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14 de abril

¿Es posible la III República?

Homenaje a las víctimas del franquismo, en vísperas del aniversario de la República.

Sergi Tarin

Cuatro historiadores de prestigio han respondido a esta pregunta planteada por infoLibre. Y lo han hecho desde el análisis y las coyunturas concretas. Sin idealizaciones ni predicciones ni quimeras. El resultado es una reflexión con una idea común: “El anhelo republicano no está ni en la sociedad ni en los partidos”. Y eso a pesar del descrédito de la monarquía o el aumento de la iconografía tricolor en las protestas. Aún así, la apuesta independentista o la reforma constitucional podrían propulsar el debate siempre que se introduzcan con profundidad los para qué, los porqués y los cómo.

Monarquía bajo mínimos

En los últimos tiempos la monarquía ha tocado fondo. La imagen de un rey anciano, enfermo y titubeante, además del flirteo de su hija y yerno con el Código Penal, han quebrado la porcelana del mito de la Transición. Recientemente, el funeral de Adolfo Suárez se convirtió en una operación de marketing en favor de viejas esencias y la reivindicación de una España útil durante cuatro décadas, monárquica, que ahora se ve cuarteada por las grietas de la crisis económica, política e institucional.

Un escenario idóneo, a priori, para proponer alternativas. Por ejemplo, la República. “Ningún partido se ha planteado este tema salvo Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya, que tienen poquísimos diputados”, explica Ricard Vinyes. “Y para el resto de formaciones, la República no es algo prioritario”, según Julián Casanova, quien añade que el único partido mayoritario que podría reivindicarla, el PSOE, “no se atreve porque ha habido años y años de machaque contra la República y porque buena parte de los españoles han sido educados en la mala enseñanza histórica de que fue algo desastroso”. Una propaganda nefasta a la que se suma la falta de vigor de un partido entumecido tras la última derrota electoral. “Igual que planteamos que hay una alternativa a la corrupción de Bárcenas, vamos a plantear una alternativa a la monarquía, que se llama República. Eso lo tienes que poner en tu programa, en tu desarrollo electoral”, critica Casanova.

Pero, la idea de la República, ¿podría tener vida más allá de los partidos? Para Vinyes, las asociaciones de carácter civil que la proponen “son poquísimas y de escasa fuerza”. “Cuando salen los nuevos movimientos sociales en España, no están hablando de República. Hablan del descrédito de la política, pero nadie tiene la República como una bandera. Esta es la diferencia entre el 1930, principios de 1931, y el año 2014”, recalca Casanova. De hecho, el modelo de Estado republicano, su definición y andamiajes, no ha sido tratado como proyecto en las asambleas del 15-M y sus ramificaciones. “Tenemos claro lo que no queremos, pero no tenemos tan claro lo que queremos. Cuando el 15-M se cuestiona el régimen actual, no da una alternativa clara”, resalta Mirta Núñez.

Pese a ello, la simbología republicana aumenta en la calle. Las banderas tricolores se multiplican con cada protesta y existe un reconocimiento, cuando no una ensoñación, de los valores éticos y culturales que encarnó la Segunda República. “Son unos colores que constituyen una metáfora del sentimiento del enfado general que existe en buena parte del país. Eso sería la interpretación etnográfica, histórica... ¿Pero qué traslación institucional, política, tiene?”, se pregunta Vinyes y Fernando García de Cortázar responde: “No hay que darle excesiva importancia. Únicamente la manifestación del rechazo a la legalidad vigente; para ello se emplea un símbolo no constitucional, teñido de ideología izquierdista”.

El espejo catalán

Una hipotética Cataluña independiente, constituida como República, ¿podría contagiar a España esa aspiración? “Depende de como fuese esta República. Si va creando un modelo de bienestar sostenido, pues sí. Si es una República de chorizos, como la que se prevé, no”, censura Vinyes, quien radiografía la realidad catalana: “ CiU es un partido de derechas. ERC es un partido de centro-derecha. El PSC es de centro izquierda lunes, miércoles y viernes y el resto de la semana no se sabe exactamente qué es. ¿Qué puede salir de eso?”.

Por otro lado, cabe la posibilidad de que los partidos españoles sitúen la República como contrapeso al afán independentista. “Es más fácil hacer una reforma constitucional para que haya una República que no una reforma para convocar el referéndum de la independencia de Cataluña. Los partidos del arco parlamentario prefieren antes una República que una secesión”, explica Vinyes, quien recuerda las palabras del líder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), José María Gil-Robles, en 1933 y 1936: “España, antes roja que rota”.

Según Vinyes, “Este es un principio que está escrito con letras sobre la piedra en la cultura política de la derecha”. Algo que corrobora García de Cortázar: “Nunca en la Historia de España se había producido la impugnación de ésta como realidad histórica. Los españoles disputaron hasta con las armas por una idea u otra de España pero no la negaron”.

Desde otra óptica, Nuñez sitúa el independentismo como un valor antirrepublicano: “En su día la Segunda República dio la solución del estado integral. Si alguien abandera el concepto España son los grandes líderes del republicanismo, dando satisfacción a las nacionalidades históricas, pero dentro de España”.

¿Qué República?

Los nietos de los republicanos

Los nietos de los republicanos

“La República no es nada. Hay que plantear si la III República sería realmente una alternativa a todos los problemas del país ¿Quién la hace y quién la quiere? ¿Con qué contenidos? Que se presente la República como una alternativa a todo, desde la educación hasta la corrupción”, esgrime Vinyes. Una idea con la que coincide Casanova: “Esa República tienen que significar algo, porque si evidentemente es un régimen político más y da igual porque no hay diferencia con otros regímenes (Bélgica y Suecia son monarquías bastante democráticas), entonces tienes que plantear algo diferente”.

Y respecto a los impulsores de ese futurible, García de Cortázar explica que si ha de venir, “mejor que la traiga la derecha para que no se repitan los excesos revanchistas de experiencias anteriores”. Este hecho, la República de derechas, ya se dio entre 1933 y 1936, período conocido como el bienio negro. Vinyes, Casanova y Núñez coinciden en desmitificar la genética supuestamente progresista de la República. “En el Cono Sur, las dictaduras más duras se han realizado bajo forma republicana. Por tanto, apelar a la República no es apelar a una garantía igualitaria”, destaca Vinyes.

Finalmente, García de Cortázar propone como modelo una híbrido de varias tradiciones europeas. Entre ellas la italiana, “en la que el presidente casi solo tiene, como poder, el de la representación de la nación, por lo que a los españoles les sería fácil asimilar el cambio dado que el rey tiene parecidas competencias”. Y también la francesa, donde “no se hace referencia simplemente a una forma de Estado, sino a la identificación entre la nación y sus instituciones, a la fidelidad a una cohesión social y cultural que proporciona a todos una idea invulnerable de la nación que les pertenece y a la que pertenecen”.

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