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El futuro del PSOE

El último enfrentamiento con el PSC debilita aún más el liderazgo de Rubalcaba

Alfredo Pérez Rubalcaba y Pere Navarro, el pasado 25 de octubre en el Palau de la Generalitat, tras su reunión con Artur Mas.

"El partido está ahora mismo abierto en canal". El diagnóstico, de un importante barón territorial, describe el clima presente en el PSOE. La sensación de que no hay tregua, de que los problemas se multiplican y no se levanta cabeza. El pasado martes emergió la última espita, la segunda división de voto entre PSOE y PSC en el Congreso. Y de nuevo por el derecho a decidir. La resaca de la fractura entre los dos partidos se vivió con amargura por la visualización de las discrepancias, con enfado e irritación con los socialistas catalanes por su apuesta por la consulta, y con consternación por la situación crítica del PSOE y de su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba. Una desazón originada por una moción de UPyD, que el PSOE decidió apoyar a última hora –por la presión de varios pesos pesados y, singularmente, de Andalucía y Asturias– y en la que el PSC se abstuvo. 

La lectura, bastante extendida en las federaciones y entre los diputados en la Cámara baja consultados por infoLibre, era que la ruptura no hacía sino acentuar la "debilidad" del liderazgo del secretario general, ya muy tocado por los intensos vaivenes de los últimos meses. Varios dirigentes evidenciaban su preocupación por el nuevo episodio de tensión, "otro más" a añadir al clima ya cargado que amenaza la Conferencia Política, para la que queda apenas una semana, y en la que parte del debate pivotará sobre otro tema espinoso, las primarias. En teoría, la cuestión territorial no es una asignatura del cónclave, pero la relación con el PSC lleva coleando meses, sin atisbarse una solución definitiva. Porque la pregunta de fondo es qué hacer. Cortar de cuajo todos los lazos con la formación de Pere Navarro es, por ahora, un deseo de notables como Alfonso Guerra, José Bono o Guillermo Fernández Vara, pero no es la tesis mayoritaria. Lo que sí demandan no pocos cuadros cualificados es que se "clarifique" el discurso del PSC, que aparque su defensa del derecho a decidir, una cuestión que Barcelona ni se plantea. La duda es "cuánto aguantará la cuerda", en opinión de un diputado con muchos trienios a sus espaldas. 

"No vamos a romper"

Y mientras, con las tensiones a flor de piel, las dos direcciones –la federal y la catalana– intentaban ayer templar los ánimos, afirmando (una vez más) que PSOE y PSC seguirán juntos, porque comparten el mismo proyecto. "No vamos a romper", aseguró explícitamente Navarro en declaraciones a los periodistas en el centro cultural Blanquerna de Madrid. Ambas cúpulas cargaron contra UPyD y Rosa Díez por su "irresponsable" iniciativa contra el derecho a decidir, de "regate corto". El equipo de Rubalcaba, no obstante, reconocía que la discrepancia sobre el derecho a decidir que hiere el discurso socialista en el último año, "no tiene arreglo", se mire por donde se mire, porque el PSC lo llevó en su programa electoral de 2012 y hoy, un año después, el tablero catalán está aún más envenenado.

Ferraz luchaba por minimizar el problema y repetir que la única solución es "normalizar" las diferencias, encajar que el voto distinto se puede repetir sin que la tierra socialista tiemble. "PSOE y PSC tienen un conflicto puntual sobre este asunto, como lo tiene el PP. Y eso es porque el problema objetivamente existe, y está en Cataluña. Es de fondo. Nuestra discrepancia no es de fondo, sobre un tema como el aborto o la educación, por ejemplo, sino sobre una cuestión que está en su programa", explicaba un portavoz. De nada de esto respondió Rubalcaba, porque rehuyó a los periodistas en la Cámara baja. 

"Lo veo todo muy mal ya a estas alturas. Lo que no es razonable es que sea Rosa Díez quien te ponga un brete. Ahora, ¿qué va a pasar? Nadie sabe nada, no hay un plan previsto. Porque no existe ni para esto ni para nada por parte de Alfredo. No hay dirección, ni esto tiene salida", contrarrestaba con pesadumbre una dirigente andaluza. Pero el lamento, con matices, se podía escuchar en otras latitudes. Un barón que apostó por él en el congreso de Sevilla, en 2012, lo resumía con extrema crudeza: "Él, un tío querido y respetado, un supervivente, no es consciente de la división que hay en el partido, no ve que está abierto en canal".

Dudas también con el papel de la portavoz en la Cámara

"No voy a negar que esto es un nuevo nubarrón, que hace daño al partido... y Alfredo es el jefe del partido, claro", constataba un diputado manchego de la confianza de Emiliano García-Page. Otro parlamentario andaluz, rubalcabista, acusaba el error de la dirección por "confiarse", por centrarse en dar una salida a Cataluña sin resolver antes el problema interno. Desde Madrid, una federación abiertamente enfrentada al secretario general, hablaban de "problema claro de liderazgo". "No hay líos con el PSC si hay un líder fuerte al frente del PSOE. ¿O esto pasaba con Felipe González?", analizaban desde el círculo de Tomás Gómez. Una parlamentaria chaconista censuraba la "falta de previsión", no ver venir que Rosa Díez iba a intentar hurgar en la herida de los socialistas hasta el final. 

En el Gobierno andaluz, fuentes próximas a la presidenta, Susana Díaz, tampoco negaban la complicada situación del partido. Se resistían a emplear el término "debilidad", pero sí asumían la distinta "visión política" de Rubalcaba. En la principal federación del PSOE gustan de poner como ejemplo la "claridad" con la que se expresó Díaz el pasado 3 de octubre en un desayuno informativo en el Ritz, en Madrid, cuando condenó la "trampa del derecho a decidir". Expresión clavada que empleó Tomás Gómez, y no por casualidad, hace una semana, y en el mismo foro

Desde el PSC, en privado, atribuyeron igualmente la división a la "debilidad" de Rubalcaba. "Debilidad porque no supo imponer su posición inicial, que era votar abstención en la moción de UPyD, por la presión de los barones, de los que son inmovilistas. Pero la debilidad es también de Pere Navarro, que tiene a parte de su ejecutiva [los sectores críticos catalanistas] en contra". Una reflexión semejante se oía en boca de un dirigente del PSPV, una federación más comprensiva con sus compañeros catalanes: "Al final, Alfredo cedió ante quienes no entienden nada de esto, nada de la España plural, que son la España del centro y meridional". 

Pero en el ambiente de cierta depresión colectiva no era sólo Rubalcaba el pagano del, para algunos, "espectáculo" ofrecido por el partido. Las iras se dirigían también contra Soraya Rodríguez, la portavoz en el Congreso. "La gente la responsabiliza a ella sobre todo del enredo creado. Le dio un perfil bajo al tema, hasta el punto de no plantearlo siquiera en la reunión del grupo [horas antes de la discusión de la moción] y dejar en una aparente ambigüedad el sentido del voto. Esta actitud, más que otra cosa, fue la que cabreó", se quejaba un parlamentario. 

El corolario podría ser, como se rumiaba ayer en los mentideros del partido, un barómetro del CIS demoledor. Y eso es lo que algunos pronostican que ocurrirá en los próximos días. 

La génesis de la decisión

¿Pero qué pasó? ¿Por qué se llegó a la ruptura? Las direcciones de PSOE y PSC llevaban trabajando en la salida a la moción de Díez en los últimos días. Fuentes de la ejecutiva federal señalaban, de hecho, que Rubalcaba pactó con Navarro votar abstención, como una fórmula de consenso que no incomodaba a ninguno de los dos partidos. Fue el pasado viernes, cuando el secretario general viajó a Barcelona para reunirse con el líder del PSC y con el president de la Generalitat, Artur Mas.

Se fue preparando mientras la estrategia: se acordó presentar una enmienda al texto de UPyD, por la que se añadía la apuesta por la reforma federal de la Constitución, el punto de cohesión de PSOE y PSC y el que se firmó en Granada el pasado julio. Si Díez no aceptaba la enmienda (y eso fue lo que pasó finalmente), el Grupo Socialista se abstendría. "Entendíamos que optar por la abstención entrañaba riesgos, porque se nos podía echar encima la derecha acusándonos de tibieza, pero al menos no reproducíamos la imagen de un voto diferente. En realidad, sabíamos que nos iba a caer por todos lados, hiciéramos lo que hiciéramos. Lo que tampoco queríamos era dar un triunfo político a UPyD", glosaban desde la dirección socialista en el Congreso.

El asunto se condujo con discreción y cautela. En la reunión del grupo, en la mañana del martes, apenas se abordó la moción de UPyD. Se informó de que se había registrado la enmienda y de que se estaba a la espera de la respuesta de Díez. La portavoz de la formación magenta, a media tarde, anunció que no asumía ni el añadido del PSOE ni el del PP, que a su vez pedía que se reafirmase la “vigencia” del artículo 2 de la Constitución, el que ratifica la “indisolubilidad” de España.

Presiones no, "consultas con todo el mundo"

La tarde se convirtió en un hervidero de llamadas. Veteranos como Alfonso Guerra y Manuel Chaves presionaron a la dirección del grupo, apremiándole a que votara a favor de la moción de UPyD. Pero no sólo fueron ellos. Más diputados y coordinadores de los grupos territoriales remaron en el mismo sentido, con el argumento de que no se podía ser tibio, no cabía abstenerse en una iniciativa que pedía el “acatamiento de la Constitución” y que era nítida contra el derecho a decidir, algo que el PSOE comparte. Pero el empujón definitivo llegó con las llamadas que Rubalcaba recibió de sus dos únicos presidentes autonómicos: el asturiano Javier Fernández y, sobre todo, la andaluza Susana Díaz. El secretario general conversó asimismo con el presidente federal, José Antonio Griñán, igual que Rodríguez intercambió impresiones con Mario Jiménez, vicesecretario general de la federación andaluza. Resultado: la abstención mutó a voto a favor de la moción.

La dirección rechazó ayer hablar de “presión”. “Se actuó como siempre. Teníamos una posición de partida y Alfredo consultó con todo el mundo, y después tomó la decisión. Pero fue él quien en última instancia lo decidió, que ahora parece que todo el mundo se quiere apuntar el tanto del cambio del sentido del voto", contaban, molestas, fuentes de la cúpula del grupo. Ferraz, por su parte, se aplicó en indicar a sus dirigentes territoriales que no hicieran declaraciones subidas de tono contra la dirección, según el relato de un barón territorial. 

"Si la votación hubiera sido a primera hora de la tarde, no habría habido tanto tiempo de reaccionar. Y al anunciar Soraya que el PSOE votaba a favor, nosotros vimos que no podíamos votar lo mismo de ninguna manera. La moción de UPyD es una provocación. Y en Cataluña, no lo olvidemos, el 80% de la población apoya la consulta", insistía un alto cargo del PSC en Madrid. Esta fuente, como otro parlamentario del PSPV, agregaba otro argumento: al situarse del lado de Díez, se perdía la capacidad de "puente" entre el Govern y Mariano Rajoy, y se dejaba "arrastrar" por un partido "con cinco diputados en el Congreso". 

EL DÍA DESPUÉS

La discrepancia PSOE-PSC recorrió los pasillos del Congreso desde la primera hora de ayer. Hubo declaraciones públicas, tampoco demasiadas, y las esperadas. Soraya Rodríguez, en quien la ejecutiva hizo descansar la valoración oficial, reiteró que los dos partidos siguen "comprometidos con un proyecto conjunto" y defienden "la unidad de España". La portavoz apeló a la "política con mayúsculas, a la responsabilidad" del Gobierno y de la Generalitat y, cargando contra UPyD, defendió el fin de las "propuestas de regate corto", "que duran lo que dura un titular". Navarro, por su parte, quitó importancia a la ruptura de la disciplina de voto y condenó la "irresponsabilidad" de Díez: "El PSOE hizo lo que tenía que hacer probablemente, y el PSC hizo lo que tenía que hacer". 

Pero Alfonso Guerra y José Bono sí hablaron directamente de mutilar la relación con el PSC. El expresidente manchego abogó por que el PSOE lidere las listas en Cataluña en las generales y el PSC, en las autonómicas. Y aseguró que el PSOE tendría hoy "más votos" en la comunidad que la formación de Navarro. Más duro aún se mostró el exvicepresidente de Felipe González: "Hace mucho tiempo" que piensa que el PSC dejó de ser un partido socialista "porque se acerca a las posiciones nacionalistas". "Cataluña necesita una alternativa socialista", planteó. Àlex Sáez, diputado en el Congreso del PSC, le contestó minutos después: su opinión es "respetable" pero su voz ya no tiene "importancia" hoy y gente de su generación debe "dejar paso a otras". 

"El sitio del PSC no es el del derecho a decidir"

En la Cámara baja, numerosos diputados y cuadros de distintos territorios se confesaban "hartos", "aburridos", "disgustados", "incómodos" con la posición del PSC. La demanda más generalizada es que se defina el discurso con urgencia, que se aparque la defensa del derecho a decidir, que "no rasca votos en Cataluña para el PSC y daña muchísimo al PSOE" en las comunidades más sensibles, según el análisis de varios dirigentes. "Hay que clarificar definitivamente. Este tema va a salir más veces y no parece que la mejor solución sea sanción tras sanción", señalaba un diputado.

"La normalización del voto diferenciado este partido no la soporta, porque no está en nuestra cultura. Creo que cada vez prende más la idea de que hay que romper. Esto tiene los días contados, lo que pasa es que la gente no se atreve", abundó un barón. Otros responsables, más cautos, sí auguraban que, si hay más votaciones como la del martes, las cosas no van a aguantar y, entonces sí, "se precipitarán" las presiones a favor de dar por finiquitada la relación con el PSC. Un responsable de la dirección del grupo reconocía lo "extraño" del giro del martes: "Tenemos un problema grave dentro y se proyecta en cosas así. Creo que el sitio del PSC no es el del derecho a decidir. El socialismo no es una patria ni una reivindicación de identidad nacional. Es una idea de ciudadanía y de sociedad. Un modelo social. Y cuando se mueve de su sitio, la sociedad le da la espalda. Y eso es lo que les pasa en Cataluña". 

Imagen del Grupo Parlamentario Socialista, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, ayer miércoles 30 de octubre en el pleno del Congreso | INMA MESA

Mientras, la federación andaluza, la nave nodriza de la flota socialista, no quiere la escisión, pero no la descarta por completo. Nadie se atreve a hacerlo ya.

Las dos direcciones clamaban ayer por lo contrario, por no desbordar el debate, por encauzar las diferencias y convivir con ellas. "Nosotros no podemos decir que no ahora al derecho a decidir. Y desde esta última votación, menos. ¡Si había gente que nos pedía votar en contra de la iniciativa de Rosa Díez! Hay que tranquilizarse y esperar que no ganen los extremos, porque nosotros en el PSC también tenemos nuestros Alfonsos Guerras, gente que quiere la fractura", ilustraba un diputado catalán. "Hay que minimizar el daño y resolverlo por elevación, apostando por la reforma constitucional", opinaba un portavoz de Ferraz. 

Se baraja no sancionar a los díscolos

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El debate interno conducía ayer a otra derivada: la posible sanción a los 12 diputados del PSC que se abstuvieron –otras dos parlamentarias se ausentaron por baja médica–. Ferraz y la dirección en el Congreso no son partidarias de aplicar el reglamento interno y multar con 600 euros a los díscolos. Eso ocurrió, precisamente, en febrero, con la primera votación discrepante. Entonces incluso se forzó la salida del aparato del grupo de José Zaragoza. Por el momento, se ha tomado la decisión de esperar a que baje el soufflé y convocar a la cúpula la semana próxima. Podría suceder lo que hace ocho meses: que no se quería amonestar a los diputados y, al final, Elena Valenciano, la número dos del partido, impuso lo contrario. La dirección no prevé que caiga del timón del grupo el miembro del PSC que reemplazó en julio a Zaragoza, Francesc Vallès.

El revival de la psicosis PSOE-PSC lleva a otra reflexión. En julio, como sustituto al nuevo protocolo de relaciones que Ferraz quería sacar adelante, se creó un Comité de Coordinación Permanente entre los dos partidos con la intención de resolver las diferencias. Fuentes próximas a Navarro aseguraron que ese órgano, como tal, "no se reunió" en estos meses formalmente. Ferraz negó esa versión. "Los encuentros son frecuentes, formales e informales. Se habla continuamente", sentenciaron en el entorno de Rubalcaba. 

La incertidumbre está instalada en las filas socialistas. "Se comentaba aquí en el Congreso que tal vez con esto del PSC ya no se hablará en la Conferencia Política de las primarias... Bueno, o tal vez sí", confiaba con sorna un diputado catalán. Porque PSC y primarias, a fin de cuentas, son las dos caras de una tempestad que no deja al partido ni a sol ni a sombra.

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