Desempleo

El desempleo duele (y mucho)

Oficina de Empleo en la Comunidad de Madrid.

El desempleo duele. Y suele hacerlo mucho. Son cada vez más los estudios que alertan sobre cómo la falta de perspectivas laborales tiene consecuencias sobre la salud de las personas. Ahora, un informe elaborado por la Fundación 1º de Mayo, ligada a Comisiones Obreras, recopila algunos de los aspectos más llamativos de trabajos recientes que han analizado los efectos de la recesión en la salud de la población –cita, entre otros, a los prestigiosos David Stuckler y Sanjay Basu– y añade a esos informes científicos entrevistas en profundidad a 88 personas de diferentes perfiles residentes en España que se encuentran en situación de desempleo.

Aunque los analistas que firman el documento –entre los que hay médicos, sociólogos, penalistas...– señalan que extrapolar las experiencias de estas personas es complicado porque sus perfiles no son estadísticamente representativos del conjunto de parados, sí advierten de que el factor desempleo (que siempre actúa en combinación con otras circunstancias individuales) tiene peso en la aparición de problemas de carácter físico y psicológico. 

Según el informe, que lleva por título Desempleo y Salud [puede consultarse de forma íntegra aquí], en España los parados consumen el doble de psicofármacos que los ocupados. Y las organizaciones que se dedican a repartir alimentos entre los sectores más afectados por la crisis vienen detectando hace tiempo que muchos de quienes acuden a ellas en busca de ayuda requieren también apoyo psicológico. Asimismo, detalla que de 2006 a 2011 la proporción de personas que presentaban síntomas de depresión severa entre quienes fueron a consultar al médico de cabecera a su centro de atención primaria aumentó en casi veinte puntos porcentuales. Entre 2007 y 2009, en España, la cantidad de personas que consumían antidepresivos habitualmente aumentó en un 17%. En ese tiempo, la tasa de desempleo aumentó en nuestro país del 8,26 al 18,01%. En el último trimestre de 2013 se situó en el 26,03%. 

El documento rescata también datos más recientes como los aportados este mismo año por el INE. Según el organismo oficial, en 2012 el suicidio fue la principal causa externa de muerte. Acabaron con su propia vida 3.539 personas, un 11,3% más que en 2011. La tasa fue la más alta desde 2005. El suicidio, primera causa de muerte entre los hombres de 25 a 34 años, provocó el 17,8% del total de fallecimientos en esta franja de edad.

Stuckler y Basu, dos veteranos estudiosos de la relación entre salud y economía que publican de forma habitual en revistas científicas como The Lancet y British Medical Journal, estiman que "España ha sufrido nada menos que 400.000 casos de depresión debido a los actuales niveles de desempleo" y que quienes han perdido su vivienda tienen una probabilidad tres veces mayor de acudir al médico con síntomas de depresión aguda. Además, señalan que "la tasa de suicidios entre los varones españoles aumentó significativamente entre 2007 y 2010, con un total de 400 suicidios por encima de lo que cabía prever a partir de las tendencias preexistentes". También destacan que la prevalencia de problemas psicológicos entre los parados es más del doble que entre los ocupados.

Personas encuestadas

De las 88 personas encuestadas, a las que se les realizó una entrevista abierta semiestructurada en torno a varios temas, ocho (un 9%) están tomando tranquilizantes o antidepresivos. Además, otras 13 soportan niveles significativos de angustia, temor ante el futuro o ansiedad. En total 21 personas, diez hombres y once mujeres.

Así, las 21 en cuestión se distribuyen entre trece parados de larga duración y ocho de corta, con lo que la proporción entre los primeros sólo es ligeramente superior. "No hace falta estar mucho tiempo en paro para que el malestar comienza a manifestarse", deducen entonces los investigadores. Además, en función de la edad hay siete jóvenes, once adultos y tres maduros. Y por nivel de estudios ocho del más alto, tres del más bajo, y los diez restantes repartidos mitad y mitad entre cada uno de los dos intermedios. También hay gente que ha perdido su empleo y otros que buscan el primero, parados que perciben prestación o subsidio y otros sin ningún tipo de ayuda institucional. Finalmente, once de los 88 entrevistados manifiestan tener ideas negativas sobre la vida y dieciséis se declaran pesimistas.

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Esperada o no –detalla el informe– la pérdida de empleo es un acontecimiento "traumático" que provoca "estupor, incredulidad, desorientación e irritación" en la persona que se enfrenta a esa situación. Por ello los investigadores destacan que "un número minoritario pero no desdeñable de parados resultan muy afectados por esta experiencia y acaban necesitando ayuda profesional y medicación". 

Según se observa de los diferentes testimonios, los patrones de comportamiento son similares. Tras el disgusto inicial, "que suele durar poco", comienza una fase de optimismo en la que el parado se dispone a disfrutar de unas merecidas vacaciones. "Algunos llegan a decir que se encuentran mejor que antes de salud o estado de ánimo", dicen los investigadores. Y eso ocurre porque de forma habitual los últimos meses en el empleo han sido duros.

"Los más responsables darán por terminadas las vacaciones pocas semanas después; los más tranquilos, en particular si han cobrado una buena indemnización, las prolongarán varios meses. Antes o después comienza la etapa de activismo organizado: búsqueda de empleo, reparto de currículos, consultas a contactos, alguna entrevista si hay suerte, formación, gimnasio u otras actividades deportivas...". A medida que pasa el tiempo y las gestiones de búsqueda no dan resultado se entra imperceptible y gradualmente en una nueva etapa en la que el optimismo comienza a flojear. Y ahí ya empiezan, relata el documento, las dudas sobre la propia valía, la ansiedad, la irritabilidad o el insomnio.

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