Literatura

Orgullo (y prejuicio) de la literatura juvenil

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“Gay is the new vampire”, proclama el escritor Alex Kalamaroff. Lo hace tras constatar que los personajes literarios homosexuales empiezan a tener para los lectores tanto sexappeal como los chupasangres crepusculares; que la literatura juvenil se ha llenado de chicos que besan a chicos, de chicas que besan a chicas; y que los jóvenes queer han sufrido una transformación: los raritos, ahora, son muy monosqueer (cute, dice él).

Cierto, el fenómeno que Kalamaroff cree percibir se produce en Estados Unidos, pero su reflexión es sintomática en la medida en que, a), EE.UU. es el principal productor de literatura juvenil y, b), la mojigatería de la sociedad estadounidense es conocida, y castradora: quienes quieren triunfar (léase: vender) han de saber a qué atenerse. Y que, en su opinión, ese cambio de actitud, y a pesar de algunas notables excepciones, no se está produciendo en la literatura para adultos.

“Creo que no es cierto del todo –le contesta, desde este lado del Atlántico, el editor Luis Amavisca–. Quizás se está haciendo algo de hincapié en la literatura juvenil, pero en literatura para adultos hay ejemplos magníficos que ya no son demonizados. Referentes actuales tenemos al grandísimo Jonathan Coe que vende en todo el mundo y aboga por la defensa de los derechos de la comunidad LGTB; Tom Spanbauer es uno de los grandísimos literatos que también ahonda en el tema. En España tenemos a Eduardo Mendicutti, y ahora se están divulgando mejor textos como El pan a secas, de Mohammed Chukri.”

¿Cambio o moda?

“Parece claro que hay una voluntad de incorporar con naturalidad a la edición infantil y juvenil una temática que ya está en la calle y en la escuela”, declaró hace un par de años Victoria Fernández, directora de la revista especializada Clij. Su memoria guardaba el recuerdo de dos de los primeros libros de estas características publicados en España: Oliver Button es una nena (Everest, 1979), y El príncipe Ceniciento (Destino, 1998). El (pen)último retoño de ese linaje puede ser de David Walliams (Montena), cuyo título sugiere fútbol pero va de un chaval al que le gusta vestirse de chica.

“Nunca he creído que la cuestión LGTB haya estado o esté de moda”, me dice Jesús Generelo, autor de la novela Fin de cursoFin de curso (Bellaterra) y del libro de relatos Mi primera vez Mi primera vez (La Tempestad). Acepta que tiene más presencia que antes, pero subraya que el estigma y los prejuicios siguen pesando lo suyo. Lo que está claro es que “las personas LGTB cada vez nos sentimos más libres y cómodas para reivindicar nuestros espacios. Esto también está sucediendo entre las y los jóvenes. Saben quiénes son, cómo sienten, y exigen que se les respete y se les contemple. Y claro, quieren verse reflejados en los personajes que leen, que ven en el cine, en la televisión, en los videojuegos. No solo eso, toda la población joven, en general, ya convive con bastante naturalidad con la diversidad sexual y de género. No se entendería que lo que empieza a ser habitual y corriente en las calles, en los institutos, etc., quedara fuera de la narrativa”. Es más: este tipo de personajes presentan una serie de conflictos que les dan un plus. “Son un temazo que, desde luego, un Shakespeare contemporáneo no desperdiciaría".

De momento, y aunque el proceso se antoja además de lógico, imparable, no podemos prescindir del trabajo de quienes han decidido librar la batalla de la normalización.

Como Nati de la Puerta, alma (ella prefiere llamarse “agitadora cultural”) de A Fortiori, una editorial que nació hace 10 años para cubrir un vacío en el ámbito de la literatura infantil y juvenil: la ausencia de situaciones familiares actuales, y la falta absoluta de NORMALIZACIÓN (las mayúsculas, éstas y las que vendrán, son suyas).

“Cuando hablamos de 'educar en valores' no podemos menos que pensar en qué tipo de 'valores' transmiten los cuentos tradicionales –asegura-. Grimm y Andersen son de hace más de un siglo, no sirven para 'dar de leer' a nuestras criaturas del siglo XXI, donde las madres y los padres han de convivir con hijas e hijos que tienen otras madres y padres y que no por eso son perversas, malvadas y vengativas. Si se trata de educar en valores, el auténtico valor es el AMOR, no la sexualidad de los parientes o cómo hemos sido concebidos y el lenguaje del Amor es universal y no es exclusivo de NADIE.” Mejorar la sociedad desde abajo, hacer posible la erradicación total de la homofobia, la falta de respeto a la diversidad y el pensamiento único, vengan de donde vengan: todo un programa. “Con estos cuentos vamos dando los pasos necesarios para que algún día, no muy lejano, sea natural constituir la familia que cada cual desea sin tener que dar explicaciones o pedir disculpas a nadie".

Una filosofía que comparte Luis Amavisca, editor (y autor de algunos de los textos) de NubeOcho. “Las familias homoparentales son una realidad y necesitan una referencia. Por otra parte, por supuesto estos libros no tan solo van dirigidos a ellas, sino en general a todos los que tienen que comprender la diversidad que les rodea. En muchos casos habrá niños que cuando crezcan serán parte de esta diversidad; si ésta ha sido algo oculto a sus ojos tardarán en asimilar su identidad y quizás sufrirán. Es muy importante que tengan una referencia".

El trabajo pendiente

La palabra que más se repite en este tramo de las conversaciones es “normalizar”. Porque, como señala De la Puerta, “si el hecho de que a un niño le guste vestirse de rosa constituye un problema y hay que hacer un cuento para eso (como si se hiciera pis en la cama y hay que hacer un cuento para ello) estamos MALTRATANDO la situación, porque no la estamos NATURALIZANDO, sino que simplemente estamos permitiendo que se visibilice, pero de forma 'perversa', tratada como una caso 'distinto'. Lo que hay que trabajar es esa NATURALIZACIÓN, y ello se dará el día en que en un cuento un niño juegue disfrazado de chica, o de dragqueen pero el asunto de cuento sea que van a irse de excursión a la playa y hay medusas y le dan miedo o las tiene que evitar". 

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Y ésa es una tarea en la que necesitan la complicidad de los lectores, pero también de los libreros y los bibliotecarios. “Desgraciadamente –lamenta Amavisca- todavía hoy hay libreros que dicen que ese tema no va a entrar en su librería. Y te lo dicen tan contentos. Como si te dijeran 'no, es que a mí no me gustan los negros'. Te lo dicen hasta con una sonrisa".

Evidentemente, a pesar de lo logrado en los últimos años, estamos lejos de que la diversidad sexual y de género esté totalmente aceptada. “Por lo tanto, es estupendo que surjan iniciativas que la visibilicen, la potencien y le den plataformas –dice Jesús Generelo-. Pero eso no quiere decir que tenga que restringirse a dichas plataformas”. Y en esa tarea, los medios de comunicación pueden desempeñar un papel capital. Generelo echa en falta críticas y artículos sobre grandes obras que no son tratadas como tales porque, está convencido, son muy explícitas con las temáticas LGTB. Y cita los casos de Eduardo Mendicutti (“si su desparpajo literario no estuviera tan centrado en el sexo y las costumbres de personajes gais, estoy convencido de que sería considerado uno de los grandes de nuestra literatura”) y Beatriz Gimeno (“sus dos novelas son magistrales y han encontrado poquísima repercusión”), pero –asegura- podría citar muchos otros ejemplos.

A lo que se ve, la normalización sigue siendo un sueño. Pero, a diferencia del de la canción, éste es posible.

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