Plaza Pública

La quiebra de España. Lo que va del relato a la realidad

El presidente del PP, Pablo Casado, saluda a los militantes a su llegada a la Plaza de Toros de Valencia.

Gaspar Llamazares

Se dice que no hay nada peor en política, como también en la vida, que confundir los deseos con la realidad o lo que es aún más grave sustituir la realidad por la ficción y actuar en base a ella, porque si algo representa la política clásica, más aún incluso que la propia vida humana, es el territorio de la subordinación de los deseos, con frecuencia inalcanzables, a la realidad y como consecuencia la administración de la insatisfacción y la frustración.

Sin embargo, es cierto que la nueva política populista de la sociedad del hiperconsumo digital es sobre todo el terreno de las emociones, mucho más que de la razón, y por tanto de la estrategia de polarización, de agitación y seducción del electorado, una ciudadanía que en la mayoría de las ocasiones se convierte en el oscuro objeto de la manipulación mediante la propaganda, tratada como un narciso menor de edad al que se le ofrecen recetas simplistas para problemas complejos, enemigos fáciles a quienes atribuir las culpas para así eludir más fácilmente las propias responsabilidades, todo a cambio de un voto para luego, sin solución de continuidad, olvidarse de los compromisos adquiridos y volver a los nuevos señuelos sin fundamento.

Sólo bajo esta influencia de la pandemia populista y la consiguiente infodemia de los medios de comunicación afines, se puede entender el empecinamiento obsesivo de la oposición conservadora española en crear un falso relato de ficción a su medida en el que el gobierno del enemigo socialcomunista está desde sus comienzos poco menos que desahuciado, la legislatura se encuentra ya prácticamente acabada y ahora, por si no fuera suficiente, por su culpa España bordea la quiebra económica que la condena a un nuevo rescate por parte de la Unión Europea, algo de lo que solo podría salvarse con un gobierno serio del partido popular, que según el propio Rajoy son expertos en sacrificios para sacar a España de los atolladeros a los que la abocan los gobiernos sedicentes de las izquierdas para luego inexplicablemente volver a entregárselo en las siguientes elecciones.

Todo ello, con la única base de las proyecciones favorables de una serie de encuestas que últimamente le darían como fuerza política ganadora, siempre que los apoyos se trasladaran luego mecánicamente al voto en el momento electoral, y aun así con dificultades para según éstos conformar una mayoría parlamentaria suficiente para garantizar la investidura.

Este relato, a medio camino entre la profecía apocalíptica de Nostradamus y la ciencia ficción de Julio Verne, sin embargo tiene poco que ver con una realidad en que el éxito de la vacunación, en particular en España, nos acerca al fin de la pandemia y los datos económicos y de empleo muestran el perfil de una reactivación económica más rápida de lo previsto, a las que se suman los fondos de recuperación europeos aprobados para dotar las medidas de modernización económica y la transición social, ambiental y digital diseñadas e incorporadas a los sucesivos presupuestos por el Gobierno con el aval de la Comisión Europea.

Una realidad de recuperación de la salud y por ende de la economía española que junto a los indultos y la recuperación del diálogo con el Govern facilitan además la consolidación de la coalición progresista, junto a la de la actual mayoría parlamentaria de investidura frente a la alternativa de un gobierno de las derechas y con ello la continuidad de la legislatura hasta su término bien avanzado el año 2023. Y es que une más el espanto que el amor. Por tanto, ni un solo dato de la realidad serviría para avalar el diagnóstico sobre la supuesta inestabilidad de la situación política y mucho menos el pronóstico catastrofista del Partido Popular sobre la economía española.

Todo ello ha obligado al PP a llegar hasta el extremo de promover el deterioro de la imagen internacional de España y del apoyo europeo frente a las consecuencias sociales de la pandemia, primero para evitar la mutualización de la deuda y la aprobación de los fondos europeos Next Generation de recuperación y resiliencia, más tarde y tras su aprobación para respaldar, con los Estados más reticentes como Holanda, una dura condicionalidad de los mismos que le permitiera retomar el relato del rescate europeo de España. Cuando finalmente no ha conseguido nada de esto, el PP ha tenido que recurrir in extremis a un falso relato, más propio de la guerra fría, del gobierno de coalición de la izquierda como un gobierno extremista, debido a la presencia de ministros comunistas que supuestamente expropia la propiedad privada, cuando en realidad, como en muchos lugares de Europa, intenta limitar el desaforado incremento del precio de la electricidad o reduce tímidamente el aumento de los alquileres en zonas altamente tensionadas de algunas ciudades; un gobierno que asimismo despilfarra y pone en peligro la viabilidad de las pensiones, cuando por el contrario garantiza su revalorización o que se apunta al sectarismo y la negación del esfuerzo por el contenido de la ley Celaá de educación...

Porque lo que en realidad no puede ocultar la derecha es que el verdadero problema para Europa no lo representa un gobierno de izquierdas y europeísta, sino la extrema derecha y sus aliados, como se ha visto recientemente tanto en el relativismo de la política de alianzas de la convención itinerante del PP, como en el contenido xenófobo y antieuropeo del mitin de Vox, su aliado de la ultraderecha. Tampoco suponen un mensaje de estabilidad para un gobierno futuro sus casos de corrupción y los poco recomendables referentes europeos de que ha hecho gala recientemente.

Sin embargo, tanto la propaganda como las teorías de la conspiración y las fake news, incluso la mentira política más descarada, deben tener siempre algún contacto con la realidad, para que éstas sean mínimamente verosímiles y por tanto capaces de movilizar aunque sea tan solo el rechazo y la ira de los electores más convencidos. Por otra parte, el carácter tremendista y apocalíptico del relato, así como la atribución al poco menos que inevitable gobierno popular de la capacidad de superar la quiebra económica y social anunciadas mediante la llamada al sacrificio, tampoco es precisamente una propuesta seductora para el electorado, en particular para movilizar a los abstencionistas y socialdemócratas desencantados.

La llamada a soportar la sangre, el sudor y las lágrimas, sobre todo después de los efectos de una dramática pandemia en la que la unidad y la colaboración política han brillado por su ausencia, y la experiencia reciente de las políticas de austeridad y recortes sociales de los gobiernos de la derecha, no parece en absoluto capaz de conseguir el apoyo de la mayoría. El PP tampoco parece haber aprendido nada de las recientes experiencias negativas de los conservadores europeos. La soberbia de los que están convencidos de haber nacido para gobernar y no aceptan la realidad de un gobierno alternativo después de varios años tampoco es buena consejera.

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En definitiva, en política es un error confundir los deseos de nuevas elecciones con la realidad de una legislatura apenas demediada, pero es tan de empecinados el hacer profecías apocalípticas que no se sostienen como de insolventes es creerlas y pretender que te sirvan de guía para la acción. Este error sí que te puede llevar a la quiebra.

___________________Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.

Gaspar Llamazares

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