo y armónico?

Que no se mueven mucho, que son personas sedentarias… No he visto un grupo de edad que camine más que las personas mayores. En distintas versiones. Solos, en pareja o en grupos de amigos. Pero siempre hay gente mayor caminando por la calle, en los parques… No paran.

Que son conservadores y antiguos… Son más abiertos y tolerantes que muchos jóvenes. Su dilatada experiencia vital les ha aportado comprensión y apertura mental.

- Que no se adaptan, que no cambian... Pero lo cierto es que después de todo lo que han pasado, se adaptan a todo. Son todoterreno. Se amoldan a lo nuevo y se apropian de ello. Por ejemplo, en los puntos de reciclaje que hay por la ciudad, es muy habitual ver a personas mayores reciclando el vidrio, el plástico y el papel. Y yo en mi casa tengo que ir detrás de mis hijos adolescentes para que reciclen adecuadamente cada material en su sitio.

-Que son cerrados…Todo lo contrario, son muy abiertos y cercanos. Siempre están dispuestos a dialogar. Cuando dan un paseo con amigos no paran de tener conversaciones fluidas. Se paran, debaten, discuten, siguen caminando. Cuando van a hacer la compra, en cualquier lugar siempre están dispuestos a hablar y comunicarse con los otros. ¿Cuántas veces hemos conversado con la señora mayor que espera con su carro de la compra a que la atiendan en la frutería? Humanidad y cercanía no les falta.

Que ya no son productivos… ¿Improductividad?… Es una de las etapas más productivas. Pero más a nivel personal que social (como se entiende hoy la productividad social, que es el trabajo…). Tienen todo el tiempo libre a su disposición. No paran de hacer cosas. Su cabeza y su cuerpo siguen en acción. Energía y vitalidad tienen de sobra, ganas de hacer… siempre.

Además, están ejerciendo un papel fundamental de contención, apoyo y sustentación de sus familias. Mantienen a jóvenes que no han podido emanciparse por no encontrar trabajo, o tener uno con un salario imposible de compatibilizar con un alquiler o la compra de una vivienda. Acogen a sus hijos, que han tenido que volver a la casa de sus padres porque se han quedado en paro y no consiguen encontrar otro empleo. Cuidan a sus nietos porque sus progenitores no pueden conciliar. Sacan a pasear a los perros porque sus hijos tienen unas jornadas laborales asiáticas.

Siempre están ahí, dispuestos a ayudar y apoyar a los suyos. En definitiva, un colchón de amortiguación y sujeción familiar ante los problemas actuales de paro, de precariedad laboral y de conciliación que el Estado no logra paliar.

Queda claro que habría que revocar la imagen negativa estereotipada de este colectivo. Carece de veracidad y es perjudicial para su autoestima. Muchos la acaban interiorizando.

Se trata de reconocer, valorar y ensalzar su labor. De desactivar los clichés sobre las personas mayores y positivizar la imagen que gira en torno a la vejez. E ir más allá. Darles voz, mayor protagonismo activo en la sociedad. No expulsarles de la rueda dinámica social. Creando espacios de participación y protagonismo.

Terminaré con una cita de Marco Tulio Cicerón, el gran filósofo y jurista latino. Teniendo 62 años, escribió De senectute, un sentido elogio de la vejez. En ese libro nos muestra a Catón el Viejo, un vigoroso anciano de 84 años, conversando con dos jóvenes admiradores suyos. En un pasaje el viejo Catón atribuye los defectos achacados comúnmente a la edad al propio individuo y no a la vejez en sí misma. Los jóvenes se admiran de la intensa actividad desplegada por el octogenario y este da sus razones para no renegar de la vejez y aceptarla como una etapa más de la vida, rica en dones y placeres.

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Ana Santos Sainz es socióloga.

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