Plaza Pública

Lo urgente frente a lo prioritario, para después de la pandemia

Los ciudadanos chinos en Sri Lanka se vacunan con un envío especial de Sinopharm.

Gaspar Llamazares

Al final de la quinta ola y con la expectativa de la definitiva salida de la ya larga pandemia, vuelven los problemas aplazados y con ella se nos presentan también problemas nuevos, unos como urgentes e inaplazables y otros como prioritarios para el relanzamiento de la sanidad pública. Entre las prioridades aplazadas destaca el ya largo proceso de deterioro de la atención primaria y de la salud mental, como parte de la marginación de la atención a la salud comunitaria. Entre los nuevos retos emergen las carencias de nuestra salud pública ante el embate de la pandemia. A ambas se suman los problemas siempre urgentes de las listas de espera, fruto tanto de la gestión continuista del pasado como ahora de la tensión de la demanda y del doble circuito obligados por la pandemia.

Sin embargo, las primeras medidas para la post pandemia tanto del Gobierno central como de las CCAA parecen volver de nuevo a la vieja gestión de la normalidad: así mientras que el Gobierno central en vez de incrementar la formación en las especialidades deficitarias, mantiene el mismo número de plazas MIR que el año anterior, de otra parte las CCAA vuelven a los manidos planes de choque millonarios de siempre para gestionar mediante las llamadas peonadas y la derivación al sector privado las largas listas de espera de distintas patologías acumuladas e incrementadas aún más si cabe como consecuencia de las complicaciones urgentes de la pandemia.

Unos planes de choque que de tan repetidos han pasado a formar parte de la inercia de la gestión cotidiana de la sanidad pública, y que han significado el aplazamiento de medidas pendientes como la urgente reorganización de la formación especializada y de los servicios hospitalarios, de la escandalosa precariedad en el empleo sanitario, del papel de la dedicación exclusiva de los profesionales, de los incentivos y las retribuciones, pero también del necesario papel de agencia de la atención primaria y de la promoción y educación para la salud de la ciudadanía. Todo ello imprescindible para recuperar un mínimo equilibrio entre la oferta y demanda de servicios sanitarios. Unos planes de choque que han venido provocando además nuevos agravios en las retribuciones entre especialidades quirúrgicas y médicas y dentro de los propios equipos, así como en particular de la atención hospitalaria con respecto a la atención primaria y comunitaria.

Por otro lado, lo prioritario en materia de salud pública, en atención primaria o en salud mental, es decir de buena parte de la atención comunitaria, se aplaza una vez más con la apertura de un periodo de consultas a los sectores implicados del desarrollo de los contenidos esenciales de la ley general de salud pública de 2011, como son la Agencia de Salud Pública y las evaluaciones de impacto y la equidad en salud, y por otro lado de la conclusión de la estrategia de salud mental, así como la decisión dilatoria del Consejo Interterritorial del SNS, dándose un nuevo plazo para la aprobación del tan esperado paquete de medidas de personal, administrativas y presupuestarias de revitalización de la atención primaria.

Con ello, podemos perder de nuevo un tiempo precioso con otro diagnóstico sobre los archiconocidos males de la salud pública y de la atención primaria y comunitaria, mientras que continúa la imparable inercia gestora de la actividad reparadora especializada y hospitalaria. De esta manera, una vez más, ante la vuelta a la normalidad la gestión de lo urgente se impone y con ello se aplaza el objetivo de recuperar y revitalizar lo prioritario: el alarmante deterioro de la atención comunitaria y dentro de esta de la atención primaria, la salud mental, junto a la laboral y ambiental, cuyas carencias se han puesto de manifiesto en particular entre los grupos más vulnerables en que se ha ensañado la sindemia de la pandemia de la covid19 sumada a los factores y patologías de riesgo junto a los determinantes sociales, en particular las desigualdades sociales, de género y laborales.

A nivel global salimos poco a poco de la pandemia y la ilógica egoísta y suicida del capitalismo y el nacionalismo que mientras garantizan la disponibilidad de vacunas y con ello la vacunación de más del setenta por ciento en Europa y del cincuenta por ciento en Norteamérica, mantienen sin embargo a buena parte de la humanidad sin el acceso a las vacunas, provocando con ello una baja inmunidad colectiva, una gran velocidad de transmisión y altos índices de enfermedad grave y de mortalidad, alejando con ello el final de la pandemia y su conversión en una endemia o epidemia estacional, con un impacto social y sanitario tolerable. Tal parece que no hubiéramos aprendido nada.

Los llamamientos angustiosos de la OMS y de los países menos desarrollados ponen en evidencia la debilidad de la gobernanza internacional en salud pública, de manera que frente al anunciado Tratado Internacional de Pandemias, vuelven las posiciones conservadoras que lo consideran una intromisión exagerada en la soberanía de los Estados y proponen tan solo remozar la actual resolución vinculante WHA58, el reglamento internacional de enfermedades infecciosas aprobado por la 58ª Asamblea Mundial de la Salud en el 2005, que contiene medidas para prevenir la propagación de las enfermedades infecciosas. Se concluye de ello el mantenimiento, a pesar de la experiencia de la pandemia, de las reticencias a un mayor papel ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud.

Volvemos también a la globalización desordenada, con las mismas carencias de la industria manufacturera y de la industria farmacéutica en Europa, pero aún más en continentes empobrecidos como África, que ponen en riesgo el funcionamiento futuro de las cadenas de distribución y la disponibilidad de vacunas, del material sanitario y de protección necesarios en situaciones críticas, algo que a lo largo de toda la pandemia nos abochorna.

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También en Europa, después del éxito de la investigación básica y de la contratación conjunta de las vacunas, se mantiene sin embargo la debilidad de nuestra salud pública, de la investigación sanitaria y de las instituciones de referencia como el ECDC, en comparación con el muy superior nivel ejecutivo y presupuestario del CDC norteamericano. En conclusión, lo urgente no debería ser excusa para abordar lo prioritario en la nueva normalidad.

___________________Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.

Gaspar Llamazares

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