Plaza Pública

Estoy hasta los mismos, oiga

Una mujer sostiene un cartel en el que se puede leer, "Negar la violencia machista te hace cómplice".

Antonio Baena Cobos

En apoyo a las compañeras del Movimiento Feminista de Puente Genil en reconocimiento a su lucha.

Hoy de nuevo las noticias nos sacuden con la fuerza que tiene la realidad: más mujeres asesinadas, en un suma y sigue incapaz de ser atajado, por una sociedad que solo reacciona con minutos de silencio. Pero para ellas ese silencio es eterno.

Hoy y mañana sesudos tertulianos y tertulianas disertarán sobre la violencia de género, políticos y políticas mostrarán su pesar, y pasado el tiempo de las lamentaciones mediáticas, nada cambiará y el hilo de la muerte seguirá tejiéndose sobre las mujeres.

Ya no es tiempo de lamentaciones, es momento de actuar y acabar con la violencia que la sociedad ejerce sobre la mujer.

La violencia se construye en sus primeros niveles sobre una educación sexista que comienza en la cuna, con roles predeterminados que afectan a la estética, juegos y juguetes, con medios de comunicación visuales que van conformando el subordinamiento de unas a los otros y que, unidos al poder económico de cada familia, ahogarán el desarrollo de la mujer como persona en una sociedad que se dice igualitaria.

Muchos trabajos que, a pesar de ser imprescindibles, la sociedad no considera como tales —como el cuidado de los hijos y la casa, o de familiares con problemas—, son ejercidos por mujeres. Esa dedicación les impide acceder a un trabajo, o las obliga a abandonarlo, condenándolas a la dependencia económica del hombre. Tal situación provoca el deterioro de la autoestima de las mujeres y sirve de enseñanza negativa para sus hijas. Además, como todos sabemos, este trabajo que las mujeres realizan en beneficio de la sociedad ni está pagado ni sirve para su futura jubilación, condenándolas de por vida a la dependencia económica.

También sus hijas tienen una alta posibilidad de ejercer trabajos mal pagados, de baja calidad y gran esfuerzo físico, y si no, que se lo digan a las auxiliares de las residencias de ancianos, a las kellys, a las cajeras de supermercados, etc. Pero no seamos negativos: hoy en día más del 50% de los universitarios son mujeres, aunque, como puede verse, tanto en la administración pública como en las empresas privadas, los puestos importantes los ostentan los hombres. Esto se convierte en una brecha en los ingresos entre hombres y mujeres que se acentúa en el momento de la jubilación y que aumenta la sensación de subordinación de un sexo al otro.

Esta violencia económica normalizada y aceptada socialmente, aderezada con una imagen ultrasexualizada de la mujer como un simple objeto que, como tal, puede tener amo, lleva a algunos hombres muy machos a comportamientos de violencia psicológica, mucho más cotidiana de lo que creemos y en la que todos hemos caído alguna vez, difícil de demostrar y que puede llegar a hacer la vida imposible a cualquier mujer y a producirle enfermedades físicas y mentales.

Y como remate de esta barbarie antisocial, llega la violencia física, que desgraciadamente en una cantidad de casos insoportables termina con el asesinato de manera cruel y despiadada, arrastrando a esa muerte a sus propios hijos, y todo ante la frágil diligencia de nuestras fuerzas policiales, jueces y fiscales. Mucho nos queda por hacer como sociedad, para no sentir vergüenza ante el espejo todas las mañanas al vernos reflejados.

Por lo tanto y a pesar de las críticas que voy a recibir y mientras no exista una voluntad política de acabar con esta lacra me declaro feminista.

Contra ellos

Contra ellos

Ni una más, nos queremos libres y vivas

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Antonio Baena Cobos es pensionista de la COESPE, Puente Genil (Córdoba)

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