Memoria histórica

Regreso a Alicante, 75 años después del fin de la guerra

Conmemoración del 75 aniversario de salida republicana de Alicante.

ÚLTIMA FILA

Nazario e Isabel viajaron en tren a Alicante con sus hijas Helia y Alicia, de cuatro y dos años. La guerra se acababa y buscaban los barcos. “Llegábamos aquí corriendo, prácticamente para llegar a tiempo”, cuenta Alicia. No eran los únicos. Miles de personas comenzaban a concentrarse en el puerto con una esperanza: embarcar y huir.

Era la última semana de marzo de 1939. 75 años después, Helia y Alicia regresan al puerto de Alicante invitadas a un acto organizado por la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica en Alicante para recordar el fin de la guerra y la salida de los últimos refugiados republicanos.

El acto es un triunfo que consuela, pero no es suficiente”, dice María Teresa Morales, profesora de Sociología y miembro de la Comisión Cívica de Alicante. El punto central del acto, ayer domingo, al que acudieron 500 personas, fue la inauguración de un monolito que rinde homenaje a aquellos días en los que Alicante fue testigo del fin de la Guerra Civil.

Una evacuación fallida

El 10 de febrero de 1939, pocos días después de la derrota de los republicanos en Cataluña, Juan Negrín viajó en avión desde Toulouse a Alicante. El presidente republicano tenía dos opciones sobre la mesa: mantener como fuera la resistencia, a la espera de que estallara un (previsible) conflicto europeo, u organizar una evacuación ordenada y con garantías, como había logrado en la frontera francesa. El golpe del general Casado el 5 de marzo de 1939 y el levantamiento del Consejo Nacional de Defensa en Madrid acabaron con los planes de Negrín y condenaron a la población civil a una huida desesperada.

Carmen Negrín defiende en declaraciones a infoLibre la gestión de su abuelo al frente del Gobierno. “Lo primero que él trata de hacer [cuando vuelve de Cataluña] es encontrarse con los que estaban gobernando, con los antiguos ministros. Percibe que la República tiene que mantenerse aunque sea en el exilio”, explica. “Considera que tiene que haber una entidad republicana que se encargue de los refugiados”.

“Los últimos diez días de la guerra son de desorganización absoluta, de desbandada general, de llegada de gente de todas partes al puerto de Alicante porque se ha dicho que pueden llegar barcos”, explica José Ramón Valero, doctor en Geografía e Historia y profesor en la Universidad de Alicante. 15.000 personas de todo tipo, desde intelectuales a soldados, desde madres con hijos a políticos, miraban al horizonte desde el puerto en busca de un barco inglés o francés que les salvase de las tropas italianas fascistas que cercaban Alicante.

Yo creía que nos íbamos de excursión”, cuenta Helia González, quien en aquel momento tenía cuatro años. “Lo del puerto fue agobiante. Había una cola tremenda y, claro, no sabíamos si íbamos a poder alcanzar el barco”. El poeta Marcos Ana también estuvo en el puerto, con su hermano y un compañero procedente de Madrid, de donde habían huido advertidos de que la represión iba a ser mayor en la capital.

A pesar de su edad, 94 años, el poeta relata con lucidez aquellos días en los que el hambre y la miseria se extendían por el puerto. “La única suerte que tuvimos, por lo menos para mitigar el hambre, fue que había un muro de sacos de lentejas que estarían preparadas para embarcar a algún sitio. Y de aquellas lentejas nos alimentábamos, como podíamos, y sabían a rayos”.

Algunos barcos consiguieron evitar el bloqueo franquista y llegar a Alicante. Quizá el más famoso sea el Stanbrook, un carbonero inglés que gobernaba el capitán DicksonStanbrook y que, en lugar de mercancías, soltó las amarras repleto de futuros refugiados. Helia y Alicia pudieron tomarlo con sus padres. También un aviador llamado Antonio Gassó, que fue el pasajero 753, tal y como recuerda su hija Laura. Marcos Ana, y muchísimos otros, se quedaron en tierra.

“Vinimos desde Santa Pola en un camión a las 3 de la madrugada. Tenía siete años y medio y no me daba cuenta de lo que iba a pasar. Lo primero que hizo mi padre es meternos abajo del todo del barco y de ahí ya no salimos”, rememora Pilar Alemany, de 82 años y también pasajera del Stanbrook.

Zarpa el 'Stanbrook'

Cerca de las once de la noche del 28 de marzo, tan sólo cuatro días antes del final de la guerra, el Stanbrook partió hacia Orán (Argelia) con un total de entre 2.638 y 3.028 pasajerosStanbrook , según las investigaciones del historiador Juan Martínez Leal. Sin embargo, no fue el último gran barco en salir de Alicante. El Marítima, de mayor tonelaje que el Stanbrook, zarpó al día siguiente hacia Marsella, con sólo 32 personas a bordo, entre las que estaban autoridades republicanas de Alicante y sus familiares, en un episodio muy polémico y todavía por dilucidar de aquellos días.

En el Stanbrook, en cambio, la situación era angustiosa. “Había muchísima gente –cuenta Pilar Alemany–. Me pasé toda la travesía devolviendo, y lo teníamos que hacer casi encima de las personas porque estábamos apiñadas”. Tras sortear milagrosamente los barcos franquistas, el carbonero inglés llegó a Orán y la entonces niña Helia asegura que recuerda un olor de ese día. “Yo no sabía lo que era aquel aroma. Le pregunté a mi madre: 'Qué bien huele, ¿qué es?' Me dijo: 'Eso es pan'. Yo no sabía qué era el pan”.

Mientras, en Alicante, muchos todavía confiaban en que otros buques alcanzasen la ciudad para poder escapar. “Dicen que los optimistas son gente mal informada. Yo era de los que estaban mal informados, porque confiaba en que iban a llegar, pero nada”, admite Marcos Ana recostado en un sillón de su casa en Madrid.

El propio poeta creyó ser testigo de buenas noticias. “Nos pasábamos el día avizorando el horizonte para ver si llegaban los barcos que nos dijeron que iban a llegar. En efecto vimos dos barcos grandes que se acercaban y empezamos a pegar tiros al aire, porque muchos de los que estábamos allí teníamos un arma corta”.

Por desgracia para todas esas personas, se trataba de fragatas franquistas: el Canarias y el Vulcano. Poco después entraron en la ciudad los camiones de la división italiana Littorio. De esta forma, la muchedumbre que se apostaba en el puerto quedó encerrada entre las tropas rebeldes y sus aliados. Algunos llegaron incluso a quitarse la vida.

“Había quien tenía la idea de morir matando allí, pero finalmente se impuso un juicio un poco más justo y comenzamos las primeras negociaciones con algunos jefes fascistas”, explica Marcos Ana, que por aquel entonces tenía 19 años. “Los italianos tampoco querían que aquello se convirtiera en una matanza. Nos prometieron que iríamos a un campo donde se nos examinaría, se nos abriría un expediente a cada uno y que la mayoría saldríamos en libertad”.

Los primeros días de la represión

Las fuerzas de ocupación no tardaron en decidir qué hacer con los miles de refugiados que aún permanecían en el puerto. Las mujeres y los niños fueron llevados a conventos y al cine Ideal, aproximadamente a 15 minutos del puerto. Otros, especialmente los militares, fueron encarcelados en los castillos de San Fernando y Santa Bárbara. “Ahí [en los castillos] los van concentrando a todos y entonces empieza una labor de investigación de quién es cada uno, de interrogatorio, de qué ha pasado en tu pueblo, etc.”, cuenta Francisco Moreno, doctor en Historia que ha estudiado en profundidad la represión en Alicante.

Y una gran mayoría fue dirigida por la carretera de Valencia hacia una zona escarpada tras la zona conocida como La Goteta, el Campo de los Almendros. Hoy es la Avenida de Dènia y donde se estima que empezaba el Campo se levanta ahora un centro comercial.

Uno de aquellos presos era Marcos Ana. Fue enviado al Campo de los Almendros, donde no había infraestructura alguna ni víveres, nada que comer o beber. “Lo dejamos pelao, nos comíamos de todo. No las almendras, que todavía no estaban hechaspelao, pero sí las hojas tiernas, que acababan de florecer”.

Menos de una semana después, subidos en vagones borregueros, desde la misma estación –ahora conocida como la estación de Murcia– por la que llegaron las hermanas Helia y Alicia González salieron los presos en dirección hacia el campo de Albatera, un campo de trabajo abierto durante la República. Según un trabajo del historiador Miguel Ors Montenegro, doctor en Historia en la Universidad Cardenal Herrera CEU, en Albatera pudo haber en los momentos de máxima concentración "en torno a 12.000 presos".

Este campo de distribución, le llamaban algunos historiadores, sí que contaba con alambrada. Los presos esperaban para ahí ser enviados a otros enclaves. Marcos Ana, siempre acompañado de su hermano en aquellos momentos, recuerda que muchos intentaban escapar, pero que una vez eran atrapados, los soldados les fusilaban en el mismo campo.

“Yo le propuse a mi hermano huir en el momento en el que fueran a fusilar a alguien. Es imposible que un guardia no esté mirando la escena cuando un soldado grite '¡Firmes!'. En ese momento podemos pasar por debajo”.

Marcos Ana acabó escapando de Albatera, pero esa no fue la estrategia. En un momento dado, los soldados permitieron salir del campo a los menores de 16 años. “Tenía 19, pero siempre he parecido un niño. Así que mi hermano que peinó una rayita en el medio del pelo como los niños de derechas y fui como un bobo a la salida”, cuenta el poeta con una sonrisa permanente.

“Les expliqué que yo era de San Vicente [una localidad cercana a Alicante], pero estaba en Alicante y cuando vi pasar a los prisioneros me acerqué por curiosidad y entregué una naranja a uno de ellos. Les dije que me apresaron por ayudar a los rojos. El tío se lo tragó como un bobo y me dijo que fuera buscar mis cosas. Pero yo sabía que era una trampa y contesté que iba con lo puesto. Al final me dejó salir”.

Exilio y vuelta

Fuera de España, la represión también perseguía a los republicanos. Laura Gassó cuenta la odisea de su padre Antonio, la cual ha podido reconstruir a partir de sus diarios. Este aviador de la República y pasajero del Stanbrook estuvo prisionero en numerosos campos de internamiento y trabajo en el norte de África donde trabajó en el proyecto del Transahariano, un tren que pretendía unir el Mediterráneo con Nigeria. “Era un proyecto carísimo, pero aprovechando que tenía mano esclava, Francia empezó a trasladar a gente a campos cerca de la futura línea de ferrocarril”, cuenta su hija.

Las condiciones de vida de su padre y de otros obreros eran miserables (“era muy duro, la ración de comida era escasa, pero al menos libraban el domingo”) y aún empeoraron más durante el gobierno colaboracionista de Vichy: “Entonces no sólo tendrán que hacer los trabajos sino que lo harán con la mitad de ración. Y comienzan a cometerse una serie de maltratos, humillaciones. Mueren muchos, enfermos, y ahí han quedado, abandonados”.

Antonio consiguió escapar en 1943. José Navarro Diez, un tesorero del Partido Comunista que también salió de Alicante en los últimos días de la guerra, fue otro republicano internado en el norte de África. “Fueron en dirección a Orán y a partir de ahí estuvo en 12 campos de concentración, de 1939 a 1951”, explica su nieto Roberto. En 1956, tras recoger a sus hijos en Moscú, regresó a España. Antonio Gassó también volvió con su familia en 1959 y se instaló en Castellón. “Tuvo muy mala suerte –recuerda su hija Laura–. Falleció en 1974. No pudo ver la muerte de Franco, ni el inicio de la democracia, ni el compromiso político de su hija. No pudo ver nada.

“Quinientas personas en una ciudad de 300.000 me parece simbólico. Un hilo rojo que no se rompe, pero todavía muy delgadito”, dice María Teresa Morales, de la Comisión Cívica, sobre la necesidad de seguir reivindicando la memoria. 75 años después, el puerto de Alicante poco puede decir. En el muelle de Levante no quedan tinglados. Las embarcaciones son de recreo y los neones de un casino compiten contra un falso barco y un carrusel por la atención del transeúnte. El 30 de marzo de 2014, mientras Helia, Alicia, Pilar y Laura lanzaban flores al agua, varios transeúntes preguntaban a los presentes qué se celebraba. A partir de ahora tendrán la respuesta en un monolito: “Así terminó la Guerra Civil española y comenzó la dictadura”.

Encuentran el expediente de la Guerra Civil de incautación de bienes de Casares Quiroga

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* Última Fila es una productora de reportajes integrada por David Villafranca, José Carlos Sánchez y Antonio Suárez-BustamanteDavid Villafranca, José Carlos Sánchez y Antonio Suárez-Bustamante

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