Plaza Pública

La derecha que no nos merecemos

El presidente del PP, Pablo Casado, saluda a sus seguidores en la Plaza de Toros de València.

Lídia Guinart Moreno

La próxima semana el pleno del Congreso de los Diputados discutirá una enmienda a la totalidad presentada por el Partido Popular al Proyecto de Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, la conocida como ley del "Solo Sí es Sí". El PP incumple con esta enmienda de devolución el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que contempla su impulso. No la enmienda con intención de mejorarla, sino que la rechaza de plano. Es una muestra más, lamentablemente no la única ni mucho menos, de la deriva del PP hacia el lado oscuro de la derecha, una deriva que quedó consagrada en su convención itinerante que culminó en Valencia. De este PP no podemos esperar absolutamente nada.

Los despropósitos de la convención popular son tantos que necesitaría la columna entera para enumerarlos. Pero la conclusión es clara y diáfana. El Partido Popular ha dejado de ser, si es que alguna vez lo fue de verdad, un partido de Estado, para pasar a ser derecha contestataria. Sí, contestataria, en tanto que polemiza, se opone y protesta, a veces brusca o violentamente, contra lo establecido y lo hace por sistema y sin ánimo propositivo. Lo que dijo su de momento líder, Pablo Casado, en la entrevista emitida por RTVE sobre el Gobierno español da otra idea de la deriva del primer partido de la oposición. En lenguaje coloquial diríamos que "se pasó dos pueblos" al asegurar categóricamente que el Gobierno de Sánchez es el más radical de Europa, más que los de Hungría o Polonia. Estos dos ejecutivos son tristemente conocidos por leyes que atentan contra la libertad de las mujeres a decidir sobre su embarazo y contra los derechos de la comunidad LGTBI. El partido del presidente de Hungría, Víktor Orbán, abandonó el Partido Popular Europeo antes de que lo expulsaran y el Consejo Europeo acordó estudiar un posible procedimiento de infracción, a partir de la aprobación en el Parlamento húngaro de la ley sobre la homosexualidad. Pero el radical es Pedro Sánchez.

Llegado este punto, deberíamos definir qué es la radicalidad para Pablo Casado. O, por pasiva, qué no lo es. Y eso es precisamente lo más preocupante. Encajar que, tras más de cuarenta años de democracia, España no puede contar con una derecha al uso europeo es complicado y provoca escalofríos. Lo que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen —la misma que padeció en Turquía el desprecio de otro presidente machista y homófobo— considera vergonzoso, acaba siendo normalizado por la derecha española que aspira a volver a gobernar.

En la Unión Europea ya han tenido muestras de cómo las gasta el Partido Popular español, que no fue capaz hace pocas fechas de avalar el intento de impulsar una legislación europea común en materia de violencia de género. Se está posicionando de manera muy peligrosa en estas cuestiones al lado de los que niegan la violencia machista y de los que no se comprometen en combatirla. Al lado de los que no se escandalizan cuando conocen datos como el que nos desvela el Barómetro Juventud y Género de FAD. Este estudio pone de manifiesto que crece el porcentaje de chicos de entre 15 y 29 años de edad que niega la violencia de género (un 20% considera que es un invento ideológico, frente a un 12% que lo creía dos años atrás) o le resta importancia. Únicamente 4 de cada 10 hombres consideran que las desigualdades por cuestión de sexo son elevadas en España.

Más de un millón trescientas mil mujeres en España han sufrido violencia sexual de alguna persona con la que ni han mantenido ni mantienen una relación de pareja, en un 99'6% de los casos por parte de un agresor hombre, aunque solo el 8% se decidió a denunciarlo. Son datos suficientemente preocupantes para que una ley se ocupe de ellas y de prevenir que siga sucediendo.

La importancia de un Ministerio de Igualdad

La importancia de un Ministerio de Igualdad

La deriva del PP debe preocuparnos, y mucho, sobre todo a las mujeres. Al grupo ultraderechista que irrumpió hace un par de años en el hemiciclo, refrendado por los votos de 364.000 españoles, le ha salido un serio competidor que se vanagloria de tener como referente a un expresidente francés corrupto en lugar de a la todavía canciller en funciones, Angela Merkel, a la que todo el mundo en Europa, izquierda incluida, reconoce los méritos y el buen hacer. Mientras, un finiquitado Ciudadanos se agarra al flotador al observar la ventana de oportunidad que ese giro le ofrece para recolocarse en el centro. Claro que oportunidades ya tuvo y no las supo aprovechar. La España democrática no se merece semejante panorama en la derecha ideológica.

_______________________________________________

Lídia Guinart Moreno es diputada por Barcelona y portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

Más sobre este tema
stats