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Marge Simpson: ¿tan solo una mujer dibujada para su familia?

Lalo Tovar

Por supuesto que no. Claro que Marge Simpson no es únicamente una madre amantísima, fiel esposa y la mantenedora y garante de la estabilidad de su hogar y, más allá, de su comunidad. Que también. Pero no sólo. Marge es, como ella misma firma en su currículum, “ama de casa desde 1980 hasta el día de hoy”, pero, como bien puntualiza y completa su espejo, su hija mayor Lisa, es también, precisamente por eso, cientos de cosas más. Es chófer, costurera, gestora, economista, cocinera. Cuidadora de grandes mamíferos.

Firma el creador de Los Simpson, Matt Groening, que la suya es una serie que te premia cuando le prestas atención. Yo llevo años siguiendo su consejo, siempre disfrutando; últimamente, transformándolo en una tesis doctoral y, ahora, en el libro Yo sonreiré por las dos. La vida en femenino según Marge Simpson, en el que recojo la ‘correspondencia’ que he mantenido con ella durante meses, tras aceptar mi propuesta de escribir su biografía.

Desde el principio, Marge, cauta. ¿Por qué a nadie que no fuera ella podría interesarle su punto de vista? La respuesta es fácil, y tal cual se la ofrecí: porque su vida puede resultar (y, de hecho, lo es) profundamente inspiradora: acierta, crece y ayuda a crecer. Y también se equivoca. A todos nos acompaña, con sus actos, por sus decisiones y las consecuencias que estas acarrean. Marge es ejemplo de vida. De vida en femenino. Una bisagra entre dos generaciones, entre dos tiempos.

El de Marge es el reflejo de la lucha callada de millones de mujeres en todo el mundo. Porque es el retrato (dibujado, sí) de toda una generación: la de las mujeres occidentales nacidas en el entorno de los años 50. Las madres, algunas también ya abuelas, que asumieron el papel escrito por alguien para ellas y que se afanan por interpretarlo de la mejor manera posible, pero que saben igualmente que su realidad responde sólo a una de las opciones que les deberían haber presentado, permitiéndoles más allá elegir otras o, en todo caso, combinarlas a voluntad. Y no pudieron. O alguien quiso que no pudieran. Por eso, las Marges del mundo se esfuerzan hoy en procurar a quienes recogerán su testigo en la sociedad, sus Lisas, las herramientas para que puedan desarrollarse como personas plenamente autónomas, libres; como mujeres del siglo XXI.

Especialmente elocuente resulta la secuencia que da título al libro, un diálogo entre madre e hija, a las puertas de la Escuela de Primaria de Springfield. La niña está deprimida por no saber cómo encajar con sus compañeros de clase, y su madre comparte con ella el consejo que ella misma recibió de la suya en su niñez: que, independientemente de cómo se sintiera por dentro, debía siempre sonreír.

Marge comparte este consejo con su hija pero, al ver que el resto aprovecha esa inducida actitud de sumisión, retrocede y corrige. Le dice: “Si quieres estar triste, estate triste; si quieres sonreír, sonríe. Se fiel a tus sentimientos. Desde ahora, tu madre está dispuesta a sonreír por las dos”. No quiere Marge que Lisa incurra en los mismos errores que ella misma cometió, abocada a ellos por su entorno. Quiere que su hija decida y quiere ayudarla a hacerlo, sirviéndole de apoyo. ¿No es este hoy el papel de millones de madres en el mundo?

Si, como propone Groening, uno presta atención, percibe que ambas comparten un icónico detalle común: las dos lucen, rodeando su cuello, un collar de cuentas. El de Marge es una herencia familiar; una suerte de argolla de vivo color rojo que le recuerda, permanentemente, de dónde viene. ¿Habrá querido Marge, regalando a su hija también un collar, sí, pero de cuentas blancas, que suya sea la decisión de qué tono elegir para colorearlo? Quizá, con ese gesto, la madre haya querido que sea la hija quien, sin olvidar tampoco de dónde viene, escoja el color rojo… o el verde vegetariano, el amarillo budista o del negro de las notas musicales.

En las páginas de Yo sonreiré por las dos Marge toma la palabra –y ya era hora– para demostrar que bajo su pecho amarillo late el corazón de una mujer corriente, sí, pero también revolucionaria y profundamente inspiradora; ignorada, pero con mucho que decir; sumisa, pero decidida a lograr que todo cambie.

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Lalo Tovar es periodista de RNE

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