Elecciones europeas

La campaña llega al ecuador marcada por la gran coalición, el asesinato de Carrasco y la desmovilización

Elena Valenciano, Eduardo Madina y Maru Menéndez, este 14 de mayo en un mitin exprés en Coslada.

Aunque parezca mentira, la campaña electoral de las europeas del 25-M ha llegado a su ecuador. Casi sin hacer ruido, con una tensión prácticamente por los suelos que preludia una baja participación en las urnas y marcada por dos parones, la tragedia de los cinco niños fallecidos en Badajoz y, sobre todo, el asesinato a tiros de la presidenta del PP y de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Una primera semana de campaña, por tanto, muy al ralentí, y dominada en los últimos días por el debate sobre la posibilidad de una gran coalición, orillado por unos (los socialistas) para que no triture sus expectativas electorales y utilizado por otros (IU, UPyD y otros pequeños partidos) para demostrar que el bipartidismo busca a la desesperada un plan de salvamento. El PP, el otro protagonista necesario, lo defendió y luego se puso de perfil.

La de las europeas de 2014 está siendo una de las campañas más atípicas de la democracia, por el bajo tono de los dos grandes partidos y la palpable desmovilización del electorado. El PP llegó a ella arrastrándose incluso con desgana, al nombrar Mariano Rajoy a su candidato, Miguel Arias Cañete, con los comicios incluso convocados. El resultado fue un arranque con poca fuerza, únicamente calentado por una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que describía un paisaje muy apretado entre conservadores y socialistas –el exministro sólo aventajaría a Elena Valenciano en 2,7 puntos, siempre tras aplicar la cocina–, ambos muy desgastados frente a la pujanza de terceras fuerzas

Bajo ese síndrome, se pusieron en marcha los motores del 25-M. Cañete, sacando pecho de la gestión del Gobierno de Rajoy, advirtiendo a los electores que apuesten por él para "no repetir los errores del pasado", centrando el discurso en que España ya empieza a salir del agujero y camina hacia la recuperación y agitando el recurrente fantasma de la herencia recibida –"Los españoles tienen memoria y saben quién hace daño y quién construye y en España quien construye siempre es el PP"–. Valenciano, llamando a decir en las urnas un "no como una casa a Rajoy y a [Angela] Merkel", a lanzar un mensaje de que hace falta otra salida de la crisis, derrotar a una derecha "cínica y desalmada", "machista" y "clasista" como la del PP y ganar "para todos los españoles, los jóvenes, las mujeres, los trabajadores, para todas las personas que están sufriendo". Willy Meyer, el cabeza de lista de IU, pidiendo el voto por ser el partido que defiende a la gente y no a la troika ni los grandes lobbies, frente al candidato del "gran capital" (Cañete) y la candidata de la "gran decepción" (Valenciano). Y Francisco Sosa Wagner, el número uno de UPyD, animando a los ciudadanos a romper la "barrera terrible" del bipartidismo. 

PP y PSOE, ¿son lo mismo o son lo opuesto?

No había comenzado oficialmente la campaña y ya sonó la primera nota anormal. El accidente, en Badajoz, del microbús en el que resultaron muertos cinco menores. La conmoción por la tragedia se coló en los mítines y cambió ligeramente la planificación. Valenciano, por ejemplo, cambió Cáceres, adonde tenía previsto desplazarse el viernes 9, por Salamanca. 

Los socialistas afinaron toda la trompetería posible para marcar el arranque de campaña con su nosomoslomismo.es. Un mensaje destinado a contestar a IU y a partidos como UPyD o Podemos, para subrayar sus diferencias con el PP. "Somos lo opuesto", exclamó la candidata. El PSOE era y es consciente de que buena parte de su campaña ha de contrarrestar el efecto corrosivo de que es la cara B del PP, una idea reiterada por los pequeños partidos y que ha calado en un electorado cada vez más descreído de la política y de las dolorosas recetas aplicadas para aplacar la crisis. "No es lo mismo. Qué razón tiene, don Alfredo", le replicó Cañete, quien aprovechó la línea trazada por Ferraz para, una vez más, contrastar la gestión de los conservadores con la de los socialistas en el pasado y lucir sus logros en la negociación comunitaria en temas como pesca y agricultura. 

Para el PP, a fin de cuentas, estos comicios del 25-M son el primer test nacional al Gobierno de Rajoy. Una victoria en las urnas, interpretan en Génova, significaría que los ciudadanos han entendido que su durísimo menú de recortes, sacrificios y subida de impuestos era necesario para sacar a España del hoyo. Alfredo Pérez Rubalcaba aceptó el envite: si el presidente quiere convertir las europeas en un plebiscito a mitad de mandato, sea. "Si él quiere que digamos sí o no, vamos a decir claramente que no", clamó el secretario general en un acto en el que recordó (otra vez) que no son "iguales" los que construyen que los dinamitan el Estado social. 

Poco más había andado la campaña. El domingo la inundó un mensaje que aún no ha desaparecido: la gran coalición. Cañete, en una entrevista realizada por Colpisa y publicada en los medios del grupo Vocento, dijo no descartar la alianza de PP y PSOE "si el interés general lo exige en el futuro", tras las próximas generales, para las que todas las encuestas pronostican un hundimiento nunca vista del bipartidismo. Sus palabras obligaron a Valenciano a salir del paso vía Twitter, negando por completo esa posibilidad, y atribuyendo tal hipótesis al PP, cuyo objetivo era hacer "daño" al PSOE. 

El misil de Felipe González

Si hablar de la gran coalición hace "daño" al PSOE, entonces quien se lo hizo, apenas horas después, fue Felipe González, quien en una entrevista en El objetivo de Ana Pastor, en La Sexta, defendió la entente de los dos grandes "si el país lo necesita". El expresidente del Gobierno no hacía sino reconocer una operación de la que había informado infoLibre: cómo sectores económicos, políticos (también la Zarzuela) y periodísticos estaban alimentando, desde noviembre pasado, una maniobra para facilitar el pacto de PSOE y PP tras las próximas generales, si ninguna de las dos consigue fuerza suficiente para gobernar. 

Automáticamente, la presión recayó en las filas socialistas. Rubalcaba, a primera hora de la mañana del lunes, intentó zanjar el debate y tranquilizar a sus huestes con una declaración categórica en Onda Cero: "Mientras yo sea secretario general, no habrá Gobierno de concentración". Sin embargo, la herida ya estaba hecha y los cuadros socialistas no dejaban de sangrar por ella y bufar contra González: en el PSOE existe una convicción generalizada de que no es posible una gran coalición, pero que el expresidente lanzara ese misil, en plena campaña, no hacía sino servir en bandeja a los pequeños partidos el mensaje de que el bipartidismo se está moviendo para intentar salvarse. Unas palabras "inoportunas" que "no ayudan" a Valenciano, se oía con reiteración en el partido. La dirección, para desembarazarse de un sambenito muy molesto, centró su diana en IU, "el único" partido que sostiene a un Gobierno de derechas, el de Extremadura. Dándole las llaves del Ejecutivo, hace tres años, y absteniéndose en la moción de censura presentada por Guillermo Fernández Vara, ahora.

Pero ese mensaje se ahogó pronto. En la tarde del lunes, la campaña se paralizó. La presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, había sido abatida a tiros presuntamente por la madre de una antigua trabajora de la institución provincial que fue despedida. El suceso provocó la suspensión de los mítines electorales y el aplazamiento del cara a cara entre Cañete y Valenciano, solicitado por los socialistas. Un debate televisado, por cierto, que a punto estuvo de peligrar por el desacuerdo de los equipos de los dos grandes partidos respecto a la estructuración de los bloques temáticos. El PP apretaba para incluir un área de políticas sectoriales, y el PSOE al final cedió, siendo consciente de que Génova tendía una trampa para huir de los asuntos domésticos más polémicos, como la contrarreforma del aborto, cuyo combate ha intentado capitalizar Valenciano desde el principio. 

Normalidad a medias

El miércoles, la campaña recuperó normalidad a medias, porque los candidatos de los principales partidos se dejaron ver sólo durante la mañana para tener tiempo para preparar el duelo en TVE. Cañete puso en el terreno de juego la expresión maldita para los socialistas, pero para llevar el ascua a su molino, para reclamar una "gran coalición con el PP" para que España sea "importante" en la UE. Valenciano, mientras, llamó a no "perder la esperanza", a votar contra una derecha que está quitando "hasta las ganas de vivir", y reiteró que si los conservadores vencen, habrá "más sufrimiento". La candidata compartía escenario, por cierto, con uno de los dos posibles aspirantes al liderazgo del PSOE, Eduardo Madina. Con él estuvo primero en Coslada y después en Torrejón, donde recibió los abucheos de los tenderos de un mercadillo. 

Quienes no han aparcado el debate sobre la gran coalición han sido IU o UPyD. Cayo Lara advirtió de que ese "fantasma" recorre España, Willy Meyer, que está "muy ultimada" e insistió en que su federación propone una "gran coalición con lo público", con los parados, con los trabajadores y con las mujeres para derrotar al bipartidismo "destructor" del Estado social. Rosa Díez, a su vez, recordó aquello que le dijo el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que si el bipartidismo peligra, conservadores y socialistas se pondrían de acuerdo para "aplastarles como una nuez". 

La moción de censura presentada por Vara en Extremadura la semana pasada encajaba en ese guión inicial previsto por el PSOE. Servía para subrayar sus diferencias con el PP y arrinconar a IU. La propia federación era consciente de que los socialistas habían buscado meter ese gol pero, al final, sortearon el órdago diciéndole a Vara que no podían aceptar su iniciativa porque ni la había negociado ni había presentado su programa alternativo. Ferraz ni siquiera logró evidenciar la fractura entre la cúpula de Lara y su franquicia extremeña, porque en esta ocasión ambos actuaron juntos. Vara perdió la moción, como estaba cantado, pero ni siquiera combatió a IU por ayudar, con su abstención, a la supervivencia de José Antonio Monago. Lara, mientras, aprovechó ayer jueves su visita a Navarra para recordar al PSOE que Rubalcaba "vetó directamente" una moción de censura contra la presidenta foral, Yolanda Barcina, que era "sólida, con propuestas y diálogo previo", frente a la "moción de ficción" de Extremadura. 

En Cataluña, comunidad en la que se han volcado todos los grandes partidos, el debate ha discurrido por otros derroteros. Centrado en la consulta del 9 de noviembre y en la pugna de CiU y ERC por el primer puesto del podio electoral. El PSC puja por hacerse hueco y no desplomarse del todo, consciente de una abultada derrota le sumiría aún más en su crisis interna. 

El giro que puede imprimir el debate

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Así las cosas, Cañete y Valenciano llegaron anoche al primer y único cara a cara de esta campañaanoche al primer y único cara a cara de esta campaña. Uno, para denigrar la herencia recibida, demostrar a los ciudadanos que el PP es la formación que mejor puede defender los intereses de España en Europa y hacer que recupere el peso en las instituciones comunitarias. Otra, para que quedasen "muy claras las diferencias" con los conservadores, llamar a la movilización y concienciar de la necesidad de un "giro a la izquierda" de la UE. "Somos muy distintos y servimos a intereses muy diferentes", concluyó la candidata. 

En esta recta final, se verá hasta qué punto convulsiona la campaña el duelo televisado entre los dos grandes candidatos, en el que se vio más firme y a la ofensiva a la dirigente socialista. Para empezar, si introduce tensión, un elemento fundamental que hasta ahora no se ha visto por ningún lado y que ha tenido su traslación en los mítines. PSOE y PP han huido de grandes espacios, por miedo a pinchar. Y aun así, se han visto gradas vacías y actos con baja afluencia de simpatizantes. 

La semana decisiva para las europeas comienza ahora. O tal vez se podría decir que la campaña del 25-M comienza (con suerte) ahora

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