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Zapatero defiende la contribución de las movilizaciones y de los partidos a la democracia

José Luis Rodríguez Zapatero, este martes durante su intervención en el Club Siglo XXI.

Defensa de los partidos y del tejido institucional, pero también de las movilizaciones. Sobre esos dos pilares iniciales cimentó esta tarde José Luis Rodríguez Zapatero su esperada intervención en el Club Siglo XXI. Los primeros pasos de una conferencia que concitó a dirigentes actuales del PSOE (no a Alfredo Pérez Rubalcaba, que seguía la sesión plenaria del Congreso), a dirigentes pasados, a una nutrida nómina de exministros y empresarios. Una defensa de la labor de las instituciones (incluida la Corona), del papel de las formaciones políticas y del impulso ciudadano que llega justo en el momento de mayor cuestionamiento del sistema y del creciente desapego hacia la clase política.

“Hay cosas que cambiar y mejorar en la vida pública, pero no desde luego la ausencia de capacidad crítica. Hay un grado notable de libertad de información y de expresión”, que se visualiza en los medios y en la red, en el “intenso debate ciudadano”, sostuvo. Pero junto a ellos, el derecho de reunión y manifestación, que los ciudadanos ejercen “con un profundo carácter democrático”. “Hemos sido testigos de poderosas movilizaciones –alabó–. Hay quien interpreta que estas formas de participación ponen de manifiesto la debilidad de la democracia representativa, o incluso manifiestan una alternativa. En mi opinión, estas movilizaciones no son ni una cosa ni la otra, sino expresión de la democracia misma. Forman parte de la fisiología y no de la patología del sistema”, subrayó el expresidente del Ejecutivo.

La reivindicación de Zapatero del poder de los ciudadanos sonó como una cierta reprimenda a las críticas a las protestas sociales que llegan desde la derecha. Pero también como una negativa a la suplantación de un poder por otro. De hecho, reconoció que ambos cauces de expresión, la vida pública, institucional, y la movilización “no son en absoluto incompatibles o alternativos, sino dos caras de una misma moneda, un diálogo permanente y vivo, interaccionan y así enriquecen el proceso de deliberación y decisión en las instituciones públicas”. El expresidente apuntó que unas veces van los colectivos por delante –como le pasó a él con el matrimonio gay, dijo– y otras son los partidos los que llevan la iniciativa, como la abolición de la pena de muerte. "La democracia es pluralismo. El pluralismo lo articulan los partidos. No se conoce una forma distinta de hacerlo. No hay democracia sin partidos, aunque la democracia no empieza ni termina en los partidos, sino en los ciudadanos", redondeó. Y rubricó: las fuerzas políticas deben ser “porosas” y “vivas” a los cambios sociales. En definitiva, lo que vino a reivindicar fue el “equilibrio” entre ambos actores sociales.

"Respaldo" a la dirección del PSOE

Al hablar de los partidos tuvo que hacer mención al suyo. Pero no hizo advertencias a Rubalcaba, como sí se permitió hacer José María Aznar hace dos semanas. Zapatero aplaudió la "intensa conversación con los ciudadanos" que el PSOE está desplegando en estos meses de camino a su Conferencia Política. "El elenco de cuestiones a abordar sobre las reformas democráticas es tan conocido como difícil de encauzar con acierto. Se esperan cambios en el sistema electoral, en las listas, en el Senado, en los partidos... Y deben responder a un debate sosegado y constructivo. Descreo de las voces que se arrogan las soluciones inequívocas, normalmente tras formular descalificaciones", avisó.

El ex secretario general estaba así diciendo a su formación que no le falte "determinación" pero tampoco "cautela" y busque "consensos". Por lo demás, expresó su "respaldo" a la cúpula del PSOE –"Sabe que puede contar conmigo, valoro su esfuerzo y dedicación"– y se reafirmó en su posición de "interferir lo menos posible" tanto en el Gobierno como a quien "dirige la oposición", porque es la más "útil para el país". "La lealtad a mis compañeros es sincera, profunda, inamovible. A nadie va a extrañar esta afirmación. Haber representado a España es el mayor honor que a uno le puede caber como ciudadano. Por ello, mi afán es ver progresar a España, el mismo que cuando estaba al frente del Ejecutivo". 

"Confianza" en la Justicia y en su independencia

A partir de esa defensa del sistema, el exjefe del Ejecutivo trabó una defensa, primero, del papel del rey como agente estabilizador de la democracia, como un actor capital que ha ayudado para ayudar a "superar páginas difíciles de nuestra historia” y al que hay que elogiar su "decisiva tarea integradora". Luego, blandió la “confianza” en la Justicia y en su "independencia", como "garantía de cierre del sistema". Más tarde, el “patrimonio colectivo” de valores sedimentado desde 1978.

La segunda parte de su intervención la dedicó Zapatero a elaborar un relato sobre la crisis. Sobre la globalización y sus efectos "no esperados" –la mayor pujanza de los países emergentes y la caída de las primeras potencias– y sobre la desestabilización del proyecto europeo. "Cuesta mucho aceptar que el pronóstico de la decadencia de Europa se cumpla, pero que así ocurra o no depende de nosotros, de las generaciones vivas. Necesitamos una de esas etapas creativas, fecundas, que otras veces Europa ha protagonizado". Ahí el expresidente urgió a tomar medidas ya, sin demora. “El tiempo es el problema. La unión económica tiene que seguir avanzando, el gobierno económico conformarse de manera definitiva, la unión bancaria concluirse, la deuda comunitarizarse… Un analista objetivo podría afirmar que esto va a llevar una década. Pero no tenemos esa década. Necesitamos imperiosamente ganar tiempo para acelerar la recuperación económica, que será tanto como ganar tiempo para avanzar hacia la unión política, conjurando el riesgo de la desafección por el proyecto europeo. Y no hay otro camino. Necesitamos transitarlo cuanto antes”, clamó.

Ese asidero le llevó a hablar del pacto europeo firmado por PP y PSOE y al que se han sumado este mismo martes CiU, PNV, UPyD, Coalición Canaria y UPN. Zapatero calificó de “muy positivo” el acuerdo, pese a las reticencias internas vistas en su propio partido. “Estas cosas cuentan y cuentan, lo sé por experiencia. Ojalá vengan nuevos acuerdos políticos”.

Crítica velada a los recortes y confianza en su reversión

El último tramo de su discurso, de poco más de media hora, lo protagonizó el paro. El “hecho diferencial” de España, "paralizante" y "corrosivo". Y ahí incluyó una confesión: “Nada atormenta más a un presidente del Gobierno, desaparecida la violencia [de ETA], que los datos del paro. Libré la batalla para frenar el incremento del paro a raíz de 2008 y no la gané. Deseo que al Gobierno actual le vaya mejor, para que le vaya mejor al país”. "Nunca pensé que el desempleo volvería a rebasar el duro umbral del 20%. No hay recetas mágicas, pero seguro que podemos poner más energía en el intento". 

Deseo de buena voluntad para Mariano Rajoy. Pero también una velada crítica. Porque Zapatero defendió también su legado, cómo entonces, cuando ocupaba la Moncloa, además del desempleo le inquietaban las “consecuencias para la cohesión”, y cómo sus Gabinetes hicieron el esfuerzo de subir las pensiones más bajas, el salario mínimo, “duplicar las becas”, la puesta en marcha de la dependencia y, en definitiva, procurar la “transferencia de rentas en favor de los más vulnerables”.

Zapatero confió en que España encuentre la luz al final del túnel, "continuando la senda iniciada en 1978, a pesar del muy difícil momento económico y social". Y entonces podrá revertir los recortes, rescatar los "logros sociales que nos estamos dejando por el camino", “recuperar los retrocesos en nuestro Estado del bienestar, porque esa es la voluntad mayoritaria”. "Los españoles han demostrado que cuando recuperan su libertad la han sabido defender, como han sabido defender la convivencia con tesón y dignidad [...]. Si hemos podido hacer eso, a nuestro alcance está los demás, los retos difíciles del desempleo, de la exclusión social, de la sostenibilidad del Estado social al que este país no va a renunciar, y a las reformas democráticas. Y es que la confianza en nosotros mismos como españoles no es una cuestión de fe, debemos obtenerla de la memoria de la España democrática".  

Zaplana le define como "gran persona"

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Aplauso y cierre. Sin coloquio posterior. Zapatero culminaba así un discurso poético, todavía con regusto institucional y poco polémico, como quería y había anunciado. Fiel a su estilo. 

El salón del hotel Eurobuilding no estaba este martes, 25 de junio, tan lleno como en la conferencia de Aznar. Unas 250 personas, frente a las mil de su antecesor hace 15 días. Pero en las primeras filas, un auditorio de mucho peso: Elena Valenciano como jefa de la cúpula socialista –también estaban Hugo Morán, Purificación Causapié, Jaime Lissavetzky, Valeriano Gómez, Marcelino Iglesias o Maru Menéndez–, numerosos exministros (Elena Salgado, José Bono, José Blanco, Cristina Narbona, Miguel Sebastián, Mercedes Cabrera, Jordi Sevilla Ángeles González-Sinde, Manuel Chaves, Ángel Gabilondo), ex altos cargos de sus Gobiernos (los ex secretarios de Estado Fernando Moraleda, Nieves Goicoechea y Bernardino León) o empresarios como Luis del Rivero. Acudió asimismo el exjefe de la Casa del Rey Alberto Aza o el ex fiscal general del Estado Cándido Conde-Pumpido. 

Como maestro de ceremonias, Eduardo Zaplana, presidente del Club Siglo XXI. La presentación del exministro de Aznar y duro portavoz del PP en el Congreso no pudo ser más elogiosa. Le definió como el líder del PSOE que "renovó el discurso del socialismo español", le reconoció su "talante abierto y democrático", le aplaudió que antepusiera "los intereses de España" a los de su partido, incluso aquello del "me cueste lo que me cueste". "Desde que tuve la ocasión de tratarlo, tengo un gran afecto y consideración hacia él. Creo que es una gran persona". 

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