Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Plaza Pública

Unidas Podemos: una ficción política

El líder de Unidas Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, comparece en la noche electoral.

Juan Manuel Aragüés

La precipitada salida de Pablo Iglesias de la política ha contribuido a acelerar el debate sobre el futuro del espacio político antagonista en nuestro país. Un debate enormemente complejo que merecería, a tenor del preocupante momento social que vivimos, una sosegada y generosa reflexión por parte del conjunto de personas y colectivos que nos sentimos implicados en la tarea. Si el proceso se salda con la mera sustitución de una ficha al frente de Podemos y de Unidas Podemos sin abordar los enormes problemas de fondo que afectan a ese espacio político, el fracaso está garantizado, por mucho que se eligiera a las personas más adecuadas para desempeñar dichas responsabilidades. No estamos ante un problema de personas, aunque estas puedan incidir decisivamente en la gestión de un proceso, sino de proyecto político y organizativo.

Desde mi punto de vista hay que partir de dos cuestiones. La primera, la perniciosa deriva de las organizaciones políticas que surgieron del 15-M, que se han convertido, me refiero a Podemos y Más País, en partidos al más viejo estilo. Probablemente, si hubiéramos escrito en un papel todo aquello que no queríamos de una nueva organización política, tendríamos la foto de lo que ahora tenemos: verticalismo, culto del líder, ausencia de debate, sectarismo, patriotismo de partido, electoralismo ramplón, dinámicas exclusivamente institucionales y un largo etcétera. El debate de futuro no puede ser Más País o Podemos, pues ambos son expresión de una extremada esterilidad política. Tanto más exasperante cuanto en ambas organizaciones existen personas de indudable mérito que deberían empeñarse en promover soluciones y no problemas.

La segunda cuestión es el carácter ficcional de Unidas Podemos, una organización (me cuesta, incluso, escribir la palabra organización) que solo existe en los papeles y cuyo cometido ha sido, hasta el momento, meramente instrumental y electoral. Unidas Podemos no ha sido sino una anecdótica marca electoral, que ni siquiera ha tenido presencia en todo el territorio. En Aragón, desde donde escribo, tuvimos que volver a sufrir la existencia de candidaturas separadas en elecciones municipales y autonómicas, de tal manera que aquí, y no es el único lugar, UP ni está ni se le espera. UP carece, a nivel general, de estructura organizativa y órganos de dirección, y, en muchos territorios, de concreción política. No es, insisto, más que una endeble marca electoral sobre la que resulta imposible construir algo que no sea una campaña electoral. Y, evidentemente, no se trata de eso.

Imagino que no hace falta recordar los momentos tan difíciles que estamos viviendo con una evidente hegemonía, tanto que nos gusta citar a Gramsci en los últimos tiempos, de un modelo de vida y subjetivación neoliberal que nos lleva, literalmente, al desastre y que abre las puertas a una reedición posmoderna de los fascismos del fin de la Modernidad. Estamos a las puertas del “fascismo por conformismo” del que hablaba Paul Virilio. No hace falta recordarlo, lo sé, pero lo hago, no vaya a ser que siga habiendo insensatos e insensatas que, a la hora de abordar este debate, lo hagan con ligereza y pensando en intereses idiotas, particulares. Porque, desde luego, de lo que se trata es de poner en el horizonte lo común. Y para ello, se trata, entiendo, de partir casi de cero, al menos en lo que a cuestiones organizativas se refiere, porque precisamente ahí es donde hemos cosechado el mayor de los fracasos y donde se manifiesta la ineficacia de las herramientas (Podemos, Más País, Unidas Podemos, IU, etc.) de las que nos hemos dotado.

Si lo que queremos es no languidecer en una agonía de previsible resultado, es preciso reconstruir el espacio de la izquierda. O como queramos llamarle. Insisto en que es el momento de arrinconar esencialismos y de colocar todo sobre la mesa, con una mirada de futuro extremadamente abierta y consciente de los tremendos retos ante los que nos encontramos. Como siempre, es mucho más lo que, programáticamente, nos une que lo que nos separa; a diferencia de siempre, debiéramos ser conscientes de ello, privilegiarlo e ir dando pasos que resultan imprescindibles si no queremos que nos barra el huracán reaccionario que se ha desatado.

Construcción de sujeto y elecciones

Construcción de sujeto y elecciones

Este proceso no debiera ser enfocado de modo burocrático. Se trata de aprovechar un momento sin citas electorales a la vista para promover una amplia reflexión y debate al que estén convocadas organizaciones, personas, colectivos de todo el país, en su pluralidad, para, entre otras cosas, establecer los mimbres de una visión de país que contraponer al rancio y casposo sectarismo de la derecha españolista. Si no somos capaces de advertir que esta iniciativa resulta imprescindible, si continuamos parapetados en organizaciones que languidecen a ojos vista, si no conseguimos volver ilusionar a quienes pensaron que era posible asaltar los cielos, el infierno quedará, cada vez, más cerca.

___________________

Juan Manuel Aragüés Estragués es profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, acaba de publicar Ochenta sombras de Marx, Nietzsche y Freud.Juan Manuel Aragüés Estragués

Más sobre este tema
stats